Capítulo 27

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―Ahora, puedes usar tu palabra de seguridad y nos detendremos, o decir: "Sí, señor" y hacer lo que he pedido. Y aceptar el castigo que viene con tu desafío.

Ella no quería detenerse. No. Ella lo quería abrazándola y quería decirle que iba a hacer lo que quería. Quería sus manos sobre ella, no algo en su culo.

Con su rostro inexpresivo, él esperó, mirándola hacia abajo, haciéndola sentir pequeña.

Desnuda.

Con sólo estar de pie junto a él los temblores corrían a través de su cuerpo hasta que las joyas tintineaban suavemente en sus pechos. Pensó en sus fuertes dedos conectando las pinzas... en su toque. A pesar de que su mente gritaba que no, lanzó un suspiro. ―Sí, señor. ―Ella se volvió y se inclinó ligeramente.

Un gruñido de exasperación, luego su poderosa mano le agarró la nuca, empujando inexorablemente hacia abajo hasta que casi podía tocar el suelo. ―Extiende tus mejillas. Ahora.

Su respiración se transformó en pequeños jadeos de humillación mientras movía las manos a su trasero.

Él roció un líquido frío entre sus mejillas. Entonces algo presionó contra su recto, tratando de deslizarse en el interior, y ella se quejó, ―Noooo.

Una de sus manos presionó contra su monte, la otra insertó la... la cosa. Se deslizó adentro, extendiéndole el recto, y pareció hacer plaf. Podía sentirlo dentro de ella. Extraño y duro.

―Esto se llama dilatador anal, dulzura, ―murmuró. ―Esto abre todo un nuevo conjunto de nervios y también te extiende un poco. Yo no voy a tomarte por allí, no este fin de semana. Eres demasiado apretada y yo soy demasiado grande. Sin embargo, esto te da una idea de lo que sentirías. ―Le empujó sus manos hacia abajo, y se dio cuenta de que sus uñas había estado clavándose en sus nalgas. ―Levántate ahora.

Sus mejillas se cerraron sobre el tapón, y se sentía como si tuviera una roca entre sus nalgas. Se movió incómoda.

Él se trasladó enfrente de ella y le ató una correa alrededor de su cintura, tirándola con fuerza hasta que quedó ceñida. Un trozo de cuero colgaba de la correa. Ella lo miró inquisitivamente.

Él se rió entre dientes. ―Ya lo verás. ―Su voz se suavizó, y le acarició la mejilla. ―Me alegro de que estés aquí todavía, _________ Sé que esto es intimidante, especialmente para ti. Tú eres una mujer que le gusta tener todo bajo su control.

La calidez la llenó. Él sabía que ella tenía miedo. Él entendía eso y la entendía a ella.

Y entonces tomó un consolador de su bolsa, y ella se alejó tan rápidamente que se tropezó. Él la agarró por la muñeca. ―No, no te muevas. Esto es lo que ganaste con tu desafío. ―Se veía horrible. Con forma de Y, un brazo tenía la tradicional forma fálica, y el otro era más corto con un extremo puntiagudo. ―¿Alguna vez has utilizado un conejo?

Negó con la cabeza. Ella tenía un viejo vibrador que había adquirido en la universidad en una tienda porno. Antiguo. Y vivía en algún lugar del cuarto de baño.

―Abre las piernas, dulzura.

Él había insertado algo en su culo, ¿y ahora quería embutir algo más dentro de ella? ¿Y por qué su paciente espera la impulsaba a hacer lo que él quería? Ella separó las piernas, cerrando los ojos por la humillación.

La maldita cosa se deslizó fácilmente. Estaba horriblemente mojada, y él tenía que haberlo notado. Mientras él lo ajustaba, ella se dio cuenta que la pata corta de la Y se colocaría directamente sobre su clítoris. Sonriendo ligeramente, él llevó el cuero entre sus piernas y colocó el extremo del vibrador en un pequeño agujero. Apretó el cuero, empujando todo incluso más adentro de ella, y lo aseguró al cinturón. ―Suficientemente bueno. ―Él sonrió mirándola a los ojos, luego arqueó una ceja. ―¿Algún pequeño malestar, cariño?

Ella lo miró furiosa. ―¿Puedo hablar ahora? Él la miró durante un minuto. ―Nop. Dirás algo que yo no podré pasar por alto, y ya tienes un castigo al que enfrentarte. Ve a la cocina y consigue un poco de agua para los dos. Usa los vasos rojos.

¿Cómo iba a andar con estas cosas en ella?

Él levantó una ceja.

Maldición, maldición, maldición. Ella sabía que estaba caminando con las piernas arqueadas. Con cada movimiento, el delgado conejo ahondaba contra su clítoris y la cosa anal se movía en su interior. Y de alguna manera todo comenzó a excitarla.

Encontró los vasos rojos, los de plástico, y les puso agua. En el camino de vuelta a la sala de estar, repentinamente el conejo cobró vida. La cosa pulsaba y ondulaba en su vagina. Sobre su clítoris, vibraba. Parecía chocar contra el tapón anal, y ella sentía que todo adentro suyo serpenteaba más y más fuerte, tan rápido y feroz, que apenas tuvo tiempo para respirar un poco antes de estallar en un orgasmo alucinante.

Cuando su visión se aclaró, se dio cuenta que la vibración se había detenido. Y de alguna manera había logrado sostener los vasos. Se tambaleó de nuevo hacia la sala de estar.

Niall estaba sentado en el sofá, un brazo sobre el respaldar, observándola. ―Férreo control. Muy impresionante, dulzura.

Frunciendo el ceño, ella le entregó un vaso, temblando con tanta violencia que el agua se derramó por encima del borde. ―Lo hiciste a propósito.

Apretó la mandíbula ligeramente ante su tono desagradable. Apuntó a la alfombra junto a la chimenea. ―Allá. Posición de esclava.

Ella comenzó a pedirle que le retire las cosas ahora que había mostrado su punto. Su severa expresión le advirtió sobre ello. Frente a la chimenea, ella se deslizó hasta el piso. La posición de rodillas empujaba todo más profundo dentro de ella y frotaba la pata delantera del conejo contra su hinchado clítoris.

Ella miró la alfombra, su cuerpo tan sensible que su piel parecía ser capaz de sentirlo acercándose. Sus pies aparecieron en el pequeño círculo de alfombra donde sus ojos se habían centrado.

Caminó hacia atrás de ella y abrochó esposas en sus muñecas. El interior de los cómodamente ajustados puños estaban recubiertos de piel. Abrochó los puños juntos. ―Dulzura, no quiero que te muevas, ni que hables, ni que mires hacia arriba. Cualquier infracción resultará en que pases más tiempo aquí. Los puños son para ayudarte.

¿Ayudar? ¿Él no creería que ella podía sentarse quieta y mantener sus manos en la espalda? Soltó un aliento e hizo un encogimiento de hombros mental. Como castigo, esto no era tan malo.

No le importaba estar de rodillas.

Oyó crujir el sofá, y luego el sonido de las páginas de un libro que se pasaban... y un zumbido cuando el vibrador dentro de ella se encendió. Se las arregló para evitar jadear. En esta posición, podía sentir cada vibración cursando a través de ella. La parte del conejo justo dentro de sus labios vaginales ondulaban, y la parte delantera daba una sensación de ligeros golpecitos directamente sobre su clítoris. La excitación disparó a través de ella, y su interior se revolvía mientras se acercaba a un orgasmo. Oh Dios, oh Dios. Pero podía manejarlo y no moverse. Mantenía la mirada hacia abajo, su espalda endurecida mientras... Todo se detuvo. La sorpresa la recorrió, seguida por la frustración. Su cuerpo sobrevolaba justo en el borde. Sostenidas por las esposas, sus manos formaron puños. Luego se relajó cuando la presión del detenido clímax retrocedió.

Pesados pasos retumbaron afuera de la habitación de Niall subiendo las escaleras. Un golpe. La puerta se abrió, y _________ cerró los ojos. Esperaba que Niall empuje a la persona de regreso por la puerta. Que diga algo. O que la cubra.

Él no hizo nada.

Horrorizada, miró hacia arriba para ver al hermano de Niall junto a la puerta. Ella lo miró con incredulidad. Estaba desnuda, ¡maldita sea! Desnuda con pinzas de pecho y objetos insertados dentro de ella. La vergüenza paralizó sus piernas, o ella habría huido.

Master of the MountainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora