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Nos encontramos en mi cama luego de que cada uno haya tomado la ducha por turno, él está sin remera debido a que estaba empapada antes de que la llevara al secador y traerla nuevamente, seca. Me hallo observando su vientre plano ligeramente ejercitado, el camino de los pocos bellos que tenía se perdía en su bóxer, además de la V que los acompañaba.

-Deja de observarme como si fuera un filete, Olivia. –me saca de mis pensamientos y me sonrojo.

-¡No te estaba mirando! –miento.

-¡Claro que sí! –él suena burlón, por lo que tomo una almohada y lo estampo en su pecho. -¡Au! –se queja y rápidamente me aventó otra almohada más pequeña, que me da en la cara.

-¡Me diste en la cara! –me quejo indignada y le doy otro golpe en el estómago.

-Tú empezaste. –se incorpora poniéndose de rodillas en el colchón y me da con la almohada que traía bajo su cabeza antes.

Me defiendo a la vez que reímos y comenzamos una pelea de almohadas arrodillados en la gran cama. Él no falla en ningún golpe que me da por más que trato de evadirlo, la almohada que yo usaba era la más grande y pesada por lo que empezaba a dolerme los brazos de agitarlo y agitarlo. Dustin tampoco se rinde, pero yo no doy más. Reúno toda la fuerza que me queda y le doy un golpe en la cara, haciendo que sus lentes negros volasen.

-¡Eso dolió! –dice él arrojándome su almohada, quiero esquivarlo moviéndome a un costado, pero la cama termina y con un fuerte estruendo me encuentro riendo y gimiendo en el suelo, tanto por la caída como por el dolor. Me duele la cabeza y el final de mi columna, pero no tanto como para que deje de reír, ruedo de un lado a otro para que el dolor vaya disminuyendo.

-¿Olivia? –puedo ver el rostro de un ángel asomado a la orilla de la cama sobre mí, pienso que el golpe no ha sido tan duro y le respondo a Dustin.

-Estoy bien. –mi voz sale amortiguada. Él desaparece de mi vista y lo escucho reír a carcajadas.

Me incorporo quedando arrodillada en el suelo y los codos sobre la cama, Dustin se ríe abiertamente y me encuentro sonriéndole. Me entran unas ganas de ver sus ojos ahora que no trae los lentes y ver que está riendo hace crecer esas ganas, además estamos muy cerca, por lo que saco el brazo que los cubría y él va aminorando su risa, respirando pausadamente recuperando el aliento.

-Abre tus ojos. – le pido pero él niega manteniendo sus parpados cerrados, vuelve a llevar su brazo sobre ellos. –Quiero verlos. -insisto.

-Sabes que no me gustan que los vean. –dice poniendo fuerza cuando tomo su muñeca para quitarlos nuevamente. –No son lindos según me lo han descrito...

-¿Quién te ha dicho semejante mentira? –pregunto algo escandalizada.

-Annie.

-Tu amiga algunas veces desatina, ¿verdad? ¿Qué te ha dicho de ellos? –me encuentro preguntando. Él aún está boca arriba en la cama y su cabeza hacia mí.

-Dijo que están desviados... -bueno, puede que esa rubia estúpida no sea tan mentirosa. – Y que... tiene como una mancha blanca. –tampoco era del todo mentira, pero...

Intento nuevamente sacar su brazo de sus ojos y sonrío cuando me deja, a la vez él está girándose sobre la cama. Poso una mano sobre su mejilla, luego él se acomoda sobre sus codos y llevo mi otra mano también a su rostro, envolviéndolo.

Se puede sentir el cambio de ambiente, algo drástico donde se puede notar sin ver que estoy completamente enamorada de él y que él... también lo está.

Nueve en puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora