Capítulo 51

3.7K 305 93
                                    

Capítulo cincuenta y uno
"Weily Kean"

El regreso a su hogar en las afueras de Londres marcó el inicio de un periodo crítico para Leah Linghood. En la soledad de su habitación, rodeada por las paredes que habían sido testigos de su crecimiento y transformación, comenzó a prepararse meticulosamente para el próximo año escolar en Hogwarts. Aunque su vida estaba llena de anomalías mágicas, el regreso a la rutina escolar le ofrecía un cierto grado de normalidad, algo que valoraba dada la complicada relación que tenía con Tom y los poderes inusuales que compartían.

Con su nuevo uniforme colgado ordenadamente y los libros de artes oscuras apilados en el escritorio, Leah sentía que tenía todo lo necesario para enfrentar los desafíos académicos que le esperaban. Sin embargo, su mente estaba ocupada con un dilema mucho más complejo y personal: la decisión de "separarse de Tom". Leah sabía que desenredar su conexión con Tom, con sus habilidades compartidas como hablar Parseltongue y mover objetos con la mente, sería una tarea ardua y posiblemente peligrosa. A pesar de sus extensivos conocimientos en artes oscuras, ninguna fuente le ofrecía una solución clara sobre cómo desvincularse sin consecuencias nefastas.

Su preparación para las clases también incluyó la práctica de hechizos y técnicas más avanzadas, anticipando la posibilidad de no tener un grupo avanzado en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Leah no se daba el lujo de estar desprevenida; su ambición no le permitía conformarse con estar a la par de sus compañeros. Quería destacarse, asegurarse un futuro de éxitos que creía merecer, independientemente de cualquier club de élite como el de Slughorn.

En medio de esta intensa preparación, la noticia del regreso de Weily Kean a su vida fue un respiro. Weily no era solo una conocida; era una amiga, la única verdadera amiga que Leah había tenido, una relación forjada en los tiempos que habían compartido en Francia. Cuando se encontraron brevemente en el Callejón Diagon, acordaron reunirse antes de que comenzaran las clases, algo que Leah anticipaba con una mezcla de nerviosismo y emoción. Era raro para ella permitirse sentir vulnerabilidad, pero con Weily era diferente; ella representaba un vínculo con una parte más genuina y menos calculadora de sí misma.

Mientras Leah continuaba con sus preparativos, la perspectiva de esta reunión le ofrecía un consuelo y una distracción bienvenida de las tensiones de su vida mágica y las decisiones críticas que tendría que tomar pronto. Era un momento para reforzar viejas alianzas y quizás, a través de ellas, encontrar nuevas perspectivas para los desafíos que enfrentaba.

Tom Riddle se encontraba sumido en un mar de conflictos internos, donde la memoria de unos ojos verdes parecía flotar persistentemente en su mente. La chica pelirroja que había visto en el Callejón Diagon lo había dejado desconcertado, recordándole a alguien del pasado, una figura que no conseguía ubicar completamente, pero cuya presencia era inquietantemente familiar. A pesar de la atracción casi magnética que sentía hacia ella, Tom se rehusaba a admitir cualquier sentimiento de amor. Se convencía a sí mismo de que su corazón ya había sido ocupado y posteriormente vaciado por Leah, la única persona que alguna vez estuvo cerca de verdaderamente comprenderlo y, en el mismo proceso, traicionarlo.

Su relación con Leah había sido intensa y compleja, llena de promesas de poder y dominio conjuntos. Habían sido cómplices en un juego de ambiciones oscuras, hasta que los eventos tomaron un giro trágico y Leah intentó asesinarlo. Eso había marcado el fin de cualquier afecto que Tom pudiera haber albergado por ella. Ahora, enfrentando la posibilidad de otro vínculo, se negaba a permitirse caer bajo el hechizo de una Veela, consciente de la peligrosidad de tales criaturas y su capacidad de encantar a los hombres hasta la perdición.

Tom sabía que el regreso a Hogwarts implicaría encuentros inevitables con Leah. Ellos compartían espacios comunes, cursos avanzados, y un interés mutuo en artefactos mágicos poderosos como el espejo de Augurio. Este espejo, que revelaba profecías a quienes se miraban en él, era un objeto de gran interés para ambos, y su búsqueda inevitablemente los haría cruzar caminos. La idea de evitarla completamente era impracticable; sin embargo, Tom estaba resuelto a mantenerse distante, a protegerse de cualquier remanente de sentimientos que pudieran complicar sus planes.

Respecto a los cambios físicos que Tom había experimentado, estos eran el resultado de sus experimentos más oscuros y prohibidos: la creación de Horrocruxes. Su primer Horrocrux había sido ocultado en la desolada casa de los Gaunt, un lugar que rezumaba la decadencia de su linaje. El segundo Horrocrux había sido su diario, un objeto que contenía no solo sus pensamientos y experiencias desde los 11 años, sino también sus sentimientos y reflexiones sobre Leah. Este diario era un depósito de sus momentos más vulnerables, un testigo mudo de la intensidad de su juventud y sus ambiciones.

En su estado actual, Tom era una mezcla de poder incrementado y humanidad disminuida. Cada Horrocrux que creaba lo alejaba un paso más de cualquier semblanza de emoción genuina, reemplazando lo que había sido compasión y capacidad de amar con un vacío oscuro y una sed insaciable de poder. En este juego peligroso, Leah seguía siendo una pieza clave, y aunque Tom se esforzaba por mantenerla a distancia, el destino parecía empeñado en entrelazar sus caminos una y otra vez

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora