Capítulo 82: Despertar

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―Es una amenaza, ¿no lo está viendo? –Balbuceaba señalando la pantalla de mi celular.

―Lo entiendo, pero ese no es ni Armin, ni Alexy ni Priya –contestaba la inspectora.

―Pero ellas están con ella, ellos están en este instituto y ellos...

―Emma, cálmate por favor, ¿si? –Sujetó mis manos.

―¡Está diciendo que va a hacerme algo! –Exclamé. ―"Zorra arrastrada, te dije que te quería lejos del instituto, lejos de Castiel." –Releí los mensajes como por cuarta vez. ―"Mas te vale que te vayas o entonces yo misma iré a que te arrepientas de haber vuelto"

―Mira, haremos una denuncia y todo lo que esté a nuestro alcance, pero debes tranquilizarte, porque si sigues gritando así, no vamos a llegar a ninguna solución.

Conteniendo mi respiración, retrocedí unos pasos hasta que ella volvió a mostrarse empatica con mi situación.

―Haremos lo siguiente, llamaremos a tu madre y hablaré con ella sobre tu situación, ¿si?

Yo asentí tratando de contener mis lágrimas.

No entendía porque todo esto me sucedía a mí, porque no podía estar ni un solo día con tranquilidad. No había hecho absolutamente nada en todos estos años y aún así, todo a mi alrededor me atormentaba de tal modo, que parecía ser que la villana pagando por todo lo que había hecho era yo.

Quería destruir todo a mi paso, llorar, gritar, hacer el berrinche de mi vida, pero ni siquiera eso era capaz de hacer.

―Emma, ¿puedes esperarnos afuera? –me ordenaba la inspectora.

Estaba cansada, física y mentalmente agotada. Estaba frustrada, enfadada con quiénes se suponía que debían hacer bien su trabajo, irritada de estar constantemente siendo acosada por una loca que no superaba una rivalidad de hace casi tres años, enojada con el asco de padre que me había tocado tener que soportar, pero sobre todo, decepcionada de mí misma por haber permitido que la historia volviera a repetirse.

A este punto ni siquiera tenía sentido odiarme, porque absolutamente nada cambiaría. Solo podía recriminarme, pensar una y otra vez en lo que había fallado.

Me iría lejos de la ciudad, me alejaría de todos y entonces, nunca más volvería a ese lugar. Esta vez nadie me lo impediría.

―¿Emma? –Escuché de pronto a mí lado.

Rápidamente volteé y aquel rubio al que solía adorar me observaba de pies a cabeza.

―¿P-Pero qué..? –Preguntaba el delegado observándome de pies a cabeza. ―Estás...

Su repentina reacción hizo que me sobresaltara.

―Estás hecha... huesos... –susurró.

Y es que, hasta entonces no lo había notado, pero mi estado físico era un asco. Había perdido muchísimo peso para un tiempo tan reducido y mi cabello se caía tanto, que la brillante cabellera negra que tanto me caracterizaba hace unos meses, había desaparecido por completo. La poca belleza y atractivo que podía llegar a presumir, se había esfumado por completo.

―L-Lo siento... –Balbuceó negando con sus manos. ―Es solo que... No te veía hace mucho tiempo.

Yo cerré mis ojos y apoyé mi cabeza sobre la pared. El día ya había comenzado mal, lo último que quería era terminar destruyendo la poca estima que me quedaba o acabar discutiendo con el que había sido mi mejor amigo.

―Oye... –Continuó hablando.

―Nath, en verdad este no es un buen momento –susurré. ―Por favor, no tengo ganas de discutir contigo.

Ya No Soy Aquella - CDMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora