Comenzaba a hacer frío, las hojas de los árboles estaban cambiando de color y un viento helado corría entre los antiguos edificios del campus. Me vestí una camiseta negra ceñida al cuerpo, una camisa de franela con diseño escocés sobre ella para protegerme del frío y unos leggins ajustados. También me calcé unas botas muy cómodas color cuero. Siempre priorizaba la comodidad a la hora de vestirme, pero debía admitir que estos leggins hacían lucir muy bien mi trasero sin dejar de ser cómodos.
Extrañamente, Thomas no me llenó de mensajes ni mails para que hablara con él como hubiera esperado. Algo dentro de mí me decía que me estaba dando mi espacio, pero tenía un miedo irracional a que lo que Lily dijo que tarde o temprano sucedería, estuviera sucediendo ahora ¿Se habría aburrido de mí? Sabía que teóricamente sería lo mejor, pero ahora más que nunca, necesitaba tenerlo cerca. Simplemente verlo, sentirlo presente, porque tampoco era como que lleváramos algo. No teníamos nada... O al menos eso creía.
Sin embargo, me encontraba en la puerta de su oficina. No tenía un discurso planeado, no tenía idea de qué iba a decir exactamente, pero sabía que debía intentarlo. Tenía que intentar de liberarme de sus clases. No iba a soportar ver a Mark todos los días.
Toqué la puerta.
–Pase –escuché tras la madera.
Inhalé profundamente para darme confianza y entré.
Tenía el teléfono pegado al oído y escribía algo en su portátil sobre el escritorio. Su cabello estaba desordenado, tenía los lentes puestos, algo caídos por el puente de su nariz y una barba incipiente se asomaba en su rostro. Llevaba pantalones de jeans y un sweater verde musgo, debajo del cual se asomaba una camisa color celeste. Estaba jodidamente sexy. En cuanto me vio cambió su postura. Acomodó sus lentes con un dedo, dejó de tipear y cerró el portátil sin darle una segunda mirada a lo que estaba haciendo ¿Acaso me ocultaba algo?
–Dime si encuentras algo, debo cortarte –dijo y cortó el teléfono, dejándolo junto al computador. Se quedó mirándome fijamente–¿Cómo estás?–preguntó preocupado.
–Estoy perfectamente –respondí tratando de sonar normal–¿Y usted?
Hizo una mueca y entrecerró los ojos. Se levantó y rodeó su escritorio con paso lento pero decidido, hasta que ya no hubo ningún obstáculo entre nosotros, aparte de la distancia.
–Me dejaste preocupado –Mi corazón se expandió en mi pecho.
–Estoy bien, en serio –insistí–. Fue sólo una baja de presión.
–Claro–contestó frunciendo los labios en un gesto de desaprobación.
Sabía que le mentía. Estudió mi rostro detenidamente y yo sentí como la sangre se acumulaba en mis mejillas. Bajé la mirada y comencé a jugar nerviosamente con una esquina de mi camisa.
–Vengo a pedirle un favor –dije y él alzó el mentón.
–Te escucho.
–Necesito que me exima de la asistencia a su curso –continué con los ojos pegados en mis botas –. Es decir, seguiría dando las evaluaciones, pero estudiando por mi cuenta, sin asistir a su clase.
Hubo una pausa. Cuando me atreví a volver a mirarlo sus oscuros ojos me escudriñaban bajo sus espesas pestañas y su mandíbula estaba tensionada. Se sacó los lentes dejándolos en el escritorio a sus espaldas y se masajeó el mentón, pensando en mis palabras.
Finalmente se acercó a mí un par de pasos. Yo instintivamente retrocedí uno.
–¿Por qué habría de hacerlo? –preguntó cauteloso.
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Maldito destino
RomanceMailen es una chica que ha pasado por momentos difíciles, y está dispuesta a hacer cualquier cosa para que su pasado permanezca en secreto. Sin embargo, el destino tiene preparado para ella un camino lleno de baches y de sorpresas que le harán todo...