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William abre la puerta del lugar y me invita a pasar, es una cabaña hermosa, con una cama matrimonial llena de pétalos de rosas, adornada con luces suaves y un aroma a jazmín.

No me doy siquiera cuenta cuando William se posa en mi espalda hasta que planta un largo beso en mi cuello, el cual hace que mis piernas se aflojen y que mi prometido me alce del suelo y me coloque encima de la cama. El amo me mira a los ojos y puedo ver fuego en ellos antes de que se lance a besarme como si mis labios fuesen el antídoto a alguno de sus males.

Siento sus manos acariciar mis piernas y separarlas con delicadeza, cuando vuelvo a la realidad los dos estamos sin ropa y mis piernas están totalmente separadas y atadas para que no pueda cerrarlas.

Primero siento su aliento, luego su boca, después sus dientes en mi clítoris y por ultimo como su lengua penetra salvajemente mi agujero haciéndome gritar de placer, y agarrarme con fuerza de sus cabellos negros.

El amo no se detiene aun cuando ya he alcanzado un orgasmo, bebe todo de mí, y se deleita con mi sabor. Sus labios suben a mi boca en busca de darme a probar aquel néctar salado. Y tiempo después baja a mis pechos donde devora mis pezones que parecen lanzas a punto de embestir, cuando ya he alcanzado mi segundo orgasmo, mi amo empieza a masturbar mi clítoris con su pene, mientras yo alucino de placer, este hombre me volverá loca.

Cuando pienso que no puedo sentir más placer entra de una fuerte envestida en mí haciendo que chille como una desquiciada.

—¿Te gusta muñeca?, porque pienso hacértelo todo el día hasta saciar todas estas ganas que tengo de ti.

—Ammmm, si mi amo, me vuelves loca, dale no pares.— grito sin poder evitarlo mientras siento la cama moverse al compás de sus movimientos.

Cuando termina, me desata las piernas y se acuesta justo a mi lado, yo sin darme cuenta me muevo buscando su calor y termino encima de su pecho para después caer en un profundo sueño.

Despierto sobresaltada por una fuerte nalgada, ya veo que se le hace costumbre despertarme así.

—Buenas tardes—dice mientras me muerde el labio inferior— ven a comer.

Obedezco sin rechistar, y como toda la pasta que hay en mi plato, con la mirada de William puesta en mí.
Cuando termino vuelvo a recostarme mientras él se larga por una puerta, que creo que es el baño.

Cuando vuelve me mira con lujuria y me indica que salga de la cama.

—ven híncate aquí delante de mi pequeña, ahora es tu turno de probarme a mí, hasta hacerme explotar, ven saca tú leche perrita.

Lo miro con algo de temor, pero todo cambia cundo su pene bañado en chocolate entra en mi boca en busca de placer, placer que otorgo como si de eso dependiera mi vida.

¿O es que así era y yo ni eso sabía?

Termino mi trabajo tragando todo rastro de su néctar, y cuando menos me lo espero ya está dentro de mí nuevamente, mientras muerde mis labios, mi cuello y mis senos.

Este hombre tiene el poder de hacerme subir al cielo y de bajar al infierno a la vez. William Smith mi perdición.

Despierto por tercera vez en el día, y lo veo dormir en paz a mi lado, no contengo mis manos y acaricio con dulzura sus mejillas, y sus labios. Suspiro antes de acercarme a él, no sé si hago lo correcto, Pero, mi mente se nubla cuando sus brazos me pegan a su cuerpo.

—Duerme pequeña, porque mientras más me meto entre tus piernas, más crece mi vicio de ti.

Te Pertenezco (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora