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Sonrió y trato de sentarme en la cama cuando veo a James entrar por la puerta, no me he incorporado bien cuando caigo de vuelta al colchón con un ardor en la mejilla.

—Eres una mierda Madison, sabes lo bien que he intentado tratarte, he hecho mucho por ti. Mande a matar a tú padre cuando supe el porque de la cicatriz que tienes, y me entere de todo lo que te hizo. No podía permitir que el desgraciado siguiera vivo. Desaparecí a Samanta y la deje sin ni un centavo solo porque se metió contigo y aún así te atreviste a meterte con Molly. ¿Crees que tienes algún derecho para sentirte importante en esta casa? Eres una cualquiera, sin mi no eres nadie, no eres más que un maldito objeto, una prostituta especial.

Mis lágrimas no me dejan ver bien, y antes de que pueda hablar siento como James me saca de la cama a la fuerza. Me dejo llevar, igual aunque me resista hará lo que quiera.

Siento mi cuerpo caer y cuando me doy cuenta estoy hincada frente a Molly.

—Quiero que le pidas disculpas, que te humilles como la mierda que eres — miro al amo con  dolor, ¡maldito hombre!

— Disculpa Molly, lo siento no quería herirte — balbuceo sintiéndome una basura.

Antes de que pueda ver la cara de la niña siento los brazos de James levantarme del piso y llevarme escaleras abajo, no puedo ver bien con las lágrimas así que me doy cuenta del lugar cuando me obliga a bajar las estrechas escaleritas de madera.

Miro el lugar horrorizada, no puedo creer de que es capaz. Estoy en una celda, una puta celda en un sótano. Veo todo dar vuelta y de repente todo se vuelve negro.

James Williams

Hace 5 días encerré a Madison, de una forma u otra debía enseñarla a respetarme, me estaba volviendo un blandengue frente a ella. Por eso se metió con mi hija.

Preparo la cubeta con agua para bajarla hacía el sótano junto con un plato de arroz y un vaso de agua. Si no estuviera embarazada ni la alimentara pienso antes de seguir mi camino.

Madison

Despierto desorientada al igual que cada uno de los días que llevo encerrada, de los cuales he perdido la cuenta, mis ojos se vuelven agua cuando escucho las tripas alborotadas del hambre, maldigo al amo un montón de veces mientras paso una de mis manos temblorosa por mi vientre, tratando de ignorar el olor a heces fecales en descomposición.
Siento un ligero mareo, y antes de poder reaccionar pierdo todo el conocimiento.

James Williams

Bajo y tapó mi nariz por el fétido olor que inunda mis fosas nasales, vuelvo a salir para llamar a Cristina y ordenarle venir a limpiar toda la asquerosidad del lugar. Entro despacio y busco la manguera a presión para bañar a Madison, tampoco quiero que coja una infección.
Tiro el primer chorro de agua, esperando que se levante murmurando maldiciones hacía mí. Pero me vuelvo de piedra cuando nada pasa. Corro hasta su lado y agarro una de sus muñecas, inmediatamente un sudor frío corre por todo mi cuerpo.

¿Que diablos he hecho?

—Cristina corre, la mate, ¡me escuchas la mate! — grito con desesperación mientras una tormenta de lágrimas moja mi cara.

Te Pertenezco (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora