Capítulo 62: Casa

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El molesto sonido que hacia la secadora al otro lado de la sala de estar de pronto me despertó del que parecía ser el sueño más profundo que alguna vez había podido tener.

Apenas abrí mis ojos, logré distinguir que me encontraba recostada en el sofá de casa y que todas las luces parecían estar apagadas, a excepción de la de la cocina, la cuál, al apenas observarla, hizo que un intenso dolor se expandiera por toda mi cabeza.

No tardé mucho en recordar todo lo que había pasado, sin embargo, mi desesperación comenzó a hacerse presente cuando no logré encontrar a mi mamá o siquiera a alguien conmigo.

—¿Ya despertaste? –Escuché de pronto a mis espaldas.

De inmediato volteé y entre las sombras logré distinguir a Armin, quién parecía haberse quedado dormido en el sofá de al lado, sujetando mi mano.

—¿Estás bien? –Se sentó entre los cojines sin soltar nuestro agarre.

—¿Dónde está mi mamá? –Imité su acción. —¿Por qué estoy en casa? ¿Qué haces tú aquí?

El chico se levantó y rápidamente se arrodilló frente a mí para evitar que yo lograra levantarme.

—Tu mamá estaba en la cocina hasta donde recuerdo haberla visto. Estás en casa porque te desmayaste y cuando llegué a ti solo me podías volver a casa –contestó. —Ah, y yo sigo acá porque apenas llegamos, volviste a entrar en pánico y caíste rendida en ese sofá.

Su tacto cálido y su voz tan serena y reconfortante de inmediato hicieron que mi desesperación se calmara.

—¿Pero como te sientes tú? —Me preguntó mientras sobaba mi mano. —¿Puedes verme correctamente? ¿No tienes ningún malestar?

—Mi cabeza... –Balbuceé tocando mi sien.  —Solo me duele mucho la cabeza.

Él pestañeó rápidamente.

—No te golpeaste, que extraño...

Yo solo hice una mueca de desagrado.

—Espera aquí, iré a por algo de agua para tí.

Rápidamente el chico se alejó y desapareció por la cocina. Tras unos minutos, volvió a aparecer, pero esta vez acompañado de mi mamá, quien apenas llegó a mí, me abrazó con todas sus fuerzas.

—Cariño... Menudo susto nos acabas de hacer pasar...

—L-Lo siento... –Balbuceé dejando que se alejara de mí.

—No, linda, no debes disculparte por nada –se separó.

Levemente asentí con mi cabeza.

—Toma, bebe un poco –se sentó Armin a mi lado.

Rápidamente sujeté el vaso y bebí el líquido. No tenía sed en lo absoluto, pero creí que algo de agua ayudaría a quitar —o al menos aliviar— la incómoda sensación de no haber dormido en semanas.

—¿No hay algo para aliviar el dolor de cabeza? –Murmuré cuando me acabé todo el contenido del vaso.

—Creo que podemos darte algún analgésico...

El pelinegro se levantó una vez más de su asiento.

—Puedo ir a buscarlo yo –habló evitando que mi mamá lo imitara.

—¿Seguro? Puedo ir yo.

—No, no, si algo así me pasara, lo primero que querría sería no separarme de mis padres –nos sonrió.

Mi mamá enseguida le devolvió la sonrisa.

—En el baño hay un botiquín de emergencias, ¿Puedes traerlo?

Ya No Soy Aquella - CDMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora