Capítulo 22

7.6K 709 112
                                    

Capítulo veintidós
"Nada ortodoxo"

Leah había extendido una invitación a Tom para quedarse a pasar la noche en la mansión Linghood durante las festividades de Navidad. Con la mente puesta en asegurarse de que su amigo no pasara solo la Nochebuena, Leah le había asegurado que podía traer consigo algunas pertenencias en un pequeño baúl. El profesor Townsheed, invitado por Jordan Linghood para la cena, tenía planeado partir después del festín y regresar a la mañana siguiente para los intercambios de regalos.

Tom, decidido a impresionar a Leah, dedicó todo el día a investigar sobre una joya que sabía que sería de gran valor para ella. Se trataba del collar de Willa Warrignton, una pieza codiciada que había sido objeto de una subasta por 50.000 galeones y que finalmente había sido ganada por Madame Lenney, la directora de Beauxbatons. Según lo que había averiguado, Gemma Delacour estaba al tanto de que Lenney llevaba el collar consigo en todo momento. Tom se planteó la posibilidad de arrebatarle la joya o persuadir a la anciana para que se la entregara, pero tenía claro que no sería una tarea fácil dada la valía y el significado de esa reliquia.

Leah se despidió discretamente de sus amigos, asegurándose de que solo Clous Coursell estuviera al tanto de su plan de pasar la Navidad con Tom Riddle. Los demás, distraídos por el bullicio del baile y las despedidas, no notaron cómo la joven Linghood se alejaba en el carruaje junto a Riddle.

Sin embargo, era inevitable que surgieran especulaciones entre ellos una vez regresaran a Hogwarts. Newt, en particular, parecía haber interpretado mal la situación, pensando que Leah y Tom tenían algo más que una simple amistad. Este malentendido, seguramente, sería tema de conversación cuando se reencontraran en la escuela.

(...)

La sonrisa de Leah se reflejó en sus ojos mientras dirigía su mirada hacia Tom, quien devolvió el gesto con una expresión cálida.

- ¿Qué te gustaría hacer cuando lleguemos? - preguntó Leah, con una nota de anticipación en su voz.

Tom observó a Leah por un momento, sintiéndose agradecido por su compañía. Aunque había sido criado en la soledad y la oscuridad, la presencia de Leah iluminaba su mundo de una manera que no podía explicar. Sin embargo, la idea de compartir su espacio personal con alguien más, especialmente alguien como Leah, lo llenaba de una emoción inusual.

- No lo sé, no quiero estorbar - respondió Tom, tratando de ocultar la mezcla de nerviosismo y entusiasmo que sentía ante la idea de pasar tiempo a solas con Leah en su hogar.

- Si estuviera haciendo una fiesta, mi padre nunca se daría cuenta. Es una mansión con cientos de habitaciones, nunca estorbarías - explicó Leah, tratando de disipar cualquier preocupación que Tom pudiera tener.

Ninguno de los dos llevaba uniforme. Leah lucía unos jeans clásicos combinados con un suéter morado y unas botas blancas para la nieve, complementados con una bufanda y guantes del mismo tono. Mientras tanto, Tom vestía unas zapatillas normales, pantalones de algodón negro y una camisa a juego, sobre la cual llevaba un chaleco de lana gris. También llevaba una bufanda y guantes coordinados, creando una imagen de elegancia informal.

El carruaje los aguardaba afuera, listo para llevarlos a la estación de tren. Sería otro viaje solitario juntos, una oportunidad para explorar la complicidad que había surgido entre ellos en las últimas semanas.

El viaje en carruaje transcurrió en silencio, pero no fue incómodo. Tanto Tom como Leah compartían la habilidad de sumergirse en sus propios pensamientos sin necesidad de llenar el espacio con palabras.

Al llegar a la estación de tren "Little Europe", descendieron del carruaje y Leah se dirigió a Tom con una expresión inquisitiva.

- ¿Sabes cuál es el tren? - preguntó, esperando que él tuviera la respuesta.

- Pensé que lo sabrías tú - respondió Tom con una ceja alzada.

-Por merlín...mi padre no me dijo cuál es - Leah se ruborizó ligeramente y bajó la mirada hacia el suelo, mientras Tom rodaba los ojos ante la situación.

Ahora se enfrentaban a dos opciones: o perdían el tren que estaba a punto de partir, o preguntaban a cualquier persona que pudieran encontrar en la estación. Sin una descripción clara del camino o las paradas, la elección no era fácil.

Optaron por abordar el tren que un hombre sudoroso y algo corpulento les indicó. Tom no pudo evitar sentir cierto desdén hacia el hombre, al que consideraba un "sangre sucia" parlanchín.

Una vez dentro del tren, Leah se sentó junto a Tom y intercambiaron miradas, la joven soltando una risa ligera.

- Mira el lado bueno...si no llegamos a nuestro destino, será una experiencia más de "hablar con un inmundo sangre sucia" - comentó Leah con sarcasmo.

- Si por "experiencia" te refieres a que ese obeso desaliñado nos haya señalado el tren y te haya mirado como si fueras una cualquiera...entonces sí, ha sido una experiencia verdaderamente fenomenal - respondió Tom, con un tono irónico mientras se quitaba la bufanda y los guantes.

- Gracias por tu sarcasmo. Ahora solo queda rezar para que, al menos, nos haya enviado al tren correcto.

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora