Desperté con una estúpida sonrisa en el rostro. No recuerdo un momento en el que haya estado más feliz que entonces, con la mejilla contra su pecho, totalmente desnuda, sintiendo su cálida piel contra la mía, con las sábanas enredadas en nuestros pies. La luz del sol comenzaba a asomarse casi con vergüenza por la ventana, iluminando al hermoso espécimen que tenía junto a mí. Me separé un poco de él, apoyando el codo sobre la almohada a su lado y mi cabeza sobre mi mano, para admirarlo como una colegiala.
Era perfecto. Su incipiente barba adornaba su rostro, el cabello estaba todo alborotado por toda la acción de la noche anterior, aún tenía los ojos cerrados y respiraba acompasadamente. Su esculpido pecho tenía una fina capa de vello que seguía un tentador camino a su entrepierna. Sus anchos hombros tenían pequeñas marcas que mis desesperadas manos le habían hecho hace unas horas, en medio del remolino de pasión en el que me perdí.
Sonreí. Creo que de a poco me estaba enamorando de él.
La noche anterior había sido perfecta. Thomas era un hombre apasionado, cosa que no cualquiera diría, debido a su fría actitud profesional. Pero fui testigo de cómo perdió los estribos sobre mí. Lo sentí en cada rincón de mi cuerpo, y en partes que nunca antes había sentido. Fue duro, certero, pero dulce. Me besó entera mientras me hacía suya y yo dejaba marcadas mis uñas en su espalda. Vi su rostro contraerse de placer, llegando a la cúspide, para luego caer rendido a mi lado, abrazándome y acunándome en mi lugar feliz, haciéndome desear que el momento fuera eterno. Nos quedamos dormidos sin decir ni una palabra, alargando el momento, sin que ninguno de los dos quisiera volver a la realidad.
Y ahí estaba, tan perfecto como era. No quería despertarlo, esta era mi oportunidad para mirarlo sin sentirme intimidada por él, mi momento para guardar cada detalle de su cuerpo en mi memoria.
De pronto, su teléfono sonó escandalosamente sobre su mesa de noche, haciéndolo despertar de un salto, recordándonos bruscamente que la realidad estaba esperando por nosotros.
Se incorporó algo confundido, estuve a punto de atraparlo y traerlo de vuelta a la cama, pero sabía que no debía. Lo dejé contestar.
–¿Diga? –respondió con voz adormilada, mientras se sentaba al borde de la cama y se restregaba el rostro con la mano libre.
Yo me incorporé tras él, y totalmente desnuda lo abracé desde atrás, pasando mis manos sobre sus hombros, él se enderezó de pronto y se le puso la piel de gallina. Sonreí contra su espalda.
–Buen día –musité en su oído libre y vi como la piel de su rostro se estiraba en una adormilada sonrisa.
Tapó el teléfono con una mano y volteó un poco el rostro hacía mí, dándome un rápido beso en los labios y dedicándome fugaz y felina sonrisa.
–El mejor, diría yo –susurró cerca de mi boca y yo sonreí.
Pero luego se levantó, volviendo a colocarse el teléfono contra el oído y mirándome desde donde estaba, con expresión divertida.
–¿Martínez? –preguntó algo confundido– ¿Qué sucede? –Echó un vistazo rápidamente en su reloj, eran las 7:30 de la mañana. Por suerte ese día tenía sólo dos clases en la tarde, una de ellas era la suya.
Entonces vi como su rostro cambiaba y su mirada se oscurecía. Algo iba mal.
–¿Qué? –preguntó incrédulo mientras yo fruncía el ceño, muriendo de curiosidad–. Eso no fue lo que pasó... –contestó irritado pero el hombre le interrumpió al otro lado de la línea y Thomas escuchaba atentamente, mientras se pasaba una mano por el cabello. Eso no era buena señal –. Mierda.... –masculló–. Está bien, gracias por avisarme. Te llamo luego –Y cortó.
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Maldito destino
RomanceMailen es una chica que ha pasado por momentos difíciles, y está dispuesta a hacer cualquier cosa para que su pasado permanezca en secreto. Sin embargo, el destino tiene preparado para ella un camino lleno de baches y de sorpresas que le harán todo...