Capítulo 09

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Capítulo nueve
"Horrocrux"

Leah inhaló profundamente mientras se acercaba a Tom en la biblioteca, preparándose para la conversación que sabía que sería difícil. A medida que se acercaba, notó la tensión en los hombros de Tom, pero no retrocedió. Se detuvo frente a él, su mirada firme encontrándose con la suya.

- Tom, necesitamos hablar - dijo Leah, su tono decidido pero calmado.

Tom levantó la vista de su libro, sus ojos oscuros encontrándose con los de Leah. Una leve sorpresa cruzó su rostro antes de que su expresión volviera a ser neutral.

- ¿Qué quieres ahora? - preguntó, su voz ligeramente tensa.

- Quiero saber por qué te fuiste de la clase de Defensa contra las Artes Oscuras sin decir una palabra - declaró Leah, sin rodeos.

Tom la observó por un momento, evaluando sus palabras. Sabía que Leah no se dejaría engañar fácilmente. Se sintió incómodo bajo su mirada penetrante, pero decidió mantener su fachada imperturbable.

- Tenía otros asuntos que atender. No veo por qué debería quedarme si no hay nada más que hacer - respondió, tratando de sonar convincente.

Leah arqueó una ceja, detectando la falsedad en sus palabras. Decidió presionar un poco más, desafiando su declaración.

- Sabes que no estoy hablando de eso, Tom. Sé que estás mintiendo. ¿Por qué te fuiste realmente? - inquirió, sus ojos fijos en los suyos, desafiándolo a ser honesto.

Tom mantuvo su mirada fija en Leah, tratando de ocultar cualquier atisbo de incomodidad. Sus labios se curvaron en una sonrisa apenas perceptible antes de responder.

- No tienes por qué preocuparte por eso. Fui a ocuparme de un asunto personal, eso es todo - insistió, su tono firme y seguro.

Leah observó su expresión y asintió, convenciéndose de que Tom estaba diciendo la verdad. Aunque algo en su interior le decía que había más detrás de esa respuesta, decidió dejarlo pasar por el momento.

- Está bien, lo entiendo - dijo Leah, intentando ocultar su decepción. Una pequeña parte de ella seguía preguntándose qué estaba pasando realmente en la mente de Tom.

Tom, por su parte, se sintió aliviado de haber evitado el tema. Sus pensamientos oscuros y su orgullo herido seguían bullendo bajo la superficie, pero estaba determinado a no dejar que Leah viera esa vulnerabilidad. Continuó leyendo su libro, tratando de ignorar la incomodidad que persistía en su pecho.
Sin embargo Leah no se fue y en cambio comenzó a hablar nuevamente.

- El profesor Townsheed me dijo que la llave de la zona restringida la tienes tú - dijo Leah, buscando en su mirada alguna señal de complicidad.

Tom asintió, su expresión neutral. - Sí, es cierto. ¿Por qué la necesitas? - preguntó con precaución.

Leah titubeó por un momento, preguntándose si debía revelarle sus verdaderas intenciones. Finalmente, decidió ser honesta.

- Quiero investigar algo que creo que podría encontrar allí. ¿Podrías prestármela por un momento? - solicitó, esperando que Tom accediera sin demasiadas preguntas.

Tom frunció el ceño, como si estuviera evaluando si debería ceder ante la solicitud de Leah. Finalmente, se levantó de su asiento y se acercó a ella, manteniendo una distancia prudente.

-¿Por qué debería darte la llave? -inquirió con tono desafiante, clavando sus ojos en los de Leah como si intentara escrutar sus verdaderas intenciones.

Leah se sintió acorralada por la intensidad de la mirada de Tom, pero se obligó a mantener la compostura.

-Es un asunto personal. No tengo por qué darte explicaciones -respondió con determinación, aunque en su interior ansiaba que Tom accediera sin más preámbulos.

Tom la observó durante un momento más, como si estuviera evaluando si debía confiar en ella. Finalmente, sacó la llave del bolsillo y se la entregó, aunque con cierta reticencia.

-Toma la llave, pero ten cuidado. La zona restringida no es lugar para los curiosos -advirtió, con un tono de advertencia en su voz.

Leah asintió, agradecida por el gesto, pero sintiendo la distancia emocional entre ellos más que nunca. Tom volvió a su asiento y Leah se marchó a la zona restringida de la biblioteca, sintiendo el peso de la tensión que había quedado suspendida en el aire.

(...)

Leah se adentró en la zona restringida con una mezcla de excitación y temor palpable en su pecho. El aire denso y cargado de misterio la rodeaba mientras avanzaba entre las estanterías, iluminadas por las luces tenues que parpadeaban intermitentemente. El suelo crujía bajo sus pies con cada paso, como si el lugar estuviera vivo y respirando.

Los libros antiguos parecían susurrarle secretos oscuros mientras ella los acariciaba con la yema de sus dedos, explorando sus páginas gastadas por el tiempo. Pero fue uno en particular, con su encuadernación oscura y decorada en tonos morados, el que capturó su atención de inmediato.

Con manos temblorosas, Leah abrió el libro y sus ojos se encontraron con palabras prohibidas y conocimientos arcanos que despertaron una sed de poder en lo más profundo de su ser. Las páginas revelaban secretos de las artes más oscuras, y Leah se sumergió en su lectura con una mezcla de fascinación y horror.

Fue entonces cuando encontró la sección sobre Horrocruxes, una forma de alcanzar la inmortalidad a través de la división del alma y su anclaje a un objeto terrenal. El conocimiento prohibido resonaba en su mente, tentándola con la promesa de poder y eternidad.

El anillo con perla que su padre le había regalado se destacaba en su mente, una conexión sentimental que ahora adquiría un significado mucho más oscuro. La idea de sacrificar una vida humana para dividir su alma y asegurar su propia inmortalidad la invadió, llenándola de una mezcla de excitación y horror.

Sin vacilar, Leah se comprometió con el camino de la oscuridad, decidida a seguir adelante con el plan de crear su propio Horrocrux. La muerte ya no era un destino inevitable, sino una oportunidad para alcanzar un poder más allá de lo que había imaginado.

Con determinación, cerró el libro y se aferró a su decisión, consciente de que había cruzado un umbral del cual ya no habría retorno.

La sombra de la muerte de su madre se cernía sobre Leah como un manto oscuro, persiguiéndola en cada paso de su vida. Desde que era una niña, había vivido con el dolor y la pérdida, un recordatorio constante de la fragilidad de la vida y la inevitabilidad del destino final. Pero Leah se negaba a aceptar ese mismo destino fatal para sí misma.

A pesar de su apariencia dulce y su naturaleza afable, Leah guardaba en lo más profundo de su ser una oscuridad que la consumía. Una parte de ella, apenas reconocida incluso por ella misma, albergaba una malevolencia inquietante, una sed de poder y dominio que la asustaba.

Esa misma oscuridad se manifestaba en momentos de conflicto y desafío, como cuando hirió a Byron en el duelo con un hechizo que fue más allá de lo planeado, o cuando acabó con dos Bicornios con una facilidad perturbadora. Era como si una fuerza más allá de su control tomara las riendas en esos momentos, impulsándola hacia actos de violencia y crueldad que la dejaban aturdida y confundida.

Leah luchaba por entender esa parte oscura de sí misma, temerosa de lo que podría significar para su futuro. ¿Era acaso una manifestación de su herencia familiar, una marca de su linaje siniestro? O ¿era algo más profundo, arraigado en lo más recóndito de su alma?

A pesar de sus esfuerzos por reprimir esa oscuridad, Leah sabía que no podía ignorarla por más tiempo. Era una parte intrínseca de quién era, una fuerza que la impulsaba hacia un destino incierto y aterrador. Y mientras luchaba por encontrar su camino en un mundo lleno de peligros y tentaciones, se aferraba a la esperanza de que algún día encontraría la luz que la guiaría fuera de la sombra de la muerte que la acechaba constantemente.

Esa misma noche en las afueras de Listonboix, Leah arrebató una vida, creando finalmente su primer horrocrux.

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora