Anoche concordamos que hoy saldríamos a patinar temprano, eran las ocho treinta que salía del edificio para encontrarme con Dustin en la pista, justo como habíamos quedado. Pero en nuestros planes no estaba que el tiempo se nublara más de lo habitual.
Dustin ya estaba montando su patineta por los alrededores, dándole que mirar a las demás personas que estaban en el lugar. Otra vez me fui hacia sus pertenencias en un rincón de la pared del edificio que había dado sombra en verano, y lo esperé, aunque no tanto porque uno de sus espectadores le gritó que su chica ya estaba allí.
"Tu chica", le había dicho y no evité sonrojarme.
Dustin caminó luego hasta mí con su patineta y su bastón en mano. Era jodidamente hermoso con camiseta blanca y la campera liviana negra que traía remangada, sus lentes oscuros lo hacían ver misterioso pero su sonrisa decía lo contrario, decían lo verdadero de él, alguien alegre y amable.
-Hola. –saludó.
-Hola, Dust. –sonrío.
-¿Empezamos? Al parecer hoy quiere llover. –dice.
-Está bastante nublado. –comento.
Vamos a la piscina, donde hay varias colinas como desniveles. Él se desliza dentro, y temo caerme mal al imitarlo, por lo que me quedo todavía en tierra firme mientras él inspecciona su entorno con el bastón. Empieza a hablar sobre los planos inclinados, spost, switchies...
-Sí, Dustin. Lo he captado todo. –respondo con voz elevada y sarcástica, lo que le hace reír.
-Lo mismo pienso cuando hablas de zooms 360, ángulo izquierda y páginas web... -me responde, y yo rompo en carcajadas.
Él juega en la pista, se eleva un poco y cuando va a dar algunos saltos con la patineta, siento que se me para el corazón pensando que podría caerse mal, pero no lo hace y vuelvo a respirar.
Me alegraba el haberle contado que no es de mi agrado el deporte y que lo haya entendido, me conformaba con verlo desde lejos y en cuanto no se golpee mal. Es sexy como él lo practica porque lo maneja desde que era un niño, en cambio conmigo es como si estuviera fuera de lugar, el deporte en sí no era para mí.
Entonces recordé que debía tomarles fotos para el blog, y me encontré usando mi iPhone. Tomé rápidamente unas capturas seguidas cuando hizo un salto elevando la patineta, y grabé otra parte cuando se deslizó por un caño, todas las tomas fueron con HDR y el clima ayudaba bastante para hacer algunas en blanco y negro, luego en casa le haría las correcciones.
-¿Estás tomando fotos? –lo escuché preguntar cuando veía algunas en la galería.
-Se supone que no te darías cuenta. –dije.
-¿He salido bien? –se acerca hacia donde estoy con una sonrisa y hace ese gesto de la nariz.
-En todas. –respondo seria, porque sé que estoy perdidamente enamorada.
Cuando tuvimos hambre caminamos hasta el muelle donde ese sábado habría un almuerzo callejero. Había un montón de gente a pesar de que el clima no esté en sus mejores momentos, no me gustaban las lluvias ni el frio, mucho menos cuando había vientos fuertes, además esta ciudad era de los que podría haber huracanes o tornados y definitivamente no estaba lista para presenciar uno fuera de casa.
Paramos en un local donde vendían sándwiches de pollo y lo compramos, no había lugar para sentarnos por lo que recorrimos un poco hasta encontrar en una escalinata un lugar libre y nos sentamos en el suelo a comer, mientras le contaba a Dustin el tipo de persona que veía o el ambiente que nos rodeaba, como los arboles casi sin hojas, los niños corriendo de aquí para allá, los jóvenes dando demostraciones de afecto en público y que me gustaría ser una de esas parejas con él.
Lo último no lo dije, obviamente.
-¿Qué piensas de la vida? –me preguntó.
-¿A qué te refieres? –pregunto yo, confundida. Y como no dice nada, prosigo: -bueno, pues... me gusta la vida. No puedo quejarme. –pienso que dentro de todo lo que he pasado en mis diecinueve años, me gusta. –Tanto las cosas buenas como las malas, tienen su propósito. Pienso que todo pasa por algo.
Lo miro un segundo, está serio.
-¿Y del futuro? –pregunta después. Sus preguntas profundas me hacen temer, ¿a qué quiere llegar?
-Que pase lo que el destino quiera que pase. Estaré preparada para ello. –respondo sin saber cómo podría reaccionar, ya que apenas ayer habíamos tenido conversaciones delicadas. Nos quedamos un pequeño minuto en silencio, y es él quien se encarga de romperlo.
-¿Liv? –dice.
-¿Sí? –mi corazón late a mil por hora con solo escucharle decir ese apodo, y si no fuera por el sonido del viento o el sonido de la calle, él escucharía mis latidos.
-No me veo estando con alguien, no sabría cómo tratar a una chica si la tuviera de novia y tengo el pensamiento de que seré una carga, siempre. –escucharlo decir eso hace que me duela el pecho. Me acerco a él y deposito mi cabeza sobre su hombro.
-Cambiaré ese pensamiento, te lo prometo. –susurro, y me lo prometo a mí también.
Su beso en la cima de mi cabeza me hace cerrar los ojos y disfrutar del silencio que no nos envuelve, pero el solo estar nosotros es suficiente.
Observo a mí alrededor en la plaza, solo para percatarme que hay una niña llorando desconsoladamente. Miro por los lados y no veo a nadie que la ayude, lo primero que capto es que podría estar perdida. Ella me mira un largo segundo mientras solloza con los dedos metidos en la boca y mi lado de buena samaritana no tarda en despertarse.
-Ven. –tomo a Dustin de la muñeca y lo jalo en dirección a la niña, lo suelto cuando estamos frente a ella. También otras personas se quedan viéndola.
-Hola. –la saludo poniéndome a su altura. –Me llamo Olivia, ¿Por qué estas llorando? –pregunto. Ella niega con la cabeza y llora más, mirando otros lados.
-¿Se perdió? –me preguntó Dustin, yo me incorporo pero no me alejo de la niña que al parecer no tiene más de cuatro años.
-Sí, pero no me habla. Debemos encontrar a sus padres. –empiezo a mirar a los alrededores a ver si veo a alguien buscándola también. Observo a la niña, nuevamente.
-Mamá... -llama entre llanto y capto que lo dice en español. Por lo que rápidamente me pongo junto a ella también.
-¿Hablas español? –le pregunto y es ahí cuando me mira y asiente. –Yo también. –le digo mostrándole una sonrisa.
-No encuentro a mi mamá. –dice, todavía con algunos dedos en la boca.
-¿Estaba contigo? –pregunto y ella asiente.
Le digo que si quiere la ayudaremos a buscar, no se opone cuando la cargo y me acerco a Dustin. A quien le digo que la niña solo habla español, empiezo a buscar si no hay algún policía por los alrededores para que nos ayude.
Durante veinte minutos me encuentro hablando con Tifany, tratándola de calmar a la par que recorremos el lugar. Dustin está callado a mi lado todo el tiempo, y no ayuda mucho que digamos. Al fin veo un oficial, que está comiéndose algo a un lado de un puesto.
Ahí le cuento que encontramos a la niña y me alegra saber que en su patrulla tiene una radio para hablar alto, por lo que cuando lo hace, no pasan otros diez minutos cuando viene una mujer desesperada y con lágrimas en los ojos pidiendo por Tifany. Ella me dice que es su mamá y la dejamos ir. El oficial regaña a la mujer por perderla, pero la mamá se defiende diciendo que la niña se alejó un segundo y la perdió de vista.
Al momento que ellas se alejan, empieza la lluvia.
-Oh, oh. –digo cuando unas gotas cayeron sobre mi cabeza.
-Tu edificio está cerca. –oigo decir a Dustin y reímos los dos.
Las calles son un caos mientras intentamos caminar rápido o correr, pero al llegar al edificio ya estamos algo empapados. La lluvia en el trayecto no fue mala con la compañía de Dustin y su mano sujetando fuertemente la mía, haciéndome sentir reacciones neuronales por todo el cuerpo.
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Nueve en punto
Teen FictionOlivia Galler a sus diecinueve años tiene el gran deseo de hacer de su sueño una realidad, para ello viaja al país donde la mitad del mundo desea estar y de donde nacen las mas famosas películas, Estados Unidos. Lo que no imaginaba es que...