24 km

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El suave algodón se volvió espeso al ser mojado por el desinfectante. Pronto, cuando Lila limpió las heridas de su hermano con éste, adoptó un color carmesí intenso. La enfermera suspiró, alternando su vista entre aquella compresa y su teléfono celular, esperando alguna noticia de Justin.

La ansiedad estaba alterando los latidos de su corazón. Podía escuchar a Green, más aunque él bramaba con furia descomunal en contra del piloto rival de las carreras, a sus oídos solo llegaban murmullos lejanos, su cerebro estaba ocupado tratando de asimilar los hechos.

Escaneó con su mirada la sala de estar, repleta de flores cuya belleza en ese momento parecían discordar con tal situación. Y, de hecho, teniendo en cuenta el emisor de aquellos obsequios, a pesar de sus colores vivos, simplemente volvían el panorama más sombrío.

Lila se alejó del grupo reunido en el lugar para dirigirse escaleras arriba y encontrarse sola en su cuarto. La madrugada había avanzado y ella debía ingresar a su turno en la clínica en pocas hora. Se recostó en la cama, revisando su móvil una última vez. No había nada allí.

Su sueño fue intranquilo. Antes de lograr dormirse dio demasiadas vueltas sobre el colchón, tratando de evadir los pensamientos que intentaban acusarla. Por eso ya se encontraba cansada incluso antes de cruzar las puertas delanteras de la clínica. La sala principal estaba atestada de gente, al parecer, un brote de gripe había afectado a la ciudad gracias al frío repentino. Pasó de todos ellos, saludando solo al personal de enfermería y a pocos médicos conocidos.

Sin embargo, se detuvo justo antes de doblar el pasillo que conducía a los ascensores. El Señor y la Señora Bieber estaban allí. No habían logrado verla, había cierto velo de angustia nublando sus ojos. La Señora Bieber inspiró con fuerza.

—No entiendo qué es lo que ha ocurrido— Dijo, cansada.

—Cariño, Justin ya es mayor, es el único que debe hacerse cargo de sus actos— Dictaminó el hombre, más firme que su esposa.

—Pero él jamás había hecho algo como esto ¿Cuál problema es lo suficientemente grave como para intentar solucionarlo con golpes? Mi hijo no es esa clase de persona, estoy seguro que lo interceptaron, aunque no quiera decirnos que sucedió realmente— La mujer negó con la cabeza mientras hablaba.

Lila hizo rodar sus ojos ante la imagen del inocente Justin y tomó otra dirección hacia las escaleras. No quería enfrentarlos. En ese momento no sería capaz de mantener una expresión neutral y fingir que no tenía nada que ocultar. Los Señores Bieber eran buenas personas y no se merecían ese tipo de insolencias por su parte.

Sus presencias allí indicaban, no solo que habían descubierto a su hijo herido y lo habían trasladado a la clínica, sino que los puños de Green habían causado más daño del que la enfermera había imaginado. Otra vez, la preocupación la asaltaba.

Llegó a la planta de pediatría, repitiendo los protocolares saludos de todos los días. Al notar anomalías en el estado de salud de varios de sus pacientes, se puso en marcha enseguida para atender sus urgencias, dejando de lado las suyas propias.

Cuando la tarde estaba a punto de comenzar y el ajetreo disminuyó a unas pocas enfermeras caminando y las maquinas funcionando, Lila se acercó a la recepción para anotar el desarrollo de los niños a su cargo. Mientras se ocupaba en sus escritos, alguien se acercó al box. Cuando el recién llegado apoyó sus brazos sobre la mesada que lo separaba de Lila, ésta levantó su mirada, encontrando la de Justin.

Contuvo la respiración. No esperaba que fuera a verla. A pesar de que los asuntos que él tuviera con su hermano no tenían que ver con ella, lo ocurrido inevitablemente había despertado cierta rabia en su interior y pensaba que el piloto también iba a trasladar su bronca a ella.

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