Capítulo 10

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Capítulo diez
"Adiós, veela"

Al día siguiente, Leah se esforzó por apartar de su mente los acontecimientos de la noche anterior. Trató de sumergirse en sus deberes y responsabilidades, concentrándose en las tareas del día con determinación. Sin embargo, por más que intentaba distraerse, el recuerdo de lo que había hecho seguía acechándola como una sombra persistente, oscureciendo su conciencia y empañando su tranquilidad.

Intentó ignorar esa sensación de malestar, de culpa que se agitaba en lo más profundo de su ser. Se dijo a sí misma que había actuado por necesidad, que había hecho lo que había hecho para protegerse a sí misma y asegurar su propio destino. Pero no importaba cuánto se esforzara por convencerse de eso, la sensación de culpabilidad persistía, pesando sobre ella como una losa.

Y había algo más, algo que la inquietaba más profundamente. Una sensación de inquietud, como si presintiera que algo malo estaba por suceder. Una sombría premonición que se arrastraba por su mente, haciéndola temer lo desconocido y anticipar lo peor.

A pesar de sus esfuerzos por mantenerse firme y centrada, Leah no podía evitar sentirse abrumada por la incertidumbre y la ansiedad. ¿Qué consecuencias traerían sus acciones? ¿Qué más tendría que sacrificar en su búsqueda de poder y seguridad? Estas preguntas resonaban en su mente, alimentando sus temores y oscureciendo su visión del futuro.

Al caer la tarde, antes de que la oscuridad envolviera completamente el lugar, Leah regresó a Liston Boix, el escenario de su pecado. A medida que caminaba por las calles conocidas, una mezcla de remordimiento y determinación la embargaba. Se lamentaba por lo que había hecho, pero sabía que debía asegurarse de que no hubiera rastro alguno que pudiera vincularla con el crimen.

Con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, se acercó al lugar donde había cometido el acto atroz. Observó con ansiedad a su alrededor, buscando cualquier indicio de actividad sospechosa o la presencia de alguien que pudiera haber descubierto el cuerpo. Con alivio, encontró la escena tal como la había dejado: tranquila, desierta y silenciosa.

Respirando con dificultad, se acercó cautelosamente al lugar donde había yacido el vagabundo. Comprobó meticulosamente cada detalle, asegurándose de que no hubiera dejado ningún rastro que pudiera delatarla. Satisfecha de que todo parecía en orden, exhaló un suspiro de alivio, aunque la sensación de culpabilidad seguía pesando sobre sus hombros como una carga insoportable.

Con paso ligero pero cauteloso, Leah se alejó del lugar del crimen, sintiendo el peso de su secreto apretándole el pecho. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero también sabía que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para protegerse a sí misma.

El corazón de Leah se detuvo por un momento cuando una voz repentina la petrificó. Giró lentamente para encontrarse con Tom parado detrás de ella. Un escalofrío recorrió su espalda al ver su expresión, pero para su alivio, parecía que él estaba allí por algo diferente, algo más oscuro que lo que ella misma había hecho.

Aunque el primer impulso de Leah fue pensar que Tom se había enterado de su oscuro secreto, pronto se dio cuenta de que sus preocupaciones eran infundadas. Sin embargo, lo que Tom tenía que decirle era aún más inquietante.

Tom había estado sumergido en la lectura sobre las Veelas durante días, y había una razón por la cual le había advertido a Leah que no revelara su verdadera naturaleza a nadie. Temía que si otros descubrían lo que ella era, buscarían aprovecharse de su poder ilimitado. Y él mismo no era una excepción.

A pesar de sentirse atraído por Leah, y de haber compartido momentos de amistad con ella en el pasado, Tom sabía lo que debía hacer. Los libros lo habían dejado claro: asesinar a la Veela y el poder sería suyo. Aunque le pesaba enfrentarse a Leah de esa manera, sabía que no podía permitirse dejar pasar esta oportunidad de obtener un poder que siempre había anhelado, incluso si eso significaba traicionar a alguien que alguna vez consideró una amiga.

- ¿Tom, qué estás haciendo aquí? - preguntó Leah con voz temblorosa, sintiendo el corazón latir con fuerza en su pecho mientras se mantenía a una distancia segura de él.

Tom la miró con una expresión calculadora, sus ojos oscuros brillaban con determinación mientras se acercaba lentamente. - No te preocupes, Leah. No sé nada de tus oscuros secretos -respondió, su voz suave pero cargada de un aura siniestra que envolvía el lugar.

Leah frunció el ceño, confundida por la declaración de Tom. - Entonces, ¿por qué estás aquí? ¿Qué quieres de mí? -preguntó, tratando de mantener la calma ante la incertidumbre que sentía.

Tom sonrió de manera maliciosa, revelando una fila de dientes blancos como la luna. - Oh Leah, he estado investigando sobre las Veelas, y he descubierto algo fascinante. -Se detuvo frente a ella, sus ojos fijos en los de ella con una intensidad que la hizo retroceder involuntariamente.

- ¿Qué has descubierto? -susurró Leah, su voz apenas un murmullo mientras una sensación de temor se apoderaba de ella.

Tom inclinó la cabeza, su sonrisa se ensanchó. - He descubierto un antiguo y poderoso ritual. Uno que promete un poder inimaginable para aquel que tenga la valentía de llevarlo a cabo. -Sus palabras resonaron en el lugar, llenándolo con una atmósfera ominosa.

Leah sintió un nudo en el estómago mientras procesaba las palabras de Tom. - ¿Y qué tiene que ver eso conmigo? -preguntó, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de su ser.

Tom la miró con ojos brillantes de emoción. - Todo, Leah. Porque el ritual requiere el sacrificio de una Veela. Y tú, querida amiga, eres la única Veela que conozco -dijo, su voz llena de malicia mientras revelaba su oscuro plan.

La escena en ListonBoix era sombría, iluminada solo por el brillo fugaz de la magia de Tom. El joven mago no había vacilado al conjurar el hechizo mortal, consciente de que cualquier vacilación o demora le daría a Leah la oportunidad de defenderse o escapar. El hechizo impactó con precisión, y el cuerpo de Leah cayó al suelo con un silencio estremecedor.

Tom observó por un momento, la manera en que el anillo en el dedo de Leah perdía su luz, un lento apagarse que parecía robarse la última esencia de su vida. Una parte de él, quizás la más oscura, lamentó la necesidad de este acto; Leah había sido no solo una compañera de clase sino también alguien que lo había tratado con bondad, a diferencia de muchos otros.

-Qué desperdicio de belleza -murmuró con un tono de lamento frío, más por la pérdida de un valioso recurso que por la vida que acababa de extinguir. Sin embargo, sus emociones no lo detuvieron. Tom se apartó del cuerpo sin vida de Leah, su mente ya enfocada en los próximos pasos de su plan. La búsqueda de poder no conocía de remordimientos ni vacilaciones.

La noche envolvió a Tom mientras se alejaba del lugar del crimen, el eco de sus pasos se fundía con el murmullo del viento. La decisión estaba tomada y su destino, ahora más que nunca, estaba marcado por el curso oscuro que había elegido seguir.

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora