Capitulo 73

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Capítulo setenta y tres
"El dolor del adiós"

Tom tomó la decisión de no hacer más preguntas, de no hurgar en las profundidades de los ojos tristes de Leah por respuestas que tal vez solo complicarían más las cosas. En cambio, eligió vivir en el momento, capturando el ahora con la intensidad que la situación demandaba. Guió a Leah suavemente hacia su cuarto, donde la privacidad les permitiría expresarse sin palabras, sin miradas curiosas ni oídos atentos.

Al cerrar la puerta detrás de ellos, el mundo exterior se desvaneció completamente. La habitación estaba bañada por la luz suave de las velas que Tom había encendido previamente, creando un ambiente cálido que parecía alejar, aunque solo fuera por un momento, la inevitable realidad de su situación. Leah se volvió hacia él, su expresión una mezcla de agradecimiento y melancolía, sabiendo ambos que esta noche era un paréntesis en sus vidas tumultuosas.

Tom la miró, perdiéndose un momento en la profundidad de sus ojos antes de inclinarse hacia ella, su aliento mezclándose con el de Leah en un espacio compartido y cargado de emoción. Comenzó a besarla con una dulzura reservada, sus labios encontrando primero los de ella en un beso profundo y luego trazando un camino hacia su cuello, donde depositó besos suaves que hicieron que Leah cerrara los ojos y suspirara suavemente.

La mano de Tom, temblorosa pero decidida, exploraba la figura de Leah, desde su espalda baja hasta la curva de su cintura. Cada caricia era un lenguaje propio, palabras no dichas que hablaban de amor, deseo y una despedida no formulada. Leah respondía a cada toque, cada beso, con un abandono que hablaba tanto de su amor por Tom como de su necesidad de olvidar, aunque solo fuera por unas horas, las decisiones que pesaban sobre su alma.

Se movían juntos hacia la cama, sus movimientos sincronizados, un baile de intimidad y conexión que solo ellos podían entender. Allí, entre las sábanas suaves y el mundo que habían construido a su alrededor, se permitieron ser vulnerables, permitieron que sus corazones hablaran más alto que sus mentes. El tiempo parecía detenerse, los latidos de sus corazones marcando los segundos que se deslizaban entre caricias y susurros.

Esa noche, en la quietud de la habitación, Tom y Leah se aferraron el uno al otro como si al hacerlo pudieran detener el amanecer y con él, la llegada de un futuro incierto. Fue una noche de pasión y ternura, un refugio temporal de la tormenta que cada uno enfrentaría al regresar a la luz del día.

A medida que la noche avanzaba, la intensidad de sus emociones llenaba cada rincón de la habitación, cada susurro y cada caricia cargados con el peso de un amor profundamente sentido y las sombras de futuras despedidas. Tom, en un acto de entrega total, permitió que su corazón se abriera completamente, dejando a un lado las preguntas y las dudas que había sentido antes. En su lugar, se centró en Leah, en su presencia, en su calor, en la forma en que su cuerpo respondía al suyo con una pasión igualmente intensa.

Leah, por su parte, parecía absorber cada momento, memorizar cada sensación. Sabía que estas memorias serían un consuelo en los días venideros, un faro en la tormenta que se avecinaba con su decisión de cambiar su destino. A pesar del dolor que sentía por lo que tendría que hacer, por ahora, se permitió sumergirse por completo en el amor que sentía por Tom.

En el silencio de la noche, solo se escuchaban sus respiraciones entrecortadas y el suave roce de la tela contra la piel. Tom exploraba suavemente el contorno de Leah, trazando mapas en su piel con sus dedos, memorizando cada curva como si pudiera guardarla en su memoria para siempre. Leah respondía con suaves caricias en su cabello, en su espalda, comunicando su amor en cada gesto.

Cuando finalmente se abrazaron, en un abrazo que significaba tanto el pico de su unión como el preludio de una despedida, se sentía una paz melancólica. Se quedaron así, abrazados, hasta que los primeros rayos del amanecer comenzaron a filtrarse a través de las cortinas, iluminando la habitación con la promesa y el dolor del nuevo día.

Con el amanecer, la realidad de su situación se asentó nuevamente sobre ellos. Leah se encontraba en la encrucijada de su vida, entre seguir un camino junto a Tom o aventurarse en un destino incierto que podría reunirla con su familia tal como siempre debió ser. Aunque la decisión estaba prácticamente tomada, la ejecución de la misma y sus consecuencias seguían siendo un misterio y una fuente de dolor.

Tom, sintiendo la inevitabilidad del adiós en la quietud de la mañana, se esforzaba por mantener la compostura. Sabía que cualquier momento ahora podría ser el último que compartieran de esta manera. Y aunque su mente le decía que debía prepararse para lo que venía, su corazón se negaba a aceptar que este adiós pudiera ser definitivo.

Con las primeras luces del día bañando la habitación, ambos se enfrentaron a la inminente despedida, un momento que ninguno de los dos deseaba, pero que ambos sabían necesario. Leah, con lágrimas en los ojos pero también con una resolución férrea, se armó de valor para hacer lo que debía, mientras Tom, con el corazón roto pero lleno de amor, se preparaba para dejarla ir, sabiendo que el amor verdadero a veces significa decir adiós.

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora