prólogo

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Me levanto por el ruido de la campana como cada jodida mañana desde que tengo memoria, me dirijo a la ducha y cuando termino, me visto con el uniforme del orfanato para los días "especiales" que consiste en una falda corta de cuadros rojos y una camisa transparente, ah no, digo blanca, medias largas del mismo color y unas bailarinas negras.

De repente suenan unas bocinas, anunciado que hoy se efectuara el evento, en el cual nos ofrecerán a hombres con dinero, como si eso fuese un honor, un bufido sale de mis labios y trato de poner mi mejor cara mientras me dirijo al salón de eventos.

Me pongo muy nerviosa pues años atrás no me hubiera vendido, según las monjas, porqué no estaba muy desarrollada. Pero, ahora cuento con un buen trasero, piernas esbeltas y senos grandes. mis ojos están más verdes que nunca y mi pelo más rojo, además me han permitido llevarlo a la mitad de mi espalda. Aquí no es un buen lugar, pero no me quiero ir, no quiero ser vendida.

Pasan los minutos y media hora después, llega la monja glandys, la cual se encarga de organizarnos en filas perfectamente alineadas mientras nos regala una mirada amenazadora. Luego así formadas todas a pasamos al salón.

Justo cuando entramos  nos dividen en grupos de 5 y nos suben a un escenario donde se nos ordena mantener la cabeza agachada, un rato después entran todos los hombres, la mayoría son entre 35 y 70. Cuando pienso que tendré que irme con uno de ellos, mis nervios se hacen presente, causando dolores en mi vientre. Se sientan en las sillas que hay frente a nosotras, dispuestas con la finalidad de que puedan observar mejor.

Un rato después entra otro hombre de algunos 27,28 y comienza la venta, las monjas van llamado a los hombres y ellos eligen, entre risas, palabras obscenas y llantos llega mi turno.

Tres hombres levantan la mano en señal de que me quieren comprar, uno de mas o menos 46 ofrece 20,000 mil dólares, otro de algunos 53, ofrece 20,500 y el hombre de unos 28 ofrece 40,000 y así soy vendida a mi nuevo dueño, como cualquier otra mercancía que se pueda subastar en el mercado negro.

El hombre no identificado se acerca y empieza a tocar mis senos por encima de mi blusa yo por instinto voy retrocediendo, lo que provoca que me  tomé fuerte del brazo, mientras mis nervios como siempre no se hacen de rogar. Me obliga a caminar de un tirón, y en cierto punto me tira dentro de un auto negro, y luego entra. Me acomodo mirando por la ventanilla y mis lágrimas no tardan en salir. En qué diablos me he metido.

— ¿Cómomo te llaman? —añade frío y cortante.

—Madison —añado en un susurro.Se queda callado y así pasan los minutos, por tanto, decido romper el silencio.

—¿Cómo es su nombre?—pregunto tímida mirando todavía por la ventanilla del auto.

—No te interesa, para ti soy tu amo. —Responde luego de un silencio incómodo, algo enojado.

—Perdón. — digo en un susurro, esté hombre es insoportable y eso que apenas lo conozco, ya no me agrada. ¿Que humano aguanta un silencio incómodo?

Después de un rato largo, llegamos a una casa súper grande. unos guardias abren la gran puerta que da paso hacia dentro. Al llegar abren el auto y el hombre sale, luego me pide que salga sin una pisca de amabilidad y cuando lo hago, rápidamente me toma fuerte del brazo y me entra al lugar.

—¡Cristina!— habla, creando un eco por toda la casa.

—Diga señor.-— aparece una mujer de estatura media, ojos marrones y pelo Castaño hablando con pasividad, cosa que me indigna.

—Prepare una habitación cerca de la mía para ella. —su arrogancia inundan el lugar.

-—Como ordene señor. —se despide la mujer con una reverencia, como que este fuera de la realeza.

—Sientate y no hagas ninguna idiotez — agrega mientras se pierde entre las grandes escaleras de madera.

Rato después aparece la señora llamada Cristina.

—Acompáñame te mostrare la habitación. —agrega con ternura, por tanto le dedicó una sonrisa.

Subimos las escaleras y me señala una puerta de madera, luego de caminar por un enorme pasillo.

Entro y miro mi alrededor, es una recamara enorme acompañada de una cama matrimonial, cubierta con sabanas blancas, una mesa de noche blanca, un armario blanco que ocupa un gran espacio de la pared, y un pequeño balcón, que solo tiene seguro y una cadena amarrada con dos grandes y gruesos candados. Suelto un bufido exasperada y me doy la vuelta justo cuando siento como alguien entra y tras él azota la puerta, que modales tiene este hombre.

—Siéntate. —ordena con tono frío. Rápidamente lo hago, no quiero problemas.

— Te voy a poner las reglas claras, si las rompes te castigo y mis castigos no son nada buenos, los de tú estúpido orfanato son tonterías comparados con lo que puedo llegar a hacerte.

1: me llamas amo, mi nombre no te interesa, no eres más que un objeto para mí satisfacción.

2: No sales de esta recamara si yo no te ordeno, en dicho caso alguien vendría por tí.

3: Haces lo que yo diga si objeción, a menos que quieras saber las consecuencias.

4: Tendrás qué mantenerte en forma, me gustan los culos redondos.

5: Debes cumplir todos mis deseos sexuales, sin peros, aquí tú opinión vale mierda.

6: Cuando salgas conmigo eres mi novia.

—Te quedó claro

— sí

—si ¿qué?— habla mientras se acerca amenazadoramente a mi cuerpo.

—sí, amo. — susurro con miedo.

—Así me gusta.

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Pd: en multimedia él amo

Te Pertenezco (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora