26 km

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El sonido lejano de un teléfono celular emitiendo un agudo pitido provocó que Lila emergiera de su brumoso sueño. Mantuvo sus ojos cerrados, con desidia por despertar. Intentó cambiar de posición para continuar durmiendo pero un peso sobre ella impedía que se moviera. Sus párpados revolotearon antes de abrirse completamente.

Unos brazos masculinos la envolvían con fuerza. Estaba aprisionada contra un fornido cuerpo cuya piel desnuda irradiaba tibieza. Entonces, recordó dónde se encontraba y sonrió, apoyando su mejilla contra el pecho de Justin.

El móvil volvió a sonar y aquella alerta trajo a la memoria de Lila que su hermano volvería a Mahogany ese día. Preocupada, se liberó del enredo de anatomías que había formado con el piloto bajo las sábanas y se dirigió apresurada a su bolso, desde donde provenía el ruido. Levantó también su ropa, esparcida por el suelo, antes de salir de la habitación y caminar a la cocina.

—Hola ¿Green?— Contestó la llamada, poniendo fin a su tono.

—Hola, enana ¿Todavía durmiendo?— Respondió él.

—Sí, sí, yo estaba... ¿Has llegado a la ciudad?— Preguntó la chica, sosteniendo el teléfono entre su hombro y su oído para colocarse el vestido con prisa.

—No aún. Estamos a un par de kilómetros. Llegaremos al mediodía y, ya que eres la mejor hermana del mundo, quería pedirte el favor de que prepararas el almuerzo— Sugirió Green.

—¿Estamos?— Finalmente, la joven había terminado de vestirse y a pesar de estar ocupada en esa tarea, había prestado atención a las palabras del chico. —¿Estamos? ¿Con quién estás viniendo?

Antes de obtener respuesta, Lila finalizó la llamada con su hermano, pues la puerta del dormitorio que estaba de espaldas a ella fue abierta con brusquedad. Giró sobre sus talones para encontrarse con la amedrentada mirada de Justin. Al hacer contacto visual, el muchacho exhaló con fuerza, manifestando su alivio.

—Maldición... Lila, creí que te habías ido— Murmuró.

—Lo siento, estaba al teléfono— Indicó ella, dejando el aparato sobre la mesada.

Justin se acercó, dando pocos pasos hasta detenerse a pocos centímetros de distancia. Con delicadeza, extendió su mano y acarició la mejilla de su compañera. Las comisuras de sus labios se fueron elevando lentamente hasta formar una sonrisa cargada de alegría.

—Buenos días— Saludó, inclinando su rostro para unir sus bocas.

Ella aceptó aquel gesto dulce, devolviendo el beso con igual suavidad. Una vez que hubo terminado, la chica suspiró.

—Buenos días— Repitió.

Él abrazó la cintura de la joven y enterró su cara en el cuello de la misma.

—¿Pudiste descansar bien anoche?— Inquirió, dejando unos cuantos besos en aquella curvatura.

—Sí, de hecho dormí tan plácidamente que cuando desperté no recordaba dónde estaba— Admitió ella.

Sintió los labios de Justin formar una sonrisa contra su cuello antes de que éste levantara su cabeza y volviera a enfrentar sus rostros, dejándola a la vista.

—¿Segura que eso no fue debido a los Daiquiris que bebiste?— Se burló.

—Solo fueron dos— Se defendió ella, sonriendo con amplitud, mientras abrazaba al muchacho y acariciaba su espalda. —Nada de que preocuparse.

Él la besó nuevamente, esa vez destilando mayor pasión. Ambos se fundieron en aquel momento íntimo, donde sus manos recorrían al otro y sus labios unidos transmitían todo sin hablar palabra alguna.

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