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Despierto sintiendo sus besos húmedos alrededor de mi cuello, suspiro y lentamente abro los ojos encontrándome con esa perfecta sonrisa.

—William por favor — susurro sintiendo su boca apresar la mía para luego alejarse como si nada y salir de la habitación rumbo a su trabajo.
Salgo de la cama y entro al baño, donde miro con cuidado mi vientre ya abultado, de 3 meses.
— Hola bebe, en un mes ya sabré por fin tu sexo cariño, estoy tan feliz — hablo mientras acarició a mi pequeño bebito.
Me doy una ducha pensando en lo ocurrido con Samanta no se que le habrá hecho William solo que desapareció y nadie más ha sabido de ella.
Respecto a lo que imaginé a Molly no le afecto para nada la noticia, sigue con su rutina de ir al colegio, mirar caricaturas y comer dulces con suma  normalidad.
William no ha querido abordar el tema, tampoco el de mí padre, el cual según me informó mi ahora esposo murió trágicamente hace unas semanas, justamente después de mi boda.

Un recuerdo de ese día llega a mi mente, aún recuerdo el ambiente tenso y estirado, no podría acostumbrarme nunca a vivir rodeada de gente a la cual solo le tengo que aparentar perfección.

Me visto con un short de algodón blanco y una blusa de tirantes a juego. Camino descalza por la habitación hasta que doy con mi cama donde me acomodo y prendo la televisión a ver si dejo de darle vueltas a la mente.
Coloco una película de madres primerizas y llamo a Cristina para que traiga mi desayuno.

El día pasa rápido, me doy cuenta de la hora que es, cuando veo a William entrar a la habitación y desprenderse de su ropa, para irse a bañar.

—Estoy loco por follarte — grita desde el baño. Este hombre siempre tiene ganas pienso.

Siento sus testículos chocar contra mi vagina en sus rápidos movimientos, ahogó un gemido cuando ambos llegamos al  orgasmo.
Mi ahora esposo me toma de la cara y deposita suaves besos haciéndome reír. Nos levantamos juntos y nos bañamos para bajar a cenar junto con Molly como cada noche.

— Papá — saluda la niña, con un beso en la mejilla, mientras que a mí me ignora como siempre.
— ¿Qué tal el colegio hija? — la mocosa me mira la panza y bate sus pestañas con delicadeza — muy bien padre, sabes que soy la mejor de mis clases, además quería pedirte algo papito — William sonríe orgullo mirando a su creación — lo que quieras Molly — lo joven ríe — quiero tomar clases de defensa personal. — me mira con recelo antes de volver a hablar — tenemos muchas personas a nuestro alrededor que no nos quieren padre, y yo no pienso dejar que nadie se meta conmigo — dice lo último mirándome a mí, como si fuese una advertencia.

Termino de cenar dejándolos conversar a solas, esa niña malcriada solo me hará perder los estribos. Me acurruco en la cama mirando mi vientre.

— Yo también te prometo mi amor, que nadie nunca te tocará, por ti me atrevería a matar a quien sea. — susurro lo último para mí, mis hijos son mi seguridad en este mundo de hipócritas adictos al poder.

Te Pertenezco (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora