23. "¿Un error?"

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Carolina Pov's

Una hora luego de que Jorge se fue, busqué unos bocadillos en la cocina y me preparé para ver películas lo que restaba de la noche. Sólo me faltaba el helado para llorar y hundirme en el sofá.

—¿Ya se fue la nena de tu novio? — oí a Agus sentarse a mi lado y tomar palomitas del tazón que tenía en mi regazo.

—Oyee.. —le pegué en la mano y en la frente para que no lo hiciera de nuevo. —Y si, se fue. Ahora déjame en paz.

No quería sentirme más humillada de lo que me sentía y él no colaboraba con la causa. Quería que se fuera, no quería verlo, pero de hecho hizo todo lo contrario: se acomodó en el sillón como sólo él sabía hacerlo poniendo su tobillo en su otra rodilla y las manos en la nuca.

—Creí haberte dicho que te fueras. —entorné los ojos furiosa por lo relajado que se veía.

Nop, me gusta esa peli.

Suspiré frustrada colocando con más fuerza de la necesaria el tazón en la mesa de centro, si él no se iba, me iría yo. Así de sencillo. No estaba de humor para peleas, ni comentarios sarcástico. Pero cuando me levantaba sentí una mano en mi cadera y la otra en mi brazo. Agus me jaló, girándome y casi pierdo el equilibrio y caigo sobre él.

—¿A donde crees que vas?

—¡Lejos de ti! —traté de soltarme pero me tomaba con más fuerza.

—No, quédate. —exigió.

—Maldición, no. No quiero respirar el mismo aire que tú. —escupí las palabras con enojo. Estaba harta de su tranquilidad. Poncho alzó una ceja burlón.

—Pues anoche y esta mañana compartimos más que aire, y parecía no importarte. —tiró de mi mano y caí sobre su regazo con cada mano en el respaldo del sofá. Su cuerpo estaba caliente y sus manos se sentía fuerte sobre mi cintura. Ahogué un gemido y cerré los ojos, repentinamente nerviosa.

No, Carolina ¡mantente intacta! Aspiré con fuerza y abrí los ojos, pero todo lo que pude ver fueron sus largas y espesas pestañas que enmarcaban sus sexys y duros ojos verdes. Dejé de respirar.

—Esto... —dije en un hilo de voz—Eso no debió pasar. Fue un completo error.

—¿Un error?—preguntó tranquilo— ¿Por qué? Si el deseo es más que obvio.

—Somos hermanastros.

—Ay Carolina, por Dios. Si que lo seamos es lo que lo hace excitante. —Lo miré incrédula, que me deseara por que le parecía excitante que seamos hermanastros fue lo último que esperé escuchar. Agus rió ante mi cara y acercó mi cara a la suya con su boca en mi oído. —¿No te excita la adrenalina de descubiertos así? —su voz era ronca y dura, como si no le molestara saberse muy excitado. Mis piernas tembraron y ni hablar de mi entrepierna que se humedeció sin mi permiso. En ese entonces bajó su boca a mi cuello, depositó un húmedo beso y por último dio un suave mordisco.

Apreté los ojos, luchando por no tomarlo por el cabello y hacer eso mismo en su cuello. Debía recordar de quién se trataba, que no debía caer nuevamente, debía ser fuerte y recordar sus palabras de hace un momento. «Si que lo seamos es lo que lo hace excitante.» abrí los ojos de golpe, lo empujé y me levanté a tropezones de sus piernas. La cara encendida y el cuerpo temblando.

—No, basta Agus. No quiero esto ¡no quiero que vuelvas a tocarme!

Su cara se desencajó por un momento, aún tenía sus manos en el aire, donde hace un segundo tenía mi cara. Su expresión cambió a una combinada entre indiferencia y burla, pero en ella podía ver su furia contenida, estaba allí, sin dudas. Llevó sus brazos atrás y los apoyó en el respaldo.

—¿No quieres? —soltó una risita— No parecía que no querías en Cancún cuando gritabas "¡Oh si, Agus. Más, más por favor!" —imitó mis gemidos de placer en mofa y con una voz chillona. Se encogió de hombros— De hecho, parecías encantada.

Eso fue la gota que colmó el vaso. Enterré mis uñas en la palma de mis manos conteniendome para no abofetearlo y gritarte. No quería, además, parecer una loca. Alcé mis hombros y puse los brazos en jarra.

—Lo que pasó en Cancún debería quedarse en Cancún ¿no crees? Deberías olvidarlo.

—¿Podrás olvidarlo tú? —se levantó del sofá y se acercó peligrosamente.

—¡Oh, claro que si! —reí sin gracia— Agustín aterriza, ya no estamos en Cancún, estamos en México. Aquí yo tengo mi novio, el real, el que amo. ¡No necesito seguir jugando a los hermanitos que se acuestan contigo! —exclamé sin alzar demasiado la voz por si nuestros padres estaban cerca, ya estaba enojada, enojada más conmigo misma. Su rostro era impasible, como siempre, pero estaba empezando a reconocer sus reacciones escondidas, como su mandíbula apretada, su vena sobresaliendo de su cien, sus puños apretados dentro de los bolsillos de sus pantalones de pijama. Pero su voz sonaba como si nada lo alterase.

—Mientete a ti misma entonces, y huye. —murmuró, se acercó a mi rostro y me tomó de la mandíbula. —¿Ya vez por qué no me lío con niñitas?

—Pues ¡ya no te me acerques!

Lo empujé apartándolo de mi, un minuto más y quién sabe que estupidez haría.

—¡Bruja! —gritó cuando ya iba escaleras arriba.

Entre a mi habitación y me recargué en la puerta. Mis manos temblaban descontroladas, mis piernas también y costaba respirar. Mi pecho subía y bajaba con fuerza y al bajar la vista, noté que mis pezones estaban erguidos y se apretaban contra la tela.
¡Joder!

Agus tenía un maldito control sobre mi cuerpo y las zonas más sensibles de el aún cuando peleabamos de la peor forma. Sería una humillación si se habría dado cuenta de ello porque desmentía todo la palabradería que acababa de soltarle.

Por Dios ¡claro que había notado lo excitada que estaba! Era un experto sobre las reacciones del cuerpo de una mujer, y yo no era precisamente muy buena ocultándolo.

Encendí el equipo de sonido y corrí hacia la ducha y me metí debajo del agua helada. Lloré cuanto pude mientras la música ahogaba mis sollozos.

Me sentía fatal y no podía perdonarme el deseo que sentía por él tampoco porque, a pesar de alejar el cuerpo de Agus de mi, mi mente no hacía lo mismo.

Y eso también era traicionar a Jorge. 

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9/10 :v

Mi Hermanastro | AguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora