Capítulo 24

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Capítulo veinticuatro
"Ninguno contestará"

Tom observaba el paisaje nevado con una expresión serena mientras esperaba a Jordan Linghood. Leah se unió a él, rompiendo el silencio que los había envuelto.

- ¿No te gusta? - preguntó Leah, desviando la mirada hacia la nevada estampa.

- Me encanta -respondió Tom con una sonrisa, apreciando la belleza del paisaje invernal.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? - preguntó Leah después de un momento de reflexión.

- Ya lo estás haciendo - respondió Tom, con su típico sarcasmo, pero su mirada se suavizó al encontrarse con la de Leah.
- ¿Por qué eres así? A veces eres la persona más carismática que he conocido y otras veces... así, sarcástico y frío.

Ella lo observó detenidamente, admirando cada rasgo de su rostro. Sus ojos, de un azul profundo e inexplicable, capturaban su atención de manera hipnótica. La forma en que la luz de la nieve se reflejaba en ellos los hacía parecer grises o verdes, dependiendo del ángulo desde el que los miraras.

La mandíbula marcada de Tom y sus rasgos perfectamente esculpidos le conferían una apariencia casi divina. Aunque sonara exagerado, para Leah, él era una obra maestra de la naturaleza.

Tom habló con una mezcla de amargura y resignación, revelando un lado de sí mismo que rara vez mostraba. Cada palabra parecía estar impregnada de un dolor profundo y una sensación de abandono que había llevado consigo durante años.

- ¿Por qué no comportarme así? -comenzó Tom, con la voz cargada de emociones contenidas-. Nací en un orfanato, rodeado de rostros desconocidos y muros fríos que no tenían respuesta a quién era realmente. Siempre supe que era diferente a esos niños, pero nunca tuve la oportunidad de descubrir quién era en realidad. Mi madre está muerta y de mi padre... no sé nada -suspiró, sintiendo el peso de la incertidumbre sobre sus hombros.

El dolor en sus palabras era palpable, una herida abierta que había estado llevando consigo desde su infancia. A pesar de su apariencia segura y su actitud desafiante, en ese momento se mostraba vulnerable, como si estuviera desnudando su alma frente a Leah.

- Y aún no entiendo por qué personas como tú son así cuando les dieron todo lo que estaba a su alcance -añadió, mirando a Leah con una mezcla de resentimiento y envidia, cuestionando las motivaciones detrás de las acciones de aquellos que parecían tenerlo todo.

Leah miró fijamente a Tom, su mirada reflejaba una tormenta de emociones que había guardado durante mucho tiempo. Sus palabras salieron con un tono de voz entrecortado, revelando la carga emocional que llevaba consigo.

- ¿Sabes lo horrendo que puede llegar a ser tener esta vifa? -comenzó Leah, con un deje de dolor en su voz-. Todo el mundo cree que puedo conseguir lo que quiera, al hombre más hermoso del mundo mágico... ¿Cómo puedo hacerlo? No puedo amar, Tom -sus ojos reflejaban una profunda tristeza mientras compartía sus pensamientos más íntimos.

El peso de las expectativas y el juicio constante parecían aplastarla, haciendo que se sintiera atrapada en una jaula dorada de la que no podía escapar. La presión de ser perfecta y tenerlo todo había dejado su corazón vacío, incapaz de experimentar el amor genuino que anhelaba en lo más profundo de su ser y que su herencia veela le impedía vivir.

- Nunca amé a nadie, ni siquiera pude llorar cuando mi madre murió -continuó, con un deje de amargura en su voz-. No estuve en su funeral y aunque parezca que mi padre y yo somos unidos, no es así. Hay un abismo entre nosotros que ni siquiera la riqueza y la apariencia pueden llenar.

Tom miró a Leah con una mezcla de curiosidad y comprensión en sus ojos.

- Entonces -dijo con voz suave-, ¿por qué escondes quién eres realmente?

Leah sintió un nudo en la garganta al escuchar la pregunta, sabía que Tom estaba tocando una fibra sensible en su interior.

- Lo mismo pregunto... -murmuró, desviando la mirada hacia el suelo-. Y sé que ninguno de los dos contestará.

En ese momento, un carruaje de color negro y verde oscuro se detuvo frente a ellos, y un hombre robusto y calvo les indicó que subieran.

Leah reconoció al guardia que vigilaba las puertas de la mansión Linghood, y una sensación de alivio la invadió al saber que estaban a salvo.

Subieron al carruaje, y Leah se acomodó en uno de los asientos, con la mirada perdida en el paisaje que pasaba velozmente ante sus ojos. Tom se colocó frente a ella, y sus palabras resonaron en el interior del carruaje.

- Tienes razón... -susurró, con una expresión enigmática en su rostro-. Ninguno de los dos contestará.

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora