8 km

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—¿Cómo está, señor Jank? — Preguntó Lila, dirigiendo una sonrisa simpática al anciano postrado en aquella cama.

—Hoy estoy mucho mejor. Siento que ya podría ponerme de pie — Respondió la voz pastosa de él.

—Posiblemente lo haga mañana cuando su médico lo visite, mientras tanto cuidemos esa cadera, no queremos que vuelva a fracturarse ¿no es así?

—¡Pamplinas! No me importaría fracturarme de nuevo si lo hago mientras bailo. Nadie puede parar el swing de este muchacho...

Lila cambió el gotero, colocando en él analgésicos de menor potencia, y salió de la habitación riéndose por las ocurrencias de aquel hombre.

En la oficina de información, plasmó los datos requeridos en las planillas de todos los pacientes que había atendido hasta el momento.

—¿Ya pasaste por la habitación veintitrés? ¿La mujer que fue mordida por el perro? — La jefa de enfermeras se acercó a la oficina, examinando algunos papeles esparcidos por la mesa.

—Sí. Le apliqué la inyección antirrábica, y los puntos de sutura no presentaron signos de infección — Informó Lila.

—Perfecto, entonces. No hay mucho que hacer aquí — La jefa dejó las planillas sobre la mesada nuevamente. —Sin embargo, están muy atareados en el piso de pediatría... Señorita Porter ¿Le gustaría tomar la especialización pediátrica?

La propuesta tomó por sorpresa a Lila, pero a pesar de ello, contestó de inmediato:

—Sí, por supuesto.

—Bien. Puedes acompañarme al tercer piso, allí están ubicados los niños — Anunció la jefa, retomando su marcha hacia los elevadores.

Lila reaccionó a tiempo para ir tras ella. Llegaron al área de pediatría, donde las enfermeras utilizaban uniformes con colores más llamativos y caminaban de un lado a otro por el espacio. Ambas avanzaron por un pasillo angosto mientras la jefa continuaba diciendo:

—Los niños suelen ser los pacientes más recurrentes en esta clínica. Los bosques y los lagos no son lugares seguros para ellos, eso sumado a las alergias, son los casos más comunes que encontrarás aquí — Se detuvieron frente a una puerta específica. —De todas formas, te necesitamos para la sección de cuidados intensivos, por un paciente en particular. Leí en tu expediente que habías realizado varios cursos aparte sobre enfermedades sanguíneas ¿Cierto?

—Sí, así es.

—Hay un niño con varias células infectadas...

—Cáncer — Murmuró Lila.

—Lo tenemos controlado. Se encuentra fuera de riesgo ahora, pero debemos realizar chequeos mensuales y estar preparados ya que un simple resfrío podría resultarle fatal. Precisamente en esta ocasión ingresó por una caída sufrida en su escuela. Se formaron hematomas en sus piernas y siente mucho dolor al caminar. Creemos que unas semanas de tratamientos farmacológicos y fisiológicos son suficientes para que regrese a casa sano.

—Tomaré el cuidado de él durante este periodo.

—Se lo agradeceríamos mucho, señorita Porter. El jueves por la noche puede comenzar...

—¿Podría conocer al niño ahora? —Inquirió Lila.

La jefa asintió y giró el pomo de la puerta para abrirla con lentitud. El color blanco predominaba en la habitación de tal forma que solo una lámpara de techo la hacía resplandecer. El olor a antiséptico era más fuerte que en otros cuartos y varios goteros estaban conectados al pequeño recostado en la cama.

—Hola, Zac — Saludó la jefa con dulzura. —Te presento a Lila, tu nueva enfermera.

Al igual que su piel, los ojos de Zac carecían de brillo. Los fijó en Lila, quien se acercó a la cama y se sentó a un lado de ésta, donde varias sillas acomodadas delataban que el paciente recibía recurrentes visitas.

—Hola, Zac ¿Cómo te sientes?

—Ya estoy acostumbrado a los hospitales, pero todavía me ponen triste cuando tengo que volver — La respuesta del pequeño provocó un sentimiento de pena en Lila, pero logró disimularlo.

—No te preocupes. Traeré algunos juegos y libros el jueves por la noche. ¿Te gustan los libros?

—Prefiero las historietas...

—Entonces traeré algunas de esas ¿Con Superhéroes?

—¡Sí! — Aunque debilitada, la voz de Zac adquirió emoción. —¡Y Supervillanos!... Oye ¿De verdad te llamas Lila? ¿Como el color?

—Sí, y resulta que, además de mi nombre, también es mi color favorito...

—A mí no me gusta. Es de niñas. Prefiero verde o el marrón, como los árboles de aquí.


Esa mañana, apenas cruzó la puerta de la casa, Lila gritó llamando a su hermano. Zac le había resultado adorable y estaba feliz de poder ser útil y ayudarlo, pero algunas factores de aquella situación también resultaban abrumadores. Green era el único que iba a entender su impacto.

Tuvo que abstenerse de compartir sus sentimientos cuando lo encontró en la cocina acompañado de Kim.

—Tu hermano está alterado desde que se despertó — Se quejó ésta, luciendo irritada.

—De ninguna manera... — Green dijo, acercándose a Lila. —... voy a permitir lo de esta noche.

Lila tuvo que procesar esas palabras unos prolongados segundos antes de comprenderlas. Era miércoles. Día de pagar la apuesta a Justin Bieber.

—Se supone que si no cumples tu palabra serás condenado en ese ámbito o algo así — Recordó Lila, dejando su bolso sobre la encimera. —No te estreses, Green, no es la gran cosa. Incluso lo había olvidado...

—Escúchala, mi amor — Kim acarició el brazo de su novio mientras hablaba. —Si no quieres delatar que ella es alguien importante para ti, simplemente cumple la apuesta. Mientras menos demuestres interés, mejor.

El chico tomó varias respiraciones profundas y salió de la cocina, luciendo derrotado.

—Realmente ¿Es tan malo? — Indagó Lila.

—No, Lil. Tu hermano es un exagerado en lo que a Bieber respecta. Ya te dije, solo tienes que pasearte por las carreras con él un par de horas.

La aludida no pudo preocuparse por esa circunstancia. Su mente aún volvía al niño con el que había entablado conversación la mayor parte de la noche y, de repente, la nostalgia punzó su corazón ante los recuerdos...

Green volvió a ingresar a la cocina con pasos apresurados, haciendo que la joven saliera bruscamente de su ensimismamiento. Una sonrisa triunfante se encontraba plasmada en el rostro de su hermano.

—Prepárense para esta noche. Tengo un plan...


-TatianaRomina

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