15 km

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Lila estaba recogiendo sus cosas en la recepción, lista para marcharse ya que su turno había acabado. La jefa de enfermeras se acercó presurosa a su dirección para tomar algunas planillas del mostrador. Antes de seguir su camino, habló:

—Señorita Porter, toma esta semana libre.

—¿Qué? — La aludida murmuró, sorprendida.

—Haz trabajado demasiado este último tiempo. Te mereces un descanso. Adelante, toma la semana. No la descontaré de tu paga — Después de decir aquello, la jefa se marchó.

Lila la observó, asombrada. Esas pequeñas vacaciones eran inesperadas para ella, pero estaba más que agradecida. Su cuerpo entero y su mente las necesitaban.

Se dirigió al ascensor, con paso ansioso, justo cuando éste se detenía ante ella. Al abrirse las puertas, divisó a Justin Bieber dentro, haciendo que se sobresaltara con preocupación.

—¿Ocurrió algo con Zac? — Inquirió de inmediato.

Justin negó con la cabeza mientras una sonrisa se formaba en sus labios.

—No. Él está más que bien. Simplemente quería venir a verte — Explicó.

—¿A mí? — La muchacha parpadeó.

—Quería saber si quisieras ir a algún lugar... ya sabes... tal vez a desayunar en el bar donde compro los café para nosotros — Ofreció él.

Lila entró al ascensor, apretando el botón de la planta baja. Sopesaba la sugerencia de Justin en su mente y el lado negativo estaba ganando. No le parecía buena idea. Socializar con él en la clínica era una cosa, pues en ese lugar, el chico se trataba solo del familiar de un paciente. Al cruzar las puertas de salida, sin embargo, se volvería a convertir en Justin Bieber, el piloto que su hermano odiaba hasta las entrañas y de quien Lila, realmente, no sabía nada.

Al parecer, su acompañante vio la indecisión en sus ojos, porque agregó:

—Traje el Camaro azúl ¿Recuerdas? ¿El milagro de Chevrolet?


Lila cerró la puerta con suma delicadeza y acarició el tapizado con la misma devoción que había acariciado el exterior del coche segundos antes. Justin subió en el asiento del conductor y encendió el motor. El ruido que producía fue como música en los oídos de la joven.

—¿Ya no asistirás a las carreras? — Preguntó Justin, minutos después de conducir, cuando notó que la chica todavía estaba embelesada por el vehículo.

—No. Me gustan las carreras en sí mismas pero el ánimo que se mueve allí es... hostil — Se sinceró.

—Con tanto dinero en juego, diría que es comprensible — Justin asintió.

Lila pareció recordar algo y rebuscó dentro de su bolso. Sacó un papel de madera, el cual envolvía algo.

—Este el dinero de la carrera que ganaste, no he tocado ni un centavo... — Ella dejó la pila de billetes sobre la guantera.

Justin río por lo bajo.

—Sí, bueno. Gracias chiquilla. De todas formas, no tienes que fingir un robo para besarme la próxima vez. Solo dilo, lo resolveré por ti.

La joven sintió el enojo alterar su estado de ánimo.

—Espero que mantengas esa sonrisa la próxima vez que golpee tus pelotas, también — Espetó.

—No hables con tanta intensidad sobre golpear mis pelotas, me haces pensar en otras cosas... — Él se burló.

Ella se acomodó en su asiento, soltando un bufido bajo.

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