10 km

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Lila aún sentía un malestar en su pecho cuando se despertó al día siguiente. Las carreras le resultaban apasionantes, todos sus sentidos cobraban vida cuando veía correr aquellos autos. Sin embargo, cuando pisaban los frenos, ella se sentía expuesta en ese ámbito. La sensación de ahogo la golpeaba, como si estuviera a punto de ser agredida. Aquellos ataques de ansiedad no la asaltaban hacia bastante tiempo y le preocupaba que hubieran vuelto la noche anterior.

Creía que, tal vez, tuviera que ver con la culpa. Lo que hizo con el piloto rival de su hermano parecía acorde y divertido en su momento, pero a esas horas le causaba angustia. No tendría que haberse aventurado a tanto.

Estaba tomando un rápido desayuno en la cocina, recordando su error, cuando Green apareció por la puerta, cargando el bolso de Justin. Sus labios todavía formaban una sonrisa de triunfo.

Dejó caer el bolso en la encimera, frente a Lila.

—Es tuyo, te lo mereces — Afirmó, con voz risueña.

La arrogancia que desprendía su hermano la irritaba. Pensó varias veces en confesarle que se había desviado del plan inicial y había besado a Justin Bieber, solo para fastidiar la felicidad que sentía a costa del otro.

Por lo que había observado, Justin no parecía ser tan malo como Green lo describía. Bien él podría haber aparentando para intentar engañarla, sin embargo eso no hacía que la joven se enorgulleciera de haberle robado.

Quitó la vista del bolso, así también tratando de sacar su mente de esos pensamientos. Quería concentrarse en su trabajo de esa noche. Comenzaría a trabajar en la unidad donde Zac estaba internado, algo que la entusiasmaba tanto como la asustaba. No había encontrado el momento oportuno de contárselo a su hermano, y sabiendo que esa historia lo impactaría, decidió no hacerlo en ese momento.

—Muero por verle la cara en la reunión del municipio... ¿Irás? — Preguntó Green.

—Realmente, no tengo ganas de repetir eso. No me apetece siquiera volver a las carreras — Respondió ella.

—Esa fue mi idea desde el principio, tu insististe enana.

—Quiero llevar una vida tranquila, ya tuve demasiado movimiento los últimos años.

Green la miró fijamente. Era la primera vez que su hermana hacía alusión a los años donde había actuado extraña y distante.

Lila pasó a planificar su día con sumo cuidado, como si quisiera tener el control sobre aquella sensación opresora en su pecho. Antes de dirigirse a la clínica, pasó por una tienda de comics donde adquirió algunos de los más populares. También consiguió juegos de mesa, entre ellos, los naipes.

Al cruzar las puertas de emergencias, saludó a varios de sus compañeros y anunció el cambio en su puesto mientras cercioraba que sus antiguos pacientes estuvieran ya asignados a nuevos enfermeros. Tomó al ascensor hasta el tercer piso, el área de pediatría.

Recorrió con su mirada los pasillos y encontró en ese lugar la tranquilidad que necesitaba. Si bien la mayoría de las personas se sentían acongojadas en las clínicas y los hospitales, Lila no se dejaba amedrentar por las enfermedades y las situaciones límites contenidas en ese lugar. En cambio, a pesar de que en la mayoría de los casos fracasaba, no perdía las esperanzas con cada alma que atendía. Siempre esperaba hacer por éstas lo que no había podido hacer por ella misma durante mucho tiempo... salvarlas.

Ese era su lugar, allí no había influencias que la indujeran a cometer actos imprudentes, al contrario, vivía para el servicio. Allí ayudaba a los demás, no los embaucaba para después robarles dinero. Tras ese pensamiento, Lila tragó saliva por la vergüenza que acaloraba su rostro.

No volvería a inmiscuirse en asuntos ilegales como aquellas carreras.

Jamás volvería a ver o saber de Justin Bieber.

Lila entró a la habitación con sigilo, pero Zac aún estaba despierto. La cama estaba arrimada de forma que se encontraba sentado, comiendo una gelatina. Al oír la puerta, miró a Lila y sonrió tratando de no despegar sus labios. Su piel y el brillo en sus ojos delataba que se sentía mejor.

—Hola, Zac.

—Hola, Lila — Los ojos del pequeño se desviaron a las bolsas que ella cargaba y mostró una sonrisa. —De verdad has traído historietas — Se emocionó.

—Y de las mejores... según me dijo el tipo que las vendía.

La muchacha acercó una silla a la cama y se sentó a un lado de ésta. Comenzaron a transcurrir las horas mientras ellos interactuaban. Cerca de medianoche, ambos habían olvidado los juegos y los comics, enfrascados en su conversación.

—Mi papá es juez en las ciudades centrales, mi mamá es abogada aquí en Mahogany mi hermana mayor se recibió de doctora, como tú... — Comentó el pequeño.

—Yo solo soy enfermera — Contrapuso Lila, sonriendo con gracia.

—Pero deberías ser doctora...

—Tal vez... ¿Tú que quieres ser de grande?

—Ufff, ese es un problema. Además de mi hermana, mis otros dos hermanos ya van a la universidad. Uno estudia Leyes como mis papis, el otro Ingeniería... lo único que me caracteriza a mí es mi enfermedad — Su voz fue perdiendo fuerza mientras hablaba.

—Aún eres un niño, te queda mucho por recorrer y podrás aprender de todos ellos.

—Sí. Mis padres son los mejores del mundo, pero dan demasiados besos y abrazos para mi gusto.

Lila soltó una carcajada.

—Puedo ver que no te gustan los arrumacos.

—Es que todos me tratan como si fuera a romperme en cualquier momento, excepto mi hermano, el Ingeniero, por eso me gusta estar con él. Cuando juega o es pesado conmigo no me recuerda que estoy enfermo todo el tiempo...

—¿Es pesado contigo? — Consultó Lila.

—Ufff sí, es toda una molestia.

—Yo también tengo un hermano mayor que es una molestia, creo que empeora con el tiempo.

Esa vez, Zac fue quien comenzó a reír con ganas.

Fue una noche tranquila. El niño levantó un poco de fiebre mientras dormía esa madrugada pero la jefa de enfermeras le explicó que era normal, debido a la vulnerabilidad de las defensas en los sueños.

Durante mucho tiempo, Lila se había especializado en enfermedades cancerígenas por un paciente similar a Zac. A pesar de los recuerdos que la asaltaban cuando estaba al lado de éste, aquella experiencia le permitió crear un rápido vínculo con el pequeño.

Por eso, cuando dos días mas tarde llegó a la clínica a cubrir un turno diurno y la jefa le dijo que Zac había estado complicado durante la noche, se dirigió con angustiosa prisa hacia su habitación. La jefa fue tras ella, diciendo:

—No te alarmes. La fiebre se disparó y tuvimos que llamar al médico de urgencias, quien lo solucionó de inmediato, ya se encuentra estable.

—¿Quién se quedó con él mientras tanto?

—Sus padres están fuera de la ciudad, pero su hermano está aquí.

Lila abrió la puerta y divisó a Zac. Su semblante estaba pálido otra vez y las ojeras delataban una tortuosa noche de desvelo. Aún así, sonrió con alegría al ver a su enfermera.

—¡Lila! — Exclamó.

—Señorita Porter... — Saludó el doctor.

La tercera persona que se encontraba en la habitación se limitó a mirar a Lila con evidente perplejidad, y cuando la muchacha se recuperó de su propia consternación, pensó que aquella era la primera vez que veía a Justin Bieber demostrar algo en su expresión.


-TatianaRomina

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