Era muy apretada, y su vagina trataba de resistirse a su tamaño a medida que su polla avanzaba. Ella jadeó, atrapada entre el insoportable placer y dolor. Sus uñas se clavaron en sus bíceps mientras intentaba no entrar en pánico. Él tenía los ojos fijos en los suyos mientras inexorablemente la llenaba hasta que ella sintió como si acabara de estallar. Cuando finalmente se detuvo, profundamente en su interior, ella no podía moverse. Su interior se estremecía a su alrededor por el sobresalto de su intrusión.
Se sentía tan vulnerable. Tan invadida, tanto por su polla como por su intensa mirada, que parecía ver directo dentro de su corazón.
Acodándose sobre un antebrazo, le sostuvo la cabeza. ―Tranquila, pequeña, ―murmuró.
―Respira. ―Su pulgar le acarició la mejilla.
Su gentileza trajo lágrimas a sus ojos y los cerró para que él no pudiera verlas.
La besó, sus labios persuadiendo una respuesta, suaves como el terciopelo, hasta que ella los abrió y le dejó ir más profundo. Mientras su boca se movía con gusto sobre la de ella, su cuerpo se aflojó, poco a poco, la abrumadora plenitud relajándola dentro del placer.
―Ahí vamos. ―Le mordió el labio; la pequeña provocación hizo apretar su vagina. Y eso se sintió tan bien. Su mano dejó su rostro para acariciar su pecho. Cuando el dedo se frotó sobre el pezón, sacudió el broche, primero dolor, luego placer chisporroteaban por toda la zona que él había vulnerado. ―Te sientes tan bien, cariño, estás amenazando a mi control.
Sus palabras ayudaron. Su callosa mano rozó su pecho, su costado, su cadera, nada de lo que no hubiera hecho antes, pero el acto irrevocablemente cambió por su presencia dentro de ella y cada sensación aumentó a un pico máximo. ―Mírame ahora, ―dijo con una voz profunda.
Ella levantó sus pesados párpados para encontrarse con su mirada. Su cara estaba en penumbras a la luz del fuego, su mandíbula apretada. Él se movió dentro de ella, la sensación indescriptible, poniendo en duda sus principios por el intenso placer. Él se retiró, y sus entrañas se juntaron para llenar el vacío antes de que él volviera a introducirse con la premura de la marea en la playa, imparable. Ella contuvo la respiración, y se apretó contra él como si pudiera salvaguardarla de ser arrastrada.
Observándola muy cerca, él aumentó su ritmo y el cuerpo de ella se distendió para acomodarse a él hasta que cada empuje traía sólo placer y una lenta acumulación de necesidad.
Él sonrió, y la curva de su boca cambió su expresión de peligrosa a devastadora. ―Pon tus manos detrás de la cabeza, dulzura.
Pero... Ella parpadeó, dándose cuenta de que lo había agarrado la primera vez que entró en ella, y él no la había hecho detenerse.
Él entrecerró los ojos. ―Te veías como si necesitabas algo para sostenerte. Pero ponlos de nuevo atrás, ahora.
Ella lo hizo, enlazó sus dedos juntos, la posición haciéndola intensamente consciente de su estado vulnerable y de la forma en que él tomaba todo el poder.
Él frotó su rugosa mejilla contra la de ella. ―La próxima vez tus manos estarán amarradas, ―le susurró al oído. ―Y tal vez ataré tus piernas incluso más separadas y te provocaré hasta que grites.
Su vagina se apretó alrededor de su polla, y él se rió. ―Por ahora, mantén tus manos allí. La próxima falta, te castigaré con algo para enrojecer ese bonito culo tuyo. ―Su mano barrió hacia abajo y se curvó alrededor de una nalga, apretando para ilustrar su punto.
Ella podía sentir la forma en que su cuerpo respondía, y quería huir y esconderse. Hablaba de azotarla, y la idea la hacía mojarse.
―Ah, esa mirada confundida otra vez. ―Le mordisqueó el labio inferior. ―Hablaremos más tarde. Por ahora, tu único pensamiento es mantener las manos entrelazadas. ¿Está claro?
Ella asintió con la cabeza, apretando los dedos, ganando una sonrisa.
Entonces él se movió, y ella se dio cuenta de lo muy cuidadoso que él había sido. Afuera y adentro, el ritmo le provocaba estremecimientos de necesidad a través de su cuerpo. En cada empuje se presionaba más contra su hinchado clítoris, cada toque repercutiendo a través de ella hasta que su vagina se apretaba a su alrededor y empezaba a comprimirse cada vez más herméticamente. A medida que la presión acumulaba, sus caderas se inclinaban, tratando de obtener más, tratando de cambiar sus movimientos para que golpeen su clítoris más duro.
Con una risa baja, él metió la mano entre ellos, deslizándose en la humedad de allí, por encima y alrededor de su clítoris, manteniendo su toque firme. Sus dedos estaban tan resbaladizos y...
―No te muevas, sub ―gruñó, y ella se quedó inmóvil, sus manos a medio camino de salir de debajo de su cabeza. Ella parecía no poder moverlas nuevamente, sin embargo, mientras él la tocaba, una y otra vez. Su polla martilleaba. Él no le permitía moverse, y ella gimió incontrolablemente mientras sus dedos se deslizaban sobre ella, y sus entrañas lo envolvían más y más fuerte.
De repente la habitación se volvió blanca, y ella estalló en torno a él. Espasmos de intenso placer dispararon desde su núcleo hacia afuera hasta que incluso los dedos de sus pies temblaron.
Él no se detuvo. Un ronco gemido salió de él cuando aumentó la velocidad. Un suave pellizco en su clítoris la sorprendió estimulado sus terminaciones nerviosas. Su espalda se arqueó cuando otro clímax arrancó a través de ella.
Mientras presionaba la frente contra la suya, su mano se deslizó por debajo de ella para levantar sus caderas incluso más arriba. Dio tres poderosos empujes, y se introdujo más profundo, muy profundo dentro de ella. Su polla se sacudió bruscamente contra su vientre lentamente, luego más rápido mientras su mano los sostenía a ambos presionándolos muy apretados. Después de un minuto, frotó su mejilla contra la suya.
Cuando levantó la cabeza, ella contuvo la respiración. Ahora que él había llegado, ¿aún la vería igual? Los hombres cambiaban a veces, volviéndose diferentes...
Sus dedos siguieron el rastro sobre la línea entre sus cejas. ―¿Ahora qué está pasando por esa cabeza? ―murmuró. ―Baja las manos.
Bajó los brazos. Después de acariciar sus duros bíceps, ella corrió sus manos hacia arriba y sobre sus hombros barnizados de sudor. La forma en que la suave piel se estiraba sobre esos fuertes músculos la hipnotizaba. Su aroma se envolvía a su alrededor, completamente masculino.
Sus labios se movieron sobre los de ella, dándole suaves besos. ― Valiente pequeña Sub. Lo hiciste muy bien, debes sentirte orgullosa. Espera un minuto más. ―Salió de ella y desapareció en el cuarto de baño. Cuando regresó, la liberó de las restricciones de sus piernas, entonces, con dedos firmes, retiró una pinza de mama.
Ella estampó su mano sobre su propio pecho ante el dolor inesperado cuando la sangre volvió a él. ―¡Ay!
Él se rió entre dientes. ―Son peores cuando las sacas que al comienzo. ―Ignorando la mano que le daba un empujón para alejarlo, quitó la otra. Con los labios apretados, ella casi logró sofocar el lloriqueo hasta que él lamió sobre un pecho, provocando al pezón con su húmeda lengua.
Dolor y placer. El sollozo se escapó y se convirtió en gemidos mientras él continuaba.
Levantándola en sus brazos, la quitó de la cuña y la colocó arriba de él de manera que quedaron yaciendo sobre la alfombra frente al fuego. Él era tan alto que ella se sentía pequeña sentada allí. Una mano presionó contra su trasero, manteniendo sus caderas apretadas contra él, y la otra pasó a través de su pelo para tirar de ella hacia abajo y darle otro beso. No, él no había cambiado en absoluto después de tener sexo. Puso sus antebrazos abajo sobre su pecho, apoyándose a sí misma hasta que podía verlo. Incluso con ella arriba, él abajo, la confianza aún irradiaba de él. Al ver ese rostro absolutamente masculino y el controlado poder en él, nadie podría dudar de que él estaba a cargo.
![](https://img.wattpad.com/cover/90242020-288-k206994.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Master of the Mountain
FanfictionCuando el novio de ______ le propone ir de vacaciones a un hospedaje en la montaña con su club swing , rápidamente se da cuenta de que ella no disfrutaba con el intercambio de parejas. Ahora no tiene donde dormir. Niall, el propietario del hospedaj...