capítulo 9

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Andrea había llegado esta mañana a arreglarla, su pelo rojizo estaba amarrado en un moño bastante elegante, su vestido rojo pasión era hermoso y quedaba a la perfección con los zapatos de tacón color plata.

Sus mejillas ligeramente sonrojadas y sus ojos perfectamente delineados, la hacían lucir más mayor, toda una señora para Smith, pero a la vez destacaban su pureza, y le daban un aire angelical.
Minutos antes de empezar la fiesta, el señor de la casa, ordenó que la pelirroja conociera las nuevas reglas, que se habían cambiado por onceava vez luego de la llegada de Molly y Samanta.

Con sus manos sudorosas la fémina giró el pomo de la puerta, empezando así a caminar hasta el piso de abajo.
Al llegar al lugar, por primera vez contempló los detalles de la casa.
La decoración era hermosa, muchos tonos azules y blancos. Cómo era de esperar muchas personas caminaban de aquí para allá, nadie conocido para ella.

Caminar entre personas normales nuevamente, era una de las mejores cosas que a Madi le hubiesen pasado en años, desde que tenía memoria solo en este nuevo estilo de vida podía darse esos placeres, pero lamentablemente su meta qué era conocer el mundo exterior con la finalidad de escaparse no se podría llevar a cabo, eso era una desgracia. El lado bueno era que mientras esa fiesta durase nadie le podía hacer daño.

Luego de un pequeño recorrido, la fémina decidió sentarse en uno de los sofás blancos, que parecían nubes de suaves, sintió ganas de brincar sobre ellos pero sabía que todo se resumiría a sus pensamientos si quería vivir.
Tomó una Copa de vino, que reposaba en una mesa, cerca del sofá, no sabía a quién pertenecía y tampoco le importaba.
Su felicidad se vio ofuscada por la imagen de Smith y Samanta hablando muy sonrientes. Esa mujer no le agradaba se había pasado la moche del día anterior pegada como una solapa a su amo, y tenía miedo de las ideas que le podría meter en la cabeza, Smith le había prohibido acercarse a ella o a su hija si él no estaba cerca y eso la carcomía por dentro, era un degenerado, la única amenaza de esa casa era él y esa rubia insoportable que se creía la reina del mundo con sus faldas cortas que casi dejaban ver su trasero y sus escotes que resaltaban sus dos senos enormes, totalmente operados, no es que estuviese mal su forma de vestir, pero, debía comportarse y más en su caso que trataba de un hombre ajeno.

Madi suspiro, no podía negar que la mujer era hermosa, aun mas que ella y eso la sofocaba ¿porque todo el mundo era mejor que ella? era tan cierto lo que dijo su padre la primera vez que abuso de ella, no servía para nada, por eso desde que su madre murió la vendió a ese lugar.

Maldito bastardo pensó mientras se terminaba de beber todo el vino y sentía su sangre arder como la lava, algún día se arrepentiría, eso ella lo juraba.


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