Una vez que hubo sonado mi despertador, me aseé rápidamente. Poniéndome un short de tela gruesa color crema y una remera holgada color bordó. Y sin obviar mis Keds, el cual esta vez me opté por el rojo.
Salí de casa y caminé. Caminé y caminé. Seguí caminando hasta darme cuenta que me había perdido. Miré la hora de mi teléfono y marcaban las ocho y diez minutos. Yo había salido de casa a las siete y cincuenta, ya que ayer junto con mi primo habíamos llegado en un santiamén. Miré a mis alrededores, nada me era conocido y todo era muy tenebroso con los locales aun cerrados y dibujos de pandillas por las paredes.
¿En qué momento me habré desviado?
Estaba llegando tarde a mi practica de skate, tenía que avisar a Dustin, pero me di cuenta que no tenía su número. Quise llamar a Brandon, pero era muy temprano y obviamente no iba a contestarme.
Seguí caminando en línea recta y me topé con una casilla de flores. Una señora estaba sentada en un taburete y me le acerqué.
-Buenos días. –saludé. Ella me sonrió amable.
-Hola, dulce niña. –dijo. Me encontraba algo nerviosa.
-Verá, soy algo nueva en el barrio y me he perdido. –confesé. Ella me observaba. - ¿Sabe de alguna pista donde hacen skateboard? –pregunté.
-¿Skateboard? –preguntó. Yo asentí.
-Donde hay rampas y los jóvenes patinan... un amigo me espera ahí. –Juro que iba a echarme a llorar si no me respondía. Ella era una extraña.
-Oh. –dijo de pronto. – Creo que lo conozco. Creo que hay uno a unas dos calles de aquí, luego a la mano izquierda doblas. Ahí lo encontraras. –explicó.
Dos calles, luego a la izquierda.
-Muchas gracias. –respondí. Y me encaminé rápidamente.
Mis pasos eran tan apresurados que ya me dolían los pies. Doblé en la segunda calle a mi izquierda. Todo era muy silencioso, ni siquiera un auto pasaba por las calles y en mi mente ya me vi siendo secuestrada, atacada por pandilleros, llevándose mi teléfono...
Solté un suspiro de alivio y corrí cuando divisé la pista, y a Dustin allí.
-¡Dustin! –exclamé cuando crucé la entrada del parque. Me encontraba algo agitada y lo único que quería era abrazarlo. Estaba tan asustada. Miedo corría por mis venas.
¿Desde cuándo yo he tenido tanto miedo?
Me detuve cuando estuve frente a él. Me abracé a mí misma.
-Pensé que ya no vendrías. –me dijo.
-Es que... me perdí. –confesé.
-¿Cómo pudiste perderte? Tu edificio está unas calles aquí a la vuelta. –inquirió. Su voz era tan tranquilizador.
-No lo sé. Yo... -dejé de hablar y me coloqué a un lado suyo. Mi cerebro empezó a carburar las manecillas del reloj. – He llegado por las nueve en punto.
Lo miré, confusión llenaba su rostro o por lo menos lo poco que dejaba ver sus lentes oscuros. Frunció el ceño en un escaso tiempo, sus labios se fruncieron también. Luego habló.
-¿Por allá? –preguntó señalando a su izquierda. Me tocó mirarlo confundida.
-Sí. –respondí. Suspiró.
-Olivia, por ese lugar es algo peligroso. No debiste ir por ahí. –me reprendió.
-Yo ni siquiera sé cómo llegué hasta allí. –comenté con algo de indignación.
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Nueve en punto
Teen FictionOlivia Galler a sus diecinueve años tiene el gran deseo de hacer de su sueño una realidad, para ello viaja al país donde la mitad del mundo desea estar y de donde nacen las mas famosas películas, Estados Unidos. Lo que no imaginaba es que...