Capítulo 63

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Capítulo sesenta y tres
"sala de menesteres"

Leah caminaba por los pasillos del antiguo edificio, su mente inundada por las imágenes de la conversación que había tenido con Tom. Cada palabra, cada contacto, cada mirada había quedado grabada en su memoria con una claridad dolorosa. A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, de las mentiras y los secretos, admitía en lo más profundo de su corazón que amaba a Tom. Pero las circunstancias eran todo menos ideales; su relación estaba teñida de manipulaciones y desconfianzas que habían causado heridas profundas en ambos.

Intentando sacudirse esos pensamientos y concentrarse en algo más que su complicada relación, Leah regresó a la biblioteca. Necesitaba encontrar algún libro que le diera pistas sobre la sala de menesteres, ese lugar misterioso que Tom había mencionado tan abruptamente. Si lo que decía era cierto, dentro de esa sala podría hallar el espejo de augurio, un objeto que sentía cada vez más necesario descubrir, no solo por su valor mágico sino también como una forma de ganar independencia frente a las manipulaciones de Tom y las sospechas sobre James.

El olor a papel antiguo y la quietud de la biblioteca siempre le habían proporcionado consuelo. Caminó entre los estantes altos, sus dedos deslizándose por los lomos de los libros mientras sus ojos buscaban títulos que pudieran ser de ayuda. Finalmente, se detuvo ante una sección que prometía algo de luz: textos antiguos sobre las áreas menos conocidas del edificio y sus misterios arcanos.

Se hundió en la lectura, cada página la sumergía más en la historia y los secretos del lugar, alejándola momentáneamente de sus problemas personales. Pero incluso entre líneas, la figura de Tom se asomaba, recordándole que cualquier solución a su tormento personal estaba, de alguna forma, ligada a él. Con cada página que pasaba, se daba cuenta de que entender más sobre la sala de menesteres no era solo una cuestión académica o estratégica, sino profundamente personal, un paso hacia la resolución de su complejo vínculo con Tom.

Mientras Leah se debatía internamente sobre la idea de volver a hablar con Tom para preguntarle la ubicación exacta de la sala de menesteres, sintió una creciente ansiedad. El tiempo apremiaba y la información que buscaba no aparecía en ninguno de los antiguos tomos que había revisado. La idea de enfrentarse nuevamente a Tom, con todo lo que eso implicaba emocionalmente, la hacía sentirse aún más desesperada.

Justo cuando sus niveles de estrés alcanzaban un punto crítico, algo extraordinario ocurrió. Frente a ella, en el pasillo donde se encontraba completamente sola, comenzó a materializarse una puerta. Leah parpadeó varias veces, incrédula, mientras observaba cómo la estructura se hacía cada vez más clara y tangible. Era una puerta imponente, adornada con intrincados grabados que parecían relatar historias mágicas de eras pasadas.

Con el corazón palpitando en su pecho, Leah se acercó cautelosamente. No había duda: estaba ante la misma sala de menesteres que Tom había mencionado. Según las leyendas y los rumores que había oído, este lugar mágico aparecía solo cuando alguien lo necesitaba verdaderamente, adaptándose a los deseos más profundos de su buscador.

Al abrir la puerta, Leah se encontró con un salón vasto, repleto de objetos mágicos y estantes cargados de libros antiguos y pergaminos. Cada rincón estaba lleno de artefactos que brillaban con un resplandor místico, cada uno con su propia aura de poder y misterio. El aire estaba impregnado de un olor a magia antigua y poderosa, y el silencio era tan profundo que podía oírse el suave zumbido de la energía mágica que llenaba el lugar.

A pesar de la abrumadora cantidad de maravillas que la rodeaban, Leah sabía que estaba allí por una razón específica: encontrar el espejo de augurio. Comenzó a caminar entre los pasillos formados por estantes y mesas, tocando suavemente los objetos mientras sus ojos escaneaban cada superficie, buscando ese espejo que podría ser clave en su lucha por la verdad y la claridad en su complicada relación con Tom y las dudas que ahora tenía sobre James. El descubrimiento de la sala no solo significaba una oportunidad para encontrar lo que buscaba, sino también un momento de empoderamiento personal, demostrándole que podía confiar en su propio poder e intuición.

Leah recorrió la Sala de Menesteres con paso decidido, su mente enfocada en la única razón por la que había sido atraída a este lugar místico. Finalmente, en un rincón apartado del salón, lo vio: el espejo de augurio. Era un objeto imponente, mucho más grande de lo que había imaginado, con un marco grueso adornado con intrincados grabados que parecían contar historias antiguas y olvidadas. El cristal del espejo emitía un brillo tenue, como si contuviera un mundo de posibilidades dentro de su superficie reflectante.

La magnitud del espejo y la energía palpable que emanaba de él hicieron que Leah se detuviera en seco. La realidad de la situación la golpeó con fuerza: estaba sola frente a un artefacto de gran poder, y lo que reflejara podría cambiar su vida para siempre. No era algo que debiera tomarse a la ligera. Además, estaba consciente de que manipular un objeto de tal magnitud requería preparación y, posiblemente, ayuda.

Con un suspiro, Leah tomó la decisión de no precipitarse. Era vital que estuviera bien preparada para enfrentar lo que el espejo pudiera revelar sobre su futuro. Decidida a regresar otro día con más tiempo y, tal vez, acompañada para manejar mejor cualquier consecuencia del espejo, se alejó del imponente objeto.

Mientras salía de la sala, Leah se sintió tanto aliviada como frustrada. Aliviada por haber localizado el espejo y saber dónde encontrarlo cuando estuviera lista, y frustrada por no tener aún las respuestas que buscaba. Sin embargo, ahora tenía una ventaja: sabía dónde estaba el espejo y podía planear su próximo paso con cuidado y deliberación.

The secret of Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora