Eres mía

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Un dolor punzante en la cabeza fue lo primero que hizo reaccionar a Alyz, intento abrir los ojos pero sus parpados no reaccionaban, se sentía extraña y confusa. Recordaba la nieve cayendo a través de las ventanas de la cafetería, ella yendo a casa, corriendo por la nieve al escuchar a alguien siguiéndola y entonces recordó lo demás.

A alguien atacándola, sofocándola con algo que olía horrible. Poco a poco obligo a sus ojos a abrirse, la luz entraba por una gran ventana a raudales, desvío la vista hacia una parte menos iluminada de la habitación mientras sus ojos se acostumbraban y entonces lo vio. Sentado a un lado, en una silla acolchada verde.

¿Cómo le había dicho que se llamaba? ¡Ah sí! Darius. Un lobo. Todas las alarmas saltaron en su interior, su jefa diciéndole que se alejara de ellos. Ella siendo atacada en la oscuridad, justo a unos pasos de su hogar.

-Veo que por fin te despiertas, has dormido mucho- dijo casualmente, como si la conociera de toda la vida y pudiera bromear con ella.

-¿Dónde...? ¿Dónde estoy?- preguntó Alyz con voz áspera, sentía la garganta seca

-En la casa principal de la mejor manada de la zona por supuesto y tú nuevo hogar- respondió como si fuera lo más obvio del mundo.

-No entiendo, yo... no soy un lobo- dijo Alyz intentando levantarse de donde estaba y por primera vez se dio cuenta de que estaba acostada sobre una enorme cama, aun con su abrigo puesto.

En cuanto logro sentarse en la cama una nueva oleada de dolor traspaso su cabeza, rápidamente se llevó una mano a la frente haciendo una mueca.

-Tómalo con calma- dijo Darius acercándose a ella, ofreciéndole un vaso con agua - pronto desaparecerá el dolor de cabeza- Alyz miro con desconfianza el vaso.

-Vamos tómalo, solo es agua- le dijo

-¿por qué confiaría en ti? tú me... me secuestraste- respondió Alyz asustada

-No te secuestre, solo... te traslade sorpresivamente hasta mi manada-

-¿Estás loco? me secuestraste yo... me quiero ir a mi casa- exigió Alyz levantando la voz, arrepintiéndose al instante tras sentir de nuevo ese dolor punzante en su cabeza.

-Lo siento pero no puedes regresar a tu casa, ya te lo he dicho, este es tu nuevo hogar- replico lo más amable que pudo

-Pero yo no soy un lobo, yo soy una humana, no debo estar aquí-

-Sé que eres humana, pero no eres cualquier humana, eres mi luna, mi compañera, por lo tanto, tu lugar es a mi lado- explico Darius

-¿Tu luna? ¿Compañera? no... no entiendo nada, yo solo soy Alyz y vivo y tengo un trabajo en Tiumen no me puedo quedar aquí- decía ella al borde de las lagrimas

- Veo que aun estas algo alterada, así que te dejare para que descanses y vendré a hablar contigo después, en aquella mesa hay más agua, jugo de naranja y unas aspirinas- dijo Darius levantándose y dejando a Alyz con mil dudas en la cabeza y una horrible sensación de que las cosas no irían nada bien.

En cuanto el chico abandono la habitación Alyz intento ponerse de pie, todo el cuerpo lo tenía entumecido, camino despacio hacia la puerta y giro el pomo, por suerte la puerta no estaba cerrada, la abrió un poco y lo más sigilosa que pudo intento salir pero de pronto un hombre se puso frente a ella impidiéndole el paso.

-Lo siento luna, pero no puede salir de la habitación, son órdenes del alfa- dijo aquel hombre

Alyz solo asintió y sin decir nada volvió a meterse a la habitación, siendo algo pequeña y delgada suponía que no representaba una amenaza para aquel hombre, por lo que escapar por la puerta mientras Darius no estaba no era una opción, se dio la vuelta y miro a su alrededor.

Flor de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora