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Domingo a las ocho y treinta de la noche recibo su mensaje.

Dustin: Voy a ir. Pero con una condición.

Olivia: Cual

Dustin: Tienes que venir conmigo.

Así que aquí estaba, atrapada en un auto con Annie manejando y Dustin de copiloto rumbo a San Diego a las ocho de la mañana. Ninguno habla en los cuarenta minutos de tránsito, ni en la espera por France después de llegar.

-Oh, tú debes ser Dustin. –un hombre de cabello completamente blanco, vestido de camisa blanca y chaleco plateado y pantalones de mequilla negra habla. –France Chevrin, fundador de esta agencia.

Es francés. Y gay.

-¿Quién de ustedes dos hermosas es Olivia? –pregunta a continuación. Yo ruedo los ojos. –Supongo que tú. –me mira.

-Hola. –saludo.

-Al parecer todos nos levantamos con el pie izquierdo hoy. –comenta. –Bueno, déjenme decirles que el pie izquierdo es perfecto para posar al final de la pasarela. Dustin, querido, ¿me acompañas?

Dustin está a un asiento mío de distancia pero puedo sentir como se tensa. Annie le acaricia la nunca y le susurra algo al oído, algo que no puedo escuchar pero no lo tranquiliza. Él se levanta y deja que el bastón se extienda, da un paso al frente. Me regaño mentalmente mientras hago lo que estoy haciendo.

Sujeto su muñeca izquierda y hago que se clave en el mismo lugar donde está. Busco sus ojos a los costados de su lente, tiene la mirada al suelo y traga duro.

-Si no quieres hacerlo, está bien. –le susurro. –De igual forma está bien.

-Estoy asustado. Pero quiero hacerlo. –me dice cuando gira levemente la cabeza. –Te he fallado muchas veces, no quiero hacerlo otra vez.

Le suelto la mano, porque él no hace esto porque quiere y eso me molesta. Me lo toma rápidamente de nuevo pero no objeto.

-Tienes que hacerlo por ti, Dustin. –le suplico.

-Perdóname, por favor perdóname. –susurra. Mis hombros caen al ver la expresión de su rostro incluso bajo su lente, al escuchar su desesperación en su voz. Me asombra, de verdad.

Y lo quiero.

Quiero abrazarlo y decirle que todo está bien, que nada ha cambiado y que lo amo de la misma intensidad que lo hacía hace casi diez meses. ¿Quién soy yo para no perdonar? Si no perdono, soy yo la que va a seguir sufriendo.

-No hay nada que perdonar, Dust. –doy un apretón a su agarre.

-¿Me lo prometes? –pregunta incluso.

Observo su bastón, que lo sostiene a la altura de su pecho con la otra mano y deposito allí la mía, sujetándolo con él.

-Te lo prometo.

Sonrío con labios cerrados al ver que él hace lo mismo.

-Bueno... ¿nos vamos, parejita? –France nos interrumpe.

-Anda. Te esperaré aquí. Decidas lo que decidas. –le digo soltando todo agarre que teníamos. Él lleva su mano a mi nuca y se acerca para besar mi frente.

-Luego hablamos. –susurra para seguidamente alejarse junto a France.

Estoy medio ida con lo que acababa de suceder. ¿Eso que ha pasado significa que nos reconciliamos? ¿Qué volvemos a ser amigos? ¿Qué él me quiere? No lo sé, pero no quiero precipitar las cosas porque no quiero volver a hacerme falsas ilusiones.

No sé cuánto tiempo pasa pero parece una eternidad. En todo lo que puedo pensar es en sus labios sobre mi piel después de mucho tiempo, y me hormiguea el cuerpo completo. Quiero abrazarlo, quiero tenerlo, para mí.

A mí alrededor pasan personas, mujeres y hombres en silla de ruedas, mujeres invidentes y hombres con prótesis, mujeres con síndrome de Down muy hermosas, y yo solo puedo pensar en Dustin y por qué demonios tarda tanto.

-Solo ha pasado veinte minutos. –escucho decir a Annie.

-¿Qué? –pregunto.

-Que solo ha pasado veinte minutos. Sé que los besos de Dustin pueden causar ese tipo de reacción. –dice.

-¿Lo has besado? –pregunto preocupada. Ella niega.

-Lo digo por el beso en la frente. Lo hace con personas que le importan. Tú le importas mucho. En todo este tiempo no ha dejado de hablar de ti y de mencionar cuanto sentía tu ausencia. –yo la miro boquiabierta. -¿Por qué no luchaste por él?

Ahora la miro con más asombro y enfado.

-¿Qué no luché por él? ¿Acaso estás ciega? –pregunto con incredibilidad, luego chasqueo la lengua y me cruzo los brazos. –Americanos idiotas. –susurro en español.

-Sé español. –me dice.

-Lo sé.

-Cuídalo, ¿sí? Es todo tuyo. –la veo pasar frente mío y me levanto.

-¿A dónde vas? –pregunto.

-Los espero en el auto.

La veo desaparecer para procesar sus palabras. ¿Cuídalo? ¿Es todo mío? ¿Habla por Dustin? Pero si él siempre fue mío. Bueno, solo cuando él se dejaba ser mío.

Me siento mal por Annie, sé lo que es que Dustin Dalan no te escoja. Y todavía no sé si va a estar conmigo, es todo lo que quiero pero no me hago ilusiones.

-Señorita Olivia. –escucho. France y Dustin están de vuelta. –Los esperamos el miércoles a las diez para el primer ensayo. –me guiña un ojo y luego se aleja, dejando a Dustin a unos pasos de mí.

Sus palabras entonces quisieron decir que aceptó. Observo a mi chico, no sé si está contento o enojado.

-¿Puedo sentarme? –pregunta. Observo a los sillones que tengo a mi derecha y luego lo veo a él.

-A las nueve encuentras uno. –sonrío cuando él lo hace.

Nueve en puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora