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Ese lunes ni me había acercado por la tienda para comprar panecitos dulces, había rendido el examen muy bien, haciendo veintiocho puntos de treinta, pero no podía sacarme de la cabeza a Dustin.

Ni el martes, ni el miércoles ni el jueves, mucho menos viernes. Tampoco hablé con Brandon o con Stephie luego del domingo pasado, donde decidimos darle tiempo a Dustin para que calme sus pensamientos por lo que había pasado y que trate de disculparse con todos.

Según ellos, ya había pasado algo similar al empezar la universidad hace varios años y fue Dustin quien pidió disculpas luego, pero no había sido tan severo como para huir de su casa. A mi parecer no estaba bien haberle dejado solo, debería haber sido al contrario, deberíamos de buscarlo, estar con él y hablarle, pero sentía que eso no me tocaba todavía.

Realmente me contuve varias veces para no enviarle un mensaje, además se había dejado la patineta aquí en el departamento, haciendo que jugase con ella por los pasillos. Ya no me estiraba tanto la idea de ir a hacer skate al parque, al parecer no era lo mío ni para un recreo.

Lo que hacía era revisar todos los días la página web que creamos, donde solo subían las visitas pero no comentarios ni pedidos de remeras. Subí también fotos nuevas, pero necesitaba videos para poder promocionarla, y no tenía nada.

Mis días de verdad eran lamentables porque tampoco hablaba con mis compañeros de la universidad, más que para pasarles alguna tarea o información sobre las clases que me daban los profesores.

Además había llegado la temporada de lluvia, que hacía de los días más nublados y deprimentes. Ni siquiera la pizza de Dell'Amore me levantaban el ánimo, porque Joshi ya no trabajaba allí para traerme el delivery.

Y sabía que lo que me tenía así de sombría era el estar incomunicada con Dustin, era el chico  de quien estaba casi enamorada y hacía ya casi una semana que no lo veía. Dustin ocupaba el 95% de mis pensamientos y lo extrañaba.

El teléfono sonó. Definitivamente mi teléfono había sonado y con su nombre en la pantalla.

No pude contestar y se había cortado, por lo que estaba rogando a que insistiera, así que cuando lo hizo, contesté.

-Hola... -saludé bajito.

-Hola, Liv. –saludó él y yo quería echarme a llorar de emoción por ese sonido melodioso que salía de sus cuerdas vocales. –Si yo no llamo tu no llamaras?... –el tono que usó fue como probando terreno, pero ya no quería que pare de hablar. A los santos cohetes si mi primo se enfada por haber hablado con Dustin.

-Me prohibieron que lo hiciera, lo siento... -sonrío. Sé que él también lo hace.

-Soy yo el que lo siente. ¿Será que podemos hablar? Sobre lo que pasó el domingo...

-Escucha, sí, me enfadé pero...

-Espera. –me interrumpe. -¿Estás en tu edificio?

-Sí –respondo algo cautelosa.

-¿Quieres bajar? Estoy afuera.

-¿De verdad?

-Sí.

-Bien, dame cinco.

-Vale.

Y corto la llamada.

Estoy tirada en mi cama y con un short de algodón algo que es como mi pijama, la blusa que tengo no está mal que es una camisa de jean que no me lo había quitado cuando llegué al medio día de la universidad, por lo que sin más preámbulos, bajo.

Nueve en puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora