Capítulo 4: Demonio.

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—¿Qué tal tus primeros días? ¿Volviste a ver a tus amigos? –Me preguntaba mi papá mientras almorzabamos.

Mi mamá sin disimular un poco, le dio un pequeño golpe por debajo de la mesa.

—Bien... Supongo -murmuré mientras revolvía mi puré.

—¿No has tenido ningún problema? Recuerda que el Sweet Amoris cuenta con una psicóloga por si necesitas hablar con alguien.

—Si, lo último que quiero es que tengamos que correr al hospital porque esta vez no pediste ayuda –soltó mi papá.

Mi mamá se levantó de su silla y dió un fuerte golpe en la mesa con sus manos.

—¿Es en serio, Philippe? ¡No llevamos ni un mes y ya estás nuevamente con lo mismo!

—Era una broma, era una broma.

—Emma, cariño... ¿Qué te parece si vas arriba? Yo te llevaré algo de comer enseguida.

En completo silencio me levanté de la mesa y subí a mi habitación. No quería escucharlos discutir nuevamente, así que rápidamente marqué el número de Nathaniel y esperé a que este contestara.

—¡Hey, hola! –Me saludaba Nath del otro lado de la línea. -¿Pasó algo?

—¿Puedes salir un rato? –Murmuré.

—¿Sucedió algo grave?

—¿Puedes salir? Solo quiero salir de casa un rato...

—Acabo de salir de ducharme, veamonos en el parque, ¿Te parece?

—Te espero allá –susurré antes de colgar.

Rápidamente me puse una chaqueta y bajé nuevamente a la cocina.

—¿Quieres qué nos volvamos locas? –Exclamaba mi mamá.

—¡Si no quieres volverte loca, entonces dame la tutoría de la niña y tú te devuelves con tu hermana!

Ni siquiera quise prestar atención a lo que discutían esta vez, e intentando hacer el menor ruido posible, salí por la puerta principal.

El parque central de la ciudad, quedaba a tan solo un par de cuadras de mi casa, por lo que llegué en un par de minutos. Ya en el solitario parque, tomé asiento en los columpios hasta que Nath llegara.

Unos quince minutos después de que me sentara, mi celular comenzó a sonar.

—¿Ya llegaste?

—Si, estoy en los columpios, en la zona de niños.

Este rápidamente cortó, para enseguida asomarse por el camino de tierra.

—Ya llegué –dijo casi cantando.

—Perdón por haberte llamado a esta hora... No sabía a quién más llamar.

—No debes pedirme perdón por nada -murmuró sentándose en el columpio de al lado.

Un incómodo silencio se hizo presente entre ambos.

—¿Pasó algo en tu casa? –Me preguntó tras unos segundos.

—Solo necesitaba un poco de aire. El ambiente es algo tenso desde que volvimos a casa.

—¿Siguen discutiendo?

Cuando nos mudamos con mi mamá de ciudad, la relación entre mis padres quedó borde de un hilo. Solían discutir mucho por teléfono y para no escucharlos, solía hablar con Nath por llamada, así que él sabía todo.

Ya No Soy Aquella - CDMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora