19 km

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El teléfono de Lila comenzó a sonar mientras ella cruzaba la calle, rodeada de muchos otros peatones, por el centro de Mahogany. Una vez situada en la vereda, se alejó del gentío que caminaba por allí, apoyando su espalda contra un edificio, y atendió el móvil.

—¡Brownie! — Exclamó con alegría. —¡Mi bello Brownie! ¿Cómo estás?

—¡No! Te dije que ya no me llamaras de esa forma — Oyó la voz espantada de su sobrino a través del auricular.

—Lo siento ¿Cómo es que debo llamarte ahora, que te has convertido en un señor de cinco años?

—Soy Brown, tía Lila, solo Brown — El pequeño ahogó una risa.

—Entonces, solo Brown ¿Cómo estás?

Hubo un silencio prolongado del otro lado de la línea y Lila supuso a qué se debía. Brown finalmente dijo:

—He conocido a papá hace tres días.

—¿Y? ¿Qué tal fue? — Indagó la chica.

Green estaba presente en la misma habitación que su hijo. Lo observaba embelesado mientras él hablaba con Lila por el celular. Se sentía sobrecargado de sentimientos dentro suyo, pero intentaba aparentar lo mejor posible. No podía creer lo hermoso y maravilloso que Brown era, y desde que lo había conocido, terminaba sus noches envuelto en un llanto angustioso debido a la culpa que lo acribillaba. Nunca tendría que haberse ido... Por otro lado, de no haberlo hecho, no tendría tanto dinero como en ese momento, el cual le permitía mantener sin problemas la situación de su primogénito.

-

En Mahogany, el comportamiento de Green Porter estaba lejos de ser dócil. Sin embargo, sus peores años de rebeldía databan tiempo atrás, antes de llegar a esa ciudad, durante su adolescencia.

Criados por unos erráticos padres que destruían con sus arrebatos de violencia cualquier rastro de optimismo, él y su hermana menor lidiaron con eso de formas diferentes. Mientras Lila se esforzaba por salir adelante y mantener la cordura, Green se dejó absorber por un agujero de desesperanza. Encontró, con lamentable rapidez, unos cuantos amigos que lo introdujeron en los malos hábitos (como las fiestas, las borracheras, las peleas improvisadas). Su vida estaba en constante declive, hasta que tocó el fondo.

La chica de turno con quien se acostaba quedó embarazada gracias a una noche de descuido. Ella no era la mejor opción para ser madre, pero aun así aquel fue un acontecimiento salvador para su vida, puesto que se trataba de una drogadicta hundida en los excesos que al enterarse de la noticia, empeñó su esfuerzo para cambiar aquellas formas.

Green, por su parte, iba a tener un hijo y eso lo aterraba. No había tenido un buen ejemplo de sus propios progenitores y estaba totalmente seguro de que fallaría en esa tarea. En sus cavilaciones, llegó a la conclusión de que el niño estaría mejor sin él... por lo que decidió desaparecer. Iba a encargarse del dinero que requiriera, seguro de que podía cumplir con eso, pero no podía ser padre. Si bien lo condenaba la tortura por alejarse del niño, la idea de lastimarlo si se quedaba era peor.

Se fue de la ciudad, buscando alejarse de sus fantasmas y al mismo tiempo conseguir un empleo que le permitiera solventar sus gastos. Por mucho que lo intentara, ni siquiera había terminado los estudios secundarios y no había oportunidades para él...

Hasta que se enteró de las carreras clandestinas.

Fue muy difícil hacerse un lugar en aquel ámbito. Comenzó siendo uno de los tantos muchachos que juntan el dinero de las apuestas, lo que le bastaba para vivir día a día y pasar la mayor parte de las ganancias a su hijo. Interiormente, siempre anhelaba ser uno de los tantos pilotos por los que la gente apostaba.

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