Capítulo 50

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Golpeo un par de veces la puerta de su único hijo, espero ahí de píe fuera, no escucho respuesta alguna. Sin pedir permiso alguno abrió encontrando la puerta sin seguro.

-Ayano –le llamo viendo el bulto entre las sabanas –Ay, mi vida –se acercó el azabache menor quien se estremeció al oírla, con una suave sonrisa tomo asiento al borde de la cama del menor quitando la tela que le cubría –¿ocurre algo mi vida?

-... -no sabía si aquellos ojos detonaban tristeza o ira acumulada, estaban ligeramente hincados y algunas lágrimas seguían ahí. Con cuidado tomo el rostro del menor entre sus manos sintiendo como este se estremecía ante su contacto, con sus pulgares limpio las pocas lagrimas que tenía.

-¿estas triste por lo de hoy, verdad? –Ayano desvió la vista con los labios apretados y el ceño fruncido, sabía que quería decirle algo, pero simplemente se contenía –no has bajado a cenar, eso no es sano hijo –el otro siguió en silencio.

-...¿por qué?... – Fue lo único que dijo, la mujer suspiro soltando el rostro de su hijo de forma delicada.

-es por tú bien Ayano, el tuyo y el de tú familia –fue lo último que dijo para luego acariciar los cabellos del chico y abandonar la habitación dejando al menor completamente solo.

.:OoO:.

-¿estas mejor? –le pregunto el mayor viéndole acercarse –¿no crees que lo mejor sería que hoy no fueras?

-no...estoy bien –comento sonriendo a duras penas –mejor vamos.

Sin terminar de convencerse asintió caminando al lado del menor todo el camino hasta el instituto, ninguno hablo, sabía que Taro no estaba bien tampoco pero por algún motivo actuaba normal frente su persona. Algunos estudiantes que pasaban cerca suyo se le quedaba viendo con pena, aquellos que le vieron salir siendo jalado por Shinsei y abrazado por Taro. Al llegar como siempre la maestra estaba ahí en la reja regalándola una sonrisa triste, como odiaba eso. Al llegar a su salón tomo la manga del mayor deteniéndole antes de irse.

-Podemos...hablar a la salida, atrás bajo el cerezo –pidió desviando la vista nervioso.

-¿ocurre algo? –se notaba nervioso.

-Nada, solo ve, por favor –mordió su labio, el otro asintió despidiéndose y marchándose a su salón.

Ayano suspiro relajado tras decir eso, al ingresar al salón vio en el puesto contiguo al suyo un florero con un lirio blanco. Apretó la manija de la puerta, tomo aire para irse a su asiento dejando las cosas a un lado y sacando su libreta dejándola sobre la mesa.

-Esto, Aishi-Kun –le llamo una de sus compañeras, la chica de cabellos verdes idénticos a Hayato le vio algo apenada –¿te encuentras bien...? Ya sabes, por lo de ayer –se le notaba nerviosa, el oji negro solo asintió –Si necesitas hablar recuerda, puedes contar con nosotros.

-tranquila –le detuvo antes de que continuara –Estoy bien, gracias por preocuparte –la chica asintió marchándose a su puesto.

Se quedó pensativo un rato frunciendo el ceño, odiaba cuando la gente se hacía buena persona. Vio con una mueca vacía su móvil, abrió la bandeja de mensajes donde la mayoría pertenecían al pelirrojo, se vio tentados a borrarlos, pero eso era lo último que tenia de él. Toco sus labios sin saber el porqué del beso, sabia de no estaba en sus cabales en ese momento, pero no le encontraba una explicación al beso.

Al llegar el maestro pidió unos minutos de silencio antes de comenzar su clase. Así fueron las primeras horas, como cada día, sin ningún cambio, sin ninguna diferencia. Al faltar media hora para el receso fue llamado afuera del salón por el consejero, con el ceño fruncido salió encontrándose con el hombre de gafas, sin muchas explicaciones le pidió que le siguiera a su oficina. Desconfiado accedió, al entrar vio al de gafas negras apoyado en su escritorio viéndole fijamente.

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