El BookCafé de la madre de Dustin no era muy llamativo a decir verdad.La tienda no tenía vida como daba sus masas al probarlas. Yo, al comer las magdalenas, me imaginaba un lugar con colores atractivos y vivos, ese ambiente de libertad, porque como Dutin decía, su madre era una buena cocinera y me imaginaba que hacía sus dulces con tanto amor que se sentiría en el ambiente, y que también los clientes salieran llenos de alegría, pero no.
Todo era de un rojo vacío y algo de marrón.
Y el nombre de la confitería no combinaba con su nombre porque, no había ningún libro de verdad por más que haya alguna que otra calcomanía por la vidriera de la calle.
Estaba un poco desconcertada sin embargo sonreí.
Un hombre de unos treinta y tantos, desaliñado, salía con una bolsa transparente llenas de cupcakes.
-¡Hijo!
Una mujer, que podría tener la edad de mi madre aunque con más arrugas, saludó eufórica aunque con un toque de reproche, también. Ella salió de detrás del mostrador y se acercó a Dustin, abrazándolo.
Ella era alta, de cabello corto más o menos a la altura del hombro y de color rubio. Sus ojos eran azules, pero no tanto como los del chico de la tienda, y mucho menos como los de Dustin... aunque solo lo he visto una vez y... no recuerdo la verdad.
Volviendo a la mujer, que ahora reprendía a su hijo por no avisarle que no iba a venir desde más temprano, tenía un mono blanco rodeando su cuerpo pequeño. Yo le pasaba por centímetros nada más, aunque la verdad mi altura era de 1,68 y se me hacía casi imposible usar tacos altos.
-Mamá, ella es Olivia. –Mi nombre volvía a hacerme pisar tierra, o creo que es su voz la que lo hace.
-Así que tú eres la que me está robando a mi hijo por las mañanas, eh? –sonrió ella, tenía arrugas en las comisuras, pero lucían como hoyuelos.
-Mamá... -en tono de súplica, Dustin murmuró.
-Mucho gusto, señora... -dejé la frase a la mitad porque: 1-No sabía su nombre. 2- No sabía el apellido ni de Dustin para llamarla así.
¿Qué clase de amiga soy?
Una nueva, claro.
-Amy. Me llamo Amy. –me tendió la mano para saludarla.
La acepté. Sintiendo sus callosidades, suponiendo que es por tanto trabajo en la cocina.
-Olivia Galler. –me presento sonriendo.
-Mucho gusto.
-El gusto es mío. Y déjeme agradecerle por las masitas que ha llevado Dustin toda esta semana. Son deliciosas. Y al fin conozco este lugar, ahora podré venir y llenar mi almacén con todo lo que usted cocine.
La señora sonreía sorprendida, por lo que noté que he hablado mucho de nuevo.
-Lo siento. Soy un poco charlatana. –ella rió.
-No te preocupes, cariño. Ya nos hacía falta un alma como la tuya por aquí.
Me sentí ruborizar y miré para otro lado, algo incomoda.
-Siéntense. Les serviré la merienda. –ella se alejó de nuevo tras el mostrador, donde también estaba el refrigerador y dentro diferentes tortas de diferentes sabores distinguiendo por los colores, cupcakes, donuts, alfajores...
-No, no. No hace falta, señora Amy. –moví las manos negando.
Estaba abusando de su solidaridad. Con la pinta del lugar, creo que no tienen mucha clientela y eso, por más que no quisiera, me daba pena.
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Nueve en punto
Teen FictionOlivia Galler a sus diecinueve años tiene el gran deseo de hacer de su sueño una realidad, para ello viaja al país donde la mitad del mundo desea estar y de donde nacen las mas famosas películas, Estados Unidos. Lo que no imaginaba es que...