Desperté por un terrible dolor de cabeza que bombeaba desde detrás de mis párpados. Abrí lentamente los ojos, tratando de acostumbrarme a la luz. Tenía la boca extremadamente seca y estaba un poco mareada. Eché un vistazo alrededor y me di cuenta de que no estaba en mi habitación. Me incorporé de golpe y todo el mundo dio vueltas.
–Mierda... –mascullé.
¿Dónde estaba?
Era una habitación amplia y alfombrada. Estaba sentada en una cama King con sábanas oscuras. Había una cómoda en la esquina con algo que parecía una roca encima que debía pesar por lo menos cinco kilos, lo extraño es que la roca estaba en una especie de pedestal, con un pequeño letrero a sus pies. Tenía la forma de un recipiente antiguo. Muy antiguo ¿Quién tendría guardado un pedazo de roca así?
Ay no...
De pronto algunos recuerdos comenzaron a destellar en mi memoria. La ducha de Thomas, su sala de estar, él en el sofá.... ¿Qué hice ayer? ¿Qué fue exactamente lo que le dije? Me empezó a entrar un miedo irracional.
¿Le habré dicho algo estúpido? ¿Habré hablado más de la cuenta? Espero que no... pero peor aún que eso ¿Qué hice? Supongo que no dormimos juntos, ya que desperté sola, pero ¿Lo intenté?
–Ay no, por favor, por favor.... –musité llevándome las manos a la cabeza.
Me levanté lentamente y eché un vistazo alrededor. Mi ropa estaba en el suelo y llevaba puesta una camiseta de él. En las paredes había algunos cuadros de él y su hermano, había uno que otro de James también. El más grande estaba frente a la cama, y era de una mujer. Era hermosa, tenía una expresión dulce y pacífica y sonreía junto con dos niños, uno de la mano y otro más pequeño en brazos. Me acerqué a él sigilosamente, como si temiera ser descubierta.
¿Era su madre? Era preciosa... Tenía sus ojos de chocolate, era rubia y de tez blanca. Solo mirarla me inspiraba una exquisita paz. Acerqué mi mano y acaricié suavemente su rostro, admirándola, luego mi mano bajó hasta el niño que caminaba a su lado, Thomas. En esa foto debía tener alrededor de ocho años. Sonreía de oreja a oreja, con ojos achinados mientras caminaba a su lado y miraba a su madre con una expresión llena de amor y admiración. Mi corazón se expandió en mi pecho. Era tan dulce.
Suspiré lentamente. Ojalá pudiera conocerlo más. Me encantaría poder entrar en su vida, tener la oportunidad de ver esa sonrisa en su rostro, genuina y sincera, sin preocupaciones, sin secretos.
Hice una mueca y me dispuse a vestirme. Me coloqué la ropa de la noche anterior, ya que no llevaba nada más, pero me quedé con los botines en la mano, para no hacer ruido. Miré la hora en mi teléfono. Eran las siete de la mañana del domingo. Quizás Thomas seguía durmiendo. Abrí la puerta lentamente y salí en puntillas, procurando no hacer ruido. Vi a Thomas aún durmiendo en el sofá, tenía el cabello revuelto y el rostro tranquilo. Sonreí.
Este hombre era realmente hermoso, pero ahora no podía quedarme ahí babeando, debía salir de ahí antes de que despertara. Salí silenciosamente del departamento y me dirigí a la residencia.
–¡Dios mío, Mailen! –exclamó Lily en cuanto me vio cruzar la puerta–. No sabes el susto que me diste, pudiste haberme llamado o algo.
Se acercó a mí rápidamente y me abrazó, pero yo no le devolví el abrazo.
–Ya, Lily. No creas que me he olvidado de lo de ayer –Le advertí, separándome de ella.
Ella hizo una mueca arrepentida.
–Sé que no lo has olvidado, Mai. En serio quiero que me perdones. Nunca haría algo así con intención, lo sabes –dijo seriamente. Yo sabía que era cierto. La miré reticente–. Pero eso no quita que te hayas comportado como una idiota. No importa cuán enojada estés conmigo, salir así, sola a las dos de la mañana... ¿En qué estabas pensando?
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Maldito destino
RomanceMailen es una chica que ha pasado por momentos difíciles, y está dispuesta a hacer cualquier cosa para que su pasado permanezca en secreto. Sin embargo, el destino tiene preparado para ella un camino lleno de baches y de sorpresas que le harán todo...