Separados

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Después de la gran sorpresa que les dio Alyz al hablar después de tanto tiempo el Zar preparó todo para que salieran a cenar al mejor restaurante de la ciudad por la noche.

Animada Mirna le preparó el mejor vestido que encontró. Como aun no podía caminar del todo bien, decidieron que Alyz iría en su silla de ruedas, aunque esa no fue excusa para no arreglarse lo mejor que pudo. Las dos se vistieron y prepararon, por primera vez en muchos meses, Alyz se dejó arreglar, Mirna la maquillo y peino ahora que su cabello había crecido ya un poco más.

En cuanto dieron las siete el Zar se presentó en la habitación de las chicas, vestido con un elegante traje negro que resaltaba su cuerpo y altura. En cuanto Alekxander vio a Alyz quedó boquiabierto.

Sentada en su silla lucía un hermoso vestido blanco con encaje negro, con unos mayones blancos para protegerla del frió y los zapatos que el Zar le había regalado para que iniciara con su rehabilitación, el maquillaje resaltaba sus ojos azules, luciendo realmente hermosa.

—¡Te vez hermosa Alyz! —exclamó el Zar.

—Gra... gracias —contestó ella sonrojándose ante el cumplido, provocando que una enorme sonrisa apareciera en el rostro del Zar.

—Tú también te ves muy bien Mirna, si están listas podemos irnos —dijo el Zar señalando la puerta.

Mirna se puso detrás de Alyz para empujar su silla y todos juntos salieron hacia los pasillos del palacio. Atravesaron el palacio hasta la entrada principal donde una hermosa limusina negra los estaba esperando. En primer lugar entro Alyz y después Mirna que se sentó en la parte lateral dejando el asiento junto a Alyz vació para que lo ocupara Alekxander.

En cuanto estuvieron todos a bordo la limusina marcho hacia la ciudad. En las calles la gente iba y venía tranquilamente, Alyz se sorprendió al ver a tanta gente en las calles, pero le gustó mucho la arquitectura de la ciudad y lo animada que parecía ser, aunque de pronto sus nervios comenzaron a traicionarla.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Mirna al ver como su amiga apretaba los bordes de su hermoso vestido.

—Un poco —confesó ella.

—No tienes por qué estarlo, estaremos a tu lado en todo momento —la tranquilizó el Zar tomando su pequeña mano entre las de él. Alyz le sonrió agradecida y asintió.

Pronto llegaron al restaurante, tenía grandes ventanales y estaba cubierto por una hermosa enredadera de flores. La entrada era un arco de esta misma enredadera y ahí ya los estaban esperando. El Zar bajo primero del auto para ayudar a Alyz a subir a su silla de ruedas y la tomó de la mano para infundirle confianza. Llegaron hasta la entrada donde varias personas del restaurante ya los estaban esperando para darles la bienvenida.

—¡Bienvenido su majestad imperial! es un gran honor recibirlo —dijo un hombre mayor que parecía ser el dueño, haciendo una respetuosa reverencia.

Las demás personas que se encontraban con él también hicieron una reverencia hacia el Zar. Alyz se sorprendió al ver lo mucho que respetaban a Alekxander y que en sus miradas solo había eso, respeto, ni una pizca de miedo o resentimiento como recordaba de otra ciudad.

El hombre se dirigió hacia ellas y les dio también la bienvenida para después guiarlos hasta su mesa junto con tres meseros que atenderían personalmente a cada uno. El restaurante se encontraba vació, lo que Alyz agradeció con un ligero apretón en la mano del Zar, el solo le sonreía animado.

Llegaron hasta su mesa que se encontraba junto a unos ventanales que daban a un hermoso jardín interior, todos se acomodaron en sus lugares e inmediatamente les recitaron el menú especial que había para aquella ocasión.

Flor de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora