40 km

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Lila dormía profundamente. Había completado un turno de doce horas en la clínica durante la noche así que se había dirigido directo a su habitación para descansar en cuanto llegó a su casa. Se despertó tiempo después gracias al sonido de la alarma que había programado con anterioridad y el potente sol de la tarde que entraba por las rendijas de su persiana.

Abandonó su cama de inmediato para tomar una ducha. Luego, fue a la cocina y comenzó a preparar unas tarteletas con dulce de leche. Sus amigos habían planeado visitarla esa noche, pactando que ellos llevarían la comida y bebidas mientras ella se encargaría del postre.

Una vez que dejó las pequeñas tartas en la heladera, el timbre alertó la llegada de sus invitados. La chica caminó a través de la sala y abrió la puerta, sonriendo agradecida por la incondicionalidad de sus tres compañeros. Sin embargo, detrás de la puerta, había cuatro personas en lugar del trío.

Justin Bieber había apoyado la mano en el marco del umbral, recargando su peso contra él, por lo que su rostro quedó a pocos centímetros de la expresión asombrada de Lila cuando ésta abrió la puerta. Transcurrieron varios segundos en los que no hicieron más que mirarse uno al otro. Sus ojos conectados por sentimientos invisibles que los atraían. Al final, la muchacha dio un vacilante paso atrás, poniendo distancia.

—Justin— Musitó. —¿Qué haces aquí?

Kim y Mary ingresaron a la casa, empujando a Justin para que hiciera lo mismo. Las sonrientes muchachas cargaban cajas de pizza, mientras Cameron, quien entró último, traía envases de soda.

—Hola, Lil— Saludó Kimberly. Luego, se dirigió a los otros. —Mary, Cam ¿Vamos a la cocina para poder preparar la cena?

Enseguida Mary se encaminó detrás de su amiga, más Cameron frunció el ceño, confundido.

—¿Cómo que preparar la cena? ¡Si hemos traído comida hecha!— Refutó.

La exasperación fue evidente en la mirada que las dos jóvenes posaron en el chico, lo cual hizo que él comprendiera la situación.

—Oh, sí. Ya entiendo— Murmuró, apurando el paso hacia la cocina.

Los ojos de Lila lo siguieron hasta que se perdió de vista. No podía asimilar lo que estaba sucediendo y esperaba que alguien más se lo explicara.

—No puedo creer que haya estado celoso de ese tipo— Farfulló Justin, ganándose su atención.

Él estaba de pie a un metro de ella, observándola atentamente. Su rostro se encontraba serio, más sus irises ámbar brillaban llenos de afección. La enfermera lamió sus labios y tomó una profunda exhalación, buscando palabras que decir dentro de su pasmado cerebro.

—Me sorprende verte— Se sinceró.

—Cameron me ha contado sobre tu sobrino— Dijo el piloto, su voz cargada de empatía. —Lo siento mucho, Lila. En verdad.

Ella asintió y posó su mirada en el suelo.

—Sí... Bueno, ahora está en el extranjero. Creo que ha mejorado bastante.

—Seguramente. Los doctores allí son capaces de hacer magia. Ellos le salvaron la vida a Zac.

La muchacha escuchó los pasos del joven acercarse por lo que levantó su vista para enfrentar sus rostros. Él contuvo el impulso de tocarla, apretando los puños en sus costados.

—¿Cómo te estás sintiendo tú?— Indagó dulcemente.

Lila parpadeó repetidas veces, extrañada. Ella solía formular el mismo interrogante a sus pacientes o a los familiares de lo mismos, incluso recordaba habérselo preguntado a Justin en una ocasión. Que esas palabras fueran dirigidas a ella por primera vez le resultaba un gesto afectuoso.

—No lo sé. Me siento muy asustada por lo que podría pasar. Temo que esto no funcione y, cuando todas las esperanzas estén rotas ¿Qué pasará luego? No quedará más que esperar el golpe final... ¿Cómo podríamos siquiera continuar viviendo cuando todo lo que nos depara el mañana es un suplicio?— Pronunció sus preocupaciones en voz alta.

Inesperadamente, los brazos de su interlocutor la rodearon y estrecharon con fuerza contra su cuerpo.

—Sé lo que sientes— Susurró él en su oído. —La incertidumbre puede ser demoledora, y eso es una mierda considerando que absolutamente nada en esta vida es seguro. En tan solo un segundo las estrellas podrían caer del cielo, podría apagarse el sol y podrían extinguirse todos los latidos de cada corazón. No podemos hacer nada con respecto a eso, Lila, no podemos controlar el porvenir, pero estamos vivos ahora y podemos hacer del ahora algo mejor.

Ellos se mantuvieron abrazados los minutos siguientes, aferrados como si no quisieran soltarse. Finalmente, Justin volvió a hablar:

—Lamento mucho el modo en que te traté en las carreras. En serio, lo siento desde el fondo de mi corazón. Si hay algo que pueda hacer para arreglarlo...

Entonces, Lila se separó de él, desenvolviendo sus cuerpos y dando varios pasos lejos.

—Yo... Te aprecio demasiado, Justin. Me gustaría poder arreglar todo y mantenerme a tu lado, pero no puedo permitir que un hombre actúe conmigo de esa forma y simplemente dejarlo pasar. Créeme, ya estuve ahí y no funciona para nada— Dictaminó, limpiando una lágrima que corría por su mejilla. —De todas formas, esto fue complicado desde el inicio para nosotros. Debíamos retorcer mucho las cosas para estar juntos, ¿Eso realmente auguraba algo bueno?

—Lo sé— La voz de Justin abandonó su garganta en forma estrangulada. —Lo entiendo. Está bien, sólo...— Tragó la angustia con dificultad y esbozó una sonrisa. —Seguiré estando aquí para ti. Aunque se caigan las estrellas, se apague el sol y se extingan los seres humanos, estaré aquí para ti, chiquilla.

Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó de ésta un papel doblado. Realizando movimientos ágiles con sus dedos, perfeccionó los lugares arrugados de su obra antes de entregársela a la chica frente a él.

La enfermera observó la figura, sus labios se curvaron y su visión fue empañada por las lágrimas.

—Son estrellas binarias ¿Cierto?— Observó.

—Una estrella binaria. Juntas son un todo. Ambas son una— Corrigió Justin, aproximándose a Lila y plantando un largo beso en la frente de la misma.

Inmediatamente después de aquel acto, dio media vuelta y se dirigió presuroso a la salida. Ingresó en su automóvil, mas bajó la ventanilla para que la brisa fresca de la noche impactara en su rostro y renovara el aire oprimido en sus pulmones. Recordó los días no muy lejanos donde su sistema inmune se negaba a sentir en absoluto, y maldijo a aquel hombre de piedra en su interior por causar que perdiera a la única persona que había resucitado sus sensaciones muertas.


-

La semana transcurría, a punto de desembocar en el final del tratamiento de Brown. Lila sabía de él lo que Green le comentaba, pero no había una opinión médica aún.

La joven se encontraba tecleando en su teléfono móvil, respondiendo un mensaje de Justin en el cual le preguntaba por la salud de su sobrino y por ella misma. Justo cuando oprimió el botón para enviar, una llamada entrante la alertó. Era el número de Green.

—¡Hey!— Contestó. —¿Y? ¿Has hablado con los doctores?

—Sí, Lil. Las cosas no marchan tan bien— Anunció él, con la voz atribulada. —Su enfermedad está muy avanzada. Dijeron que pueden controlarla y darle calidad de vida, pero no están seguros de poder extender su tiempo.

La enfermera se quedó allí, estática en su lugar, oyendo aquello que más temía oír.

—¿Hay algo más que se pueda hacer?— Logró articular.

—Están intentando encontrar la manera, pero no me dan esperanzas y destruyeron todas las que tenía— Su hermano sollozó.

Ella también gimió debido a la pena, sin embargo mantuvo su firmeza para pronunciar:

—Bueno... Hagamos lo que podamos hoy y dejemos que el mañana sea por sí solo.


-TatianaRomina

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