Cómplices [Draco Malfoy]

28. Querida Alexa

Todo era un caos pero nadie gritaba o corría despavorido; todo era silencio mientras nos mirábamos los rostros esperando que el tiempo pasara.

La señora Weasley caminaba junto a Ginny hacia la puerta posterior cada diez minutos y se quedaban allí mirando hacia la oscuridad, esperando impacientes la llegada sorpresiva de alguien. Valen estaba de la misma manera, solo que ella no se movía, casi parecía petrificada; miraba fijamente por las ventanas esperando alguna señal de que nada malo hubiera pasado.

Hace aproximadamente 2 horas toda la Orden del Fénix, incluidos Ron, Hermione, Fred, George, Fleur y Mundungus Fletcher, habían salido en "medios de transporte anti—rastreo" hacia la casa de Harry para poder traerlo sano y salvo. Debo admitir que el plan que habían hecho parecía ser efectivo para trasladar a Harry pero que llevaba demasiado sacrificio y peligro para los otros. Habían escogido lugares específicos, llamados santuarios, donde llegaría cada "Harry" con su respectivo protector, para luego, mediante un traslador, llegar a La Madriguera en determinados tiempos.

Según los horarios establecidos, Ron y Tonks iban a llegar primero; pero su traslador, el cual era una lata oxidada, llegó sin ellos. Eso aumentó la tensión en aquella pequeña cocina.

La señora Weasley palidecía con cada minuto que pasaba, pero aun así mantenía la calma; solo se aferraba a su hija y al reloj que era el único que hacía algún ruido. El tic—tac se sentía casi como los gritos de una banshee; sobre todo porque anunciaban que lo que esperábamos con tantas ansias no se iba a cumplir.

Y así ocurrió una vez más. La señora Weasley miró el reloj para luego dirigirle una mirada alentadora a Ginny; pero el tiempo se había cumplido y seguía avanzando, y lo peor era que nadie llegaba. Solo vimos una débil luz aparecer y desaparecer en la oscuridad.

—Ginny...— habló al fin Molly Weasley rompiendo el silencio. Por el susto casi suelto la tasa de chocolate que ella había preparado para mí; ya estaba fría y seguía casi llena—... Esperemos afuera. Lo más probable es que vengan en las escobas ya que perdieron sus trasladores. — añadió mientras se disponía a salir al patio trasero.

—Van a llegar. —le dije a Valen luego que Ginny salió tras su madre, llevándose el reloj que minutos antes estábamos mirando con concentración.

—No estás segura... —musitó Valen sin apartar la mirada de la ventana. Su voz sonó ronca, casi parecía ser un gimoteo que intentó ocultar—... Tú lo sabías, sabías que algo iba a suceder hoy, por eso querías que no hicieran el traslado... debieron confiar en ti. —añadió antes de que pudiera decir algo mientras se aferraba a mi cuerpo.

Mattew, quien estaba sentado frente a mí, me miró con suspicacia, casi acusador. Estuvo a punto de decir algo, pero soltó un bufido, como si cayera en cuenta de que no le iba a responder. Se levantó y salió al patio sin decir nada, lo cual fue un alivio. Su presencia me incomodaba, era como si tuviera un carcelero pegado a mí todo el tiempo, esperando un simple error para poder culparme, y en el fondo, sabía que en parte iba a ser mi culpa si algo malo pasaba y Matthew ganaría.

Debí haber sido más convincente, más elocuente y tal vez menos arisca, quizás así hubiera evitado que la mayoría de personas que vivían aquí no estuvieran a gusto conmigo y confiaran en mi versión, y así no sentiría que les había fallado de algún modo.

Demonios, debí haber dicho la verdad, que encontré a Draco y que él me advirtió de todo... Pero sinceramente, ¿Quién iba a creerme?

Este es el típico caso de una persona que miente y que después de tantas mentiras; nadie confía en su palabra, aun cuando está diciendo la verdad.

Yo sola me había ganado esta fama y tenía que atenerme a las consecuencias...

—Bueno, ahora estoy segura de que van a regresar...—repuse intentando formar una sonrisa—...además recuerda que a Potter le gusta hacer entradas triunfales e inolvidables. — bromeé, logrando que Valen riera un poco.