Encuentro

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Había estado nevando toda la tarde, lo que no era de extrañarse por aquellas fechas. Por fortuna pronto se acabarían las heladas y comenzaría la primavera, pensaba Alyz mientras limpiaba una de las mesas de la cafetería donde trabajaba.

Alyz trabajaba tiempo completo en aquella cafetería que, aun que era pequeña y estaba algo apartada de las grandes calles de la ciudad de Tiumen, era realmente acogedora y cálida. Todos los días agradecía a la hermana Katerina por conseguirle ese empleo.

Alyz se había criado en un pequeño orfanato en el que la habían abandonado cuando apenas tenía pocos días de nacida, pequeño como era, estaba dirigido por dos amables monjas, una de ellas la hermana Katerina. Alyz nunca había esperado demasiado de la vida, si ni siquiera sus padres la habían querido ¿por qué la vida de ahí en adelante se la pintaría fácil? Fue por eso que, cuando a los quince años Katerina le consiguió ese maravilloso empleo, pensó que quizás la vida le podría dar una oportunidad.

Y cinco años después seguía contenta, tenía un pequeño cuarto que rentaba cerca de ahí y de vez en cuando se podía dar el lujo de comprar algunos regalos para las monjas y los huérfanos que aún seguían en el orfanato, aunque debía de admitir que hacia bastante tiempo que no los visitaba.

-¡Alyz! ven aquí un segundo cariño- escuchó que la llamaba su jefa, lo que la saco de sus cavilaciones.

-¿Qué sucede?- pregunto amablemente en cuanto entro a la cocina, donde se encontraba su jefa que hacía las veces de cocinera y barista

-Solo quería felicitarte por el éxito que tuvieron tus brownies de chocolate, a todos les han encantado y se han vendido como pan caliente y pensándolo bien, si son pan caliente- dijo riendo su jefa

-Gracias, aunque si salieron tan bien, es porque usted me ha enseñado y ha sido paciente conmigo- respondió Alyz algo abochornada.

Durante su vida casi nadie le había reconocido algo, en el orfanato eran demasiados como para ponerle atención a uno en particular, así que cuando alguien la felicitaba o le hacían algún cumplido a ella le costaba creerlo y aceptarlo.

-Pero aun así tú tienes el toque niña- respondió su jefa ante su timidez.

Alyz iba a alegar algo más pero en ese momento se escuchó la campanilla de la puerta que indicaba que alguien acababa de entrar. Ella se disculpó con una sonrisa tímida y salió de la cocina para atender a los clientes.

Los que acababan de entrar eran cuatro jóvenes muy guapos. El chico que iba al frente del grupo era alto de cabello rubio, de ojos color miel y por muy raro que pareciera, solo llevaba una chaqueta café. Alyz se preguntó si no estaría loco al salir con este clima de esa manera. Los otros, aunque también muy guapos se parecían entre sí, todos de cabello castaño y ojos negros.

El chico rubio les hizo una señal a los otros y se sentaron en una de las mesas que se encontraban cerca de la salida. Alyz tomo cuatro menús de la barra junto a la cocina y se dirigió hacia los chicos para darles la bienvenida.

-¡Buenas tardes! Bienvenidos al café Dobroye utro, soy Alyz, su mesera, les dejare sus menús y regreso en un minuto para tomar su orden - dijo amablemente y con una sonrisa, mientras les repartía a todos la carta.

Al levantar la vista, antes de retirarse se dio cuenta de que el chico rubio la miraba con los ojos como platos, totalmente sorprendido, sin siquiera notarlo su boca se abrió y dijo una sola palabra, tan bajo que Alyz no pudo escucharla.

-¡Luna!-

Alyz le sonrió tímidamente y se retiró hacia otra mesa donde acababan de llamarla.

-¿Qué acabas de decir alfa?- preguntó uno de los chicos quien si había escuchado lo que el alfa decía con total claridad. Los otros dos levantaron la cabeza poniendo atención a su líder.

Flor de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora