Capítulo 1

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— ¿Que ha pasado, nena? —Matt sonaba como si estuviera apretando los dientes mientras bombeaba dentro de ella. — ¿Quieres que te frote un poco más?

La frustración congelo el interior de _______ como avena fría.

Ella no estaba en ninguna parte cerca de estar excitada, y cada vez que él le preguntaba qué hacer, su orgasmo retrocedía aún más. No tenía sentido continuar. —Oooh, —ella suspiró, sacudiendo sus caderas hacia arriba y hacia abajo y apretando la vagina.

—Oh sí—Gimió él en respuesta y otra vez cuando se corrió un segundo después. Bueno ¿no había sido esto emocionante?

No. Cuando Matt dio la vuelta sobre el colchón con un gemido satisfecho, _______ consideró obligarlo a irse de la cama. Pero no era su culpa.

Él lo había intentado. Siempre lo intentaba, preguntándole si esa técnica funcionaba o aquélla otra.

¿Cómo podría decirle que ella quería que él sepa exactamente qué hacer?

Sí que no podía decirle que simulaba una buena medida de sus orgasmos. Estaba resentida por no poder decírselo, lo que era aún más injusto. Ella no se calentaba de una manera inconfundible, después de todo. Para ella, un orgasmo se sentía más como un estornudo, ciertamente no el terremoto que sus amigas describían, y ni de cerca como los gritos de placer desde el apartamento de al lado. ¿Cómo se sentiría? ¿Estar tan abrumada como para gritar de verdad?

Matt dijo lo que pensaba como si hubiera seguido su tren de pensamientos.

—Tú sabes, _________, nunca pareces demasiado entusiasmada cuando follamos. Y mi técnica es fantástica.

Así había sido informado por todas sus anteriores novias, sin duda. Era bueno saberlo. Gracias, Matt. Ahora se sentía realmente fuera de lugar. ¡Qué diablos!, justo habían firmado conjuntamente un contrato de arrendamiento y se habían mudado juntos hacía sólo un par de semanas, y él ya estaba aburrido de ella. Ella tragó para pasar el nudo en su garganta. —Tal vez no somos una buena pareja. —Se levantó y miró por la ventana de su dormitorio, donde el edificio de apartamentos de al lado resplandecía por la puesta de sol.

—Oh, no te pongas así. —Matt le dio unas palmaditas en su hombro. —Estamos muy bien juntos. ¿Dónde encontraría a una mujer que pudiera ser tan cortés durante las cenas de negocios?, ¿y qué otro tipo te permitiría arrastrarlo por una amplia muestra de arte en La Misión?

—Bueno, eso es verdad. —Ella había pensado que eran una pareja perfecta casi desde el

principio. Imitando a su terriblemente práctica madre, Rebeca había creado una lista de las

características de su hombre ideal, y cuando conoció a Matt, se había sentido aturdida por lo bien

que acertaba con sus requisitos. Él era agradable y encantador. Acicalado con un sentido del estilo.

Disfrutaban de las mismas películas, libros y amigos. Ambos tenían empleos profesionales,

ganaban la misma cantidad de dinero, y él era más metrosexual que machista. Realmente podía

conversar acerca de temas de películas, y le gustaba la comida china.

Tal vez debería haber incluido el sexo en algún lugar de la lista, pero nunca lo había considerado

muy importante. Dejando a un lado el sexo, ella y Matt eran muy compatibles. Ella se volvió con

un suspiro. —Supongo que tienes razón.

Tendido de espaldas, Matt tenía un aspecto bien cuidado con su cabello rubio recortado en un

moderno salón de belleza, los músculos formados con dedicación en el gimnasio, y un persistente

bronceado de un viaje de negocios a San Diego. Al día siguiente él se levantaría, comería algo bajo

en grasas y asquerosamente saludable, y se dirigiría a su trabajo en la agencia de bolsa, satisfecho

con la vida.

Su satisfacción coincidía con la de él. Realmente. Después de todo, el gerente general de su agencia de publicidad la estaba considerando para el puesto de director general de arte, acelerándole su llegada a la cima. El viento de agosto azotaba las cortinas hacia el interior, trayendo el olor del mar de la bahía de San Francisco y el aroma de una lluvia de primavera. Ella vivía en la mejor ciudad del mundo.

—Tengo una idea, pero es probable que a ti no te guste. —Matt se volvió hacia ella y se apoyó sobre un codo. —Yo pertenezco a un grupo, y vamos a pasar el fin de semana largo por el Día de los Caídos en las montañas.

—Recuerdo que me dijiste que estarías afuera de la ciudad. —Se mordió el labio. Tal vez ellos no eran tan compatibles como había pensado. Él nunca había mencionado pertenecer a otra cosa que no sea su gimnasio y a algunas asociaciones empresariales. — ¿Qué grupo es ese?

—Es un club de swingers.

—Muy gracioso. —Sólo que él no mostraba ninguna sonrisa. No estaba bromeando. — ¿En serio? ¿Swingers, del tipo de intercambio de parejas, swingers?

Se encogió de hombros, medio avergonzado y medio presumido. —Eso es todo. Nos reunimos un fin de semana cada dos meses... Uh, me parece que la última vez que nos reunimos, tú estabas en Chicago para un seminario. De todos modos, somos alrededor de veinte en el club y...

— ¿Has estado jodiendo con otras veinte personas y sólo ahora me lo haces saber? Dios, Mattew, ¿cuántas enfermedades me podrías haber contagiado?

Él levantó la mano. —No te enloquezcas, nena. Todos usamos condones y nos hacemos los exámenes de forma rutinaria. No es así.

El puño que apretaba sus entrañas se relajó un poco. —Bueno, eso es bueno.

—Y no es como que tú y yo tengamos una relación exclusiva. ¿No?

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1:

  El día de los Caídos en Estados Unidos (Memorial Day) es una festividad federal que se celebra el último lunes de Mayo. Se conmemora a todos los hombres y mujeres, que murieron en combate. Mucha gente visita los cementerios y monumentos conmemorativos, también es considerado como el inicio de la temporada de verano. Todas las oficinas gubernamentales no esenciales están cerradas, así como las escuelas, empresas y otras organizaciones.            

Master of the MountainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora