49 km

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Último Capítulo

(Pronto el epílogo)

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—Lila ¿Qué haces aquí?

La voz parsimoniosa del hombre atravesó la penumbra de la habitación, llegando a los oídos de la joven, haciendo que despegara su vista del suelo y la posara en él.

—Quería asegurarme que todo estuviera en orden— Respondió la chica con voz apenas audible.

Volvió a girar sus ojos, esa vez dirigiendo su atención a la cama alta de metal junto a ella, donde un chico se encontraba postrado.

—Cuando te prohibí la entrada el quirófano, esperaba que entendieras la indirecta— El médico se acercó a ella. Su tono era afable, pero la convicción era firme en sus palabras. —No puedo dejar que lo tomes como paciente. Tus sentimientos interferirían con tus tareas.

La enfermera escuchó la advertencia a pesar de desprender un aire ausente. Asintió con lentitud, utilizando la punta de sus dedos para acariciar la fría mejilla del muchacho en la cama. Escudriñó con la mirada el rostro del mismo: pálido, ojos morados. A pesar de que el tubo ingresado en su garganta que lo mantenía con vidas días atrás ya no era necesario, aún utilizaba una mascarilla de oxígeno que en parcialidad respiraba por él.

El cuerpo de Lila se estremeció a causa del llanto. El doctor tenía razón. No podría tomar como paciente a Justin Bieber sin sufrir un colapso ella misma. Una vez más, las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, resbalando por sus mejillas.

Mientras era trasladado en ambulancia a la clínica de Mahogany, el corazón de Justin tuvo que ser reanimado una vez para que continuara latiendo. Luego, en la operación que duró más de doce horas, sufrió dos paros cardíacos y tuvieron que esforzarse por sacarlo de la muerte en ambas ocasiones. Pudieron arreglar sus huesos rotos, sus tendones destruidos, incluso el daño en sus piernas. Sin embargo, debido a la herida en sus pulmones (causante de que la sangre lo ahogara) su cerebro no había recibido oxígeno por mucho tiempo y sus neuronas comenzaron a morir.

Dejándolo en coma.

—Coma Tipo— Dijo el cirujano de turno horas antes y Lila sintió que su fuerza se debilitaba tras ese anuncio.

—Sin respuesta motora— Susurró, su voz quebradiza por la angustia.

—Aún posee reflejos cornéanos. Sus párpados se mueven cuando estimulamos sus ojos. Es un reflejo de defensa, por lo que podría significar un poco de esperanza, sin embargo... No reacciona ante ningún otro estímulo. Ni siquiera al dolor... Esa es una mala señal, como bien sabes. El señor Bieber podría jamás despertar.

Lila sorbió su nariz, intentando que su llanto fuera lo más silencioso posible. Podía sentir la mirada del médico sobre ella. Había solo una ventana en la habitación y el paisaje que la misma mostraba delataba lo avanzada que la madrugada estaba. Los padres de Justin se habían marchado a su chalet para atender a Zac, pero la pena por el estado de su otro hijos probablemente los siguiera atormentando allí. Green aún estaba en la sala de espera cuando su hermana se escabulló en la sección de cuidados intensivos para ver a su novio.

—No me interpondré en el tratamiento, yo solo... Quiero estar con él— Rogó la chica.

El doctor asintió y no agregó nada más al salir de la habitación.

La enfermera puso su mano sobre la de Justin, la cual se encontraba helada. La acarició, esperando transmitirle algo de calor.


Un gemido escapó de su garganta. Un dolor tirante había atravesado su espalda y, cuando abrió los ojos, Lila supo el motivo. Se había quedado dormida sentada a una silla, con su cabeza apoyada en la cama de metal. Estiró su cuello para aliviar la contractura y en ese momento notó la presión en su mano derecha. Llevó sus ojos a la misma y encontró que los dedos de Justin se habían cerrado alrededor de su palma y que estaban aferrados a ella.

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