Capítulo 35

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Capítulo 34
"Problemas"

Jordan estaba realmente furioso. Recorría los pasillos del castillo en busca del director Dippet, pero no había rastro de él en ninguna parte. No podía creer que, a pesar de supervisar los juegos, su propia hija resultara herida en el proceso. La ira bullía en su interior mientras se preguntaba cómo había permitido que esto sucediera.

Mientras tanto, Leah yacía en la enfermería, su cuerpo marcado por los cortes y los rasguños que había sufrido en la segunda prueba del torneo. La habitación estaba bañada en una tenue luz, y el suave murmullo de las voces de los sanadores llenaba el aire. Leah permanecía inconsciente, su rostro pálido y tranquilo, mientras los sanadores trabajaban para curar sus heridas.

La ausencia del director Dippet solo aumentaba la frustración de Jordan. ¿Cómo podía permitir que su hija resultara herida de esta manera? Su mente bullía con preocupaciones y reproches, pero por el momento, su prioridad era asegurarse de que Leah recibiera la mejor atención posible.

Mientras tanto, en otra parte del castillo, Newt Nell, Clous Coursell y Lydia Lans se reunieron para discutir una visita a la enfermería para ver a su amiga Leah. Planeaban llevarle regalos para levantarle el ánimo y expresarle lo orgullosos que estaban de ella por su valentía en la prueba.

Por su parte, Tom también tenía la intención de visitar a Leah esa noche. Estaba ansioso por verla preocupado por su bienestar y deseando ofrecerle su apoyo en este momento difícil.

(...)

El torneo se había pospuesto un mes completo, un alivio para todos y un tiempo crucial para que Leah se recuperara por completo de sus heridas. Había pasado una semana desde que la joven Linghood despertó en la enfermería, pero durante todo ese tiempo, no había visto ni una sola vez a Tom. Lo que desconocía era que, todas las noches, Riddle la visitaba en silencio, dejando una nueva flor como muestra de su presencia. Cada día, una flor más hermosa reemplazaba a la anterior, un gesto sutil pero significativo que no pasó desapercibido para Leah.

Gracias a la magia, las heridas en su cuerpo habían sanado por completo, dejando solo un ligero dolor residual en los lugares donde antes había habido cortes y rasguños. Ahora, Leah estaba lista para salir de la enfermería, lista para retomar su vida normal en Hogwarts. Agradecida por el tiempo de reposo que le permitiría evitar la falta de asistencia en sus clases, caminó hacia la salida.

En su camino, se encontró con Rebecca Zabini, quien se ofreció amablemente a acompañarla y ayudarla en lo que necesitara. Juntas, se dirigieron hacia la sala común, donde ya se encontraban Newt Nell y Clous Coursell. Al ver a su amiga, ambos corrieron hacia ella, abrazándola con entusiasmo y compartiéndole las últimas novedades, incluido el drama entre el director Dippet y Jordan Linghood. La calidez de su recibimiento la reconfortó, recordándole que, a pesar de los desafíos, tenía amigos en quienes confiar.

-Y entonces tu padre empezó a amenazar al profesor Dumbledore porque el director Dippet no está-explicó Coursell con una mezcla de asombro y diversión en su voz.

-Además de que claro... pospusieron el torneo un mes-agregó Newt, mostrando una leve preocupación antes de cambiar rápidamente a un tono más ligero.-Pero lo bueno es que estás aquí, y ahora dime... ¿Quién te llevó esas rosas?-preguntó con una sonrisa pícara, mientras Clous le daba un codazo juguetón.

-Mmh, picarona...-dijo Clous, riendo.

Leah frunció el ceño, claramente confundida.

-¿No fueron ustedes?-preguntó, todavía tratando de atar cabos.

-No, con Lydia y Clous te dimos una escoba... dicen por ahí que la tercera prueba es en el aire-comentó Newt, insinuando que habían pensado más en cómo ayudarla en el torneo que en gestos románticos.

La conversación dejó a Leah pensativa, las piezas del rompecabezas finalmente encajando en su mente. Algo en su interior la impulsó a actuar. Sin decir una palabra más, se levantó de su asiento, su decisión tomada.

-Ya vuelvo-dijo con determinación, saliendo de la sala común con pasos decididos hacia el bosque prohibido. Allí, pensaba, encontraría al misterioso donante de las rosas, el único que había estado visitándola en la oscuridad de la noche, mostrando su cuidado de una manera tan única y persistente. El bosque, con sus sombras y secretos, parecía el lugar perfecto para desvelar uno más.

Leah dejó atrás las imponentes torres del castillo, sintiendo el aire fresco del atardecer acariciar su rostro mientras descendía por la colina hacia el lago Boix. La luz dorada del sol poniente se reflejaba en las tranquilas aguas, tejiendo un tapiz de brillo sobre su superficie.

A lo lejos, al borde del bosque, distinguió la figura familiar de Tom, sentado en silencio, perdido en sus pensamientos mientras observaba el resplandor de su anillo. A medida que se acercaba, Leah notó la quietud del lugar, roto solo por el susurro suave del viento entre los árboles.

Se sentó junto a él, compartiendo el mismo punto de vista sobre el lago sereno. Cuando Tom giró la cabeza para mirarla, su sonrisa de medio lado provocó un ligero estremecimiento en el corazón de Leah. Ella apretó los labios, tratando de ocultar la emoción que brotaba en su interior, y finalmente rompió el silencio.

-Supongo que sí fuiste a visitarme-dijo, su voz cargada de un dulce matiz de complicidad.

-Supones bien-respondió Tom, girándose para asegurarse de que no había nadie cerca antes de tomar suavemente el rostro de Leah entre sus manos y sellar sus labios en un beso.

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora