Termino de cenar realmente cansada, en una semana es la boda y debo viajar hasta Francia. Pongo una mano en mi vientre mientras pienso en mi bebe y lo mucho que ya lo amo aunque lleve poquito junto a mí.
Bostezo sin poderlo evitar, subo las escaleras y con cuidado abro la puerta de la habitación para no despertarle. Hace dos semanas que fuimos a la cabaña y desde entonces su malhumor ha bajado un montón, solo se la pasa del trabajo, a la cama y luego a dormir. Me acerco con cautela, este hombre es impredecible quien sabe si se despierta con sus mil demonios.
Me siento en la orilla de la cama y suspiro mientras me quito los zapatos de piso. Me paro de la cama y entro al baño, bajo mi vestido observando las marcas en mis senos, paso la mano con suma delicadeza mientras recuerdo lo que pasó la noche anterior. Una sonrisa se dibuja en mis labios, todo fuese tan perfecto si siguiese así.
Me ducho rápido y sin perder tiempo me recuesto desnuda a su lado, William abre sus ojos y luego de mirarme no sé qué me toma de la cintura y me envuelve en sus brazos, ya anda creyendo que soy su almohada pienso mientras me acomodo para dormir.
Despierto sintiendo sus labios pegados a mi cuello, ronroneo en busca de su calor cuando siento que se para de la cama, abro levemente los ojos y lo veo entrar al baño, Malditos lunes pienso mientras hago un puchero.
Bajo a desayunar encontrándome con Samanta, luego de despertarme por segunda vez.
— ¿Ya estas contenta?— habla mirándome con ira, a lo que río como respuesta.
—¿Qué culpa tengo yo, de que no le intereses? – digo con autosuficiencia, el cambio de William me ha dado cierta ventaja evidentemente.
— Claro siempre ha tenido mal gusto, eso es evidente – dice agitando su pelo rubio y una punzada de odio me hace tener ganas de darle una cachetada.
—Por qué no le hace caso a – la miro de arriba abajo buscando la palabra adecuada – ¿lagartonas? – hablo antes de poner una sonrisa inocente.
En menos de lo que pienso tengo su mano marcada en mi cara, y una ira inmensa recorre mi cuerpo, si esa imbécil cree que se saldrá con la suya está muy equivocada.
Subo las escaleras corriendo, y cuando por fin llego a la habitación me tiro en la cama y dejo mis lágrimas fluir, mientras más lloro, más me pesa abrir los ojos, hasta que lo dejo de intentar y caigo en los brazos de Morfeo.
Siento sus manos fuertes acariciar mi rostro, cuando abro los ojos puedo observar su mirada llena de furia y un escalofrió recorre mi espina dorsal.
—¿Dime, que quieres que haga con ella? haré lo que pidas Madi, y te juro que nadie nunca más se atreverá a posar sus sucias manos sobre ti. – eres demasiado preciada para mí, no se desde cuándo, pero maldita sea sí que me importas mujer— pienso mientras miro una sonrisa maliciosa nacer en sus labios, y de repente me acuerdo de que el también me ha lastimado, de que el también es mi enemigo.
ESTÁS LEYENDO
Te Pertenezco (Editando)
RomanceMadison Smells y Madelaine Gruh tienen en común dos maldita cosa, ambas son pelirrojas y ambas son el capricho de un hombre roto y perdido. ¿Qué final puede tener una niña que fue abandonada a sus 3 años en un orfanato, con tan solo un peluche de f...