Capítulo 52

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Narra Ashley

Extrañaba a mi familia más de lo que podía expresar con palabras, sobre todo ahora que sabía que mis padres ya se habían enterado de mi situación. Recordaba con nostalgia las estúpidas peleas con mis hermanos sobre quién era el más guapo de los tres, las ocurrencias de Charlie y sus ataques de madre sobreprotectora, los arranques impulsivos de Matt, el cambio de humor repentino de Ryan. No sabía nada de él desde nuestra última discusión en el estacionamiento del instituto, y hasta extrañaba a mis primos, con quienes solía tener momentos divertidos.

Pero sobre todo, extrañaba a Luke. Recordaba sus bromas sin sentido, nuestras peleas, las risas compartidas y, ¡oh, dios!, sus labios. Los extrañaba terriblemente.

Mi cuerpo se sentía débil, apenas podía mantener los ojos abiertos. No podía creer la crueldad con la que Axel me había castigado, todo por haberle roto la nariz en un acto instintivo para protegerme de sus intenciones abusivas mientras dormía.

Llevaba tres días atada de pies y manos, con apenas un poco de agua que Manson, compadeciéndose de mi situación, me entregaba en secreto. La falta de comida y el constante estrés estaban empezando a pasar factura a mi salud física y mental.

Mi cuerpo estaba completamente golpeado, un desastre, con sangre por todas partes, la ropa sucia y el olor a sudor impregnado en mi piel. A pesar de estar demacrada, seguía dispuesta a luchar con todas mis fuerzas para evitar que Axel volviera a tocarme en su maldita vida.

Manson intentaba darme agua con cuidado, evitando derramar ni una sola gota. Mientras lo hacía, soltó un suspiro.

—No debiste denunciar a Axel. —me dijo con seriedad. Fruncí el ceño, confundida.

–¿Cómo? —pregunté, sorprendida. Retiró la botella y me miró directamente a los ojos.

—Lo que escuchaste. Axel afirma que estuvo cinco años en prisión por tu culpa. —reveló. Mis ojos se abrieron como platos, impactada. Observé a Manson alejarse, lo que me dio tiempo para reflexionar.

¿Axel en prisión? No podía creerlo. Estuvo cinco años tras las rejas, y ahora me estaba culpando de haberlo denunciado. Sin embargo, algo no encajaba. No recordaba haberlo denunciado, al menos no conscientemente. ¿Acaso Samantha lo había hecho en mi nombre? No, eso no tenía sentido. Si realmente hubiera querido denunciarlo, lo habría hecho en el momento en que necesitaba ayuda. ¿Por qué esperar tanto tiempo y no actuar cuando ocurrió el incidente?

Mientras me sumía en mis pensamientos, Axel irrumpió en la habitación, su sonrisa burlona se ensanchó al verme colgada y al borde del colapso. Lo miré con odio, sintiendo la rabia arder en mi interior.

—¿Cómoda, preciosa? —preguntó acercándose. Gruñí en respuesta.

—Vete al infierno, hijo de puta. —respondí, escupiéndole en la cara. Su expresión pasó de furia a calma con una rapidez inquietante.

—Ese humor debe mejorar, preciosa, a menos que quieras seguir colgada ahí sin comer por más tiempo. —dijo con diversión. Guardé silencio, consumida por la rabia interna mientras él seguía manipulándome a su antojo. —Excelente, Ashley, nos estamos entendiendo—, añadió con un falso aplauso.

Me guiñó un ojo y desató las cuerdas que me sostenían, haciéndome caer de golpe al suelo y recibiendo un fuerte golpe en la cabeza. Gemí de dolor e intenté llevar la mano a mi cabeza, pero mi cuerpo no respondía. A pesar del intenso dolor, fruncí levemente el ceño al notar mi mano rota y las marcas de las cuerdas en mis muñecas.

Axel se rió con crueldad mientras me observaba en el suelo, incapaz de moverme correctamente. Su risa resonaba en la habitación, llenándome de una mezcla de miedo y desesperación.

Mi Imbécil. (Libro 1) [Finalizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora