Creo que nunca antes había estado tan aliviada en toda mi vida.
–¿Qué mierda...? –exclamó irritado uno de ellos.
Thomas se bajó rápidamente del auto, llevaba un abrigo largo colgando del brazo. Con paso firme llegó a mi lado, mientras yo lo miraba embobada. Su rostro estaba serio, el chocolate de sus ojos se había endurecido y su expresión era amenazante. Me puso el abrigo encima, que me llegaba hasta más abajo de la rodilla, tapando mi cuerpo de las lascivas miradas de mis desagradables acompañantes.
–Sube al auto –me ordenó.
Yo lo miré a él, luego a los cinco hombres que de pronto parecían bastante molestos y luego a él de nuevo.
–Sube conmigo –contesté.
Él se giró hacia mí, encolerizado, pero el volumen de su voz era escalofriantemente bajo.
–Al auto –repitió y le sostuve la mirada mordaz.
–No voy a dejar que cometas ninguna estupidez. Sube conmigo o no subo.
Las aletas de su nariz se expandieron. Yo lo miraba desafiante. No estaba dispuesta a verlo pelear contra cinco hombres. Ni si hubiera sido Jackie Chan lo hubiera logrado, y la idea de ver a Thomas herido por mi culpa me alarmó en demasía. Me agarró del brazo, dispuesto a meterme al auto a la fuerza y yo me tensé, manteniendo mi postura.
Entonces vi en su rostro el reflejo de luces parpadeantes, rojas y azules. Me giré a mirar de dónde venían y vi una patrulla de policía acercándose, haciendo una ronda.
Todos se voltearon a ver y de pronto los cinco hombres se alertaron.
–Vámonos de aquí –dijo uno de ellos y el resto lo siguió rápidamente, escabulléndose entre las sombras.
Nos quedamos solos, el tomando mi brazo, yo tensa en mi lugar, mirando cómo se alejaban aún intentado comprender que ya no había peligro. La patrulla pasó a nuestro lado lentamente, y siguió su camino.
–¿Qué haces aquí? –pregunté soltando mi brazo de una sacudida, Thomas seguía mirándome con esa expresión de piedra.
–¿Qué crees que hago? Te salvo el pellejo –respondió mordaz.
–Yo no pedí que nadie me salvara el pellejo –Le contesté enfadada, pero sin ser capaz de confesar lo aliviada que estaba de verlo.
Thomas soltó un jadeo que simulaba una risa seca y negó con la cabeza, incrédulo.
–Al auto –repitió enfurecido–, o te subes tú o te subo a la fuerza.
Di un respingo y le sostuve la mirada, pero luego de una pausa, en la que simplemente nos fulminamos con la mirada, cedí.
–Está bien, pero sólo porque tengo frío –dije intentado mantener mi orgullo intacto.
Él entrecerró los ojos y me sostuvo la puerta abierta para luego cerrarla bruscamente una vez que estuve dentro. Rodeó el auto y se subió también, en completo silencio.
–Estás ebria –era una afirmación, su voz seguía siendo fría como el hielo.
–¿Qué te importa a ti como esté? –espeté intentando sonar intimidante, pero un hipo entre medio de la frase me quitó cualquier dejo de seriedad. Frunció los labios. ¿Era una mueca o una sonrisa reprimida?– ¿Me puedes explicar que mierda está pasando?
–¿Qué quieres que te explique? –contestó, sin dejar su expresión fría, pero ya más tranquilo.
Yo reí ante esa pregunta. Ay, Thomas... ¿Por dónde empezar?
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Maldito destino
Roman d'amourMailen es una chica que ha pasado por momentos difíciles, y está dispuesta a hacer cualquier cosa para que su pasado permanezca en secreto. Sin embargo, el destino tiene preparado para ella un camino lleno de baches y de sorpresas que le harán todo...