Capítulo 17

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 Niall la despertó dos veces más durante la noche, y por la mañana, la tomó de nuevo. Entró en la ducha, la empujó contra la pared, y la levantó lo suficiente como para deslizarse dentro de ella. Sin pedir permiso, simplemente tomándola a su gusto cuando y como quiso. Ella realmente no debería disfrutar de su comportamiento, _________ alcanzó a pensar, antes de que él se inclinara para besarla. Sostenida en el lugar por incansables manos, empalada por su gruesa polla... Sus acciones y su control la pusieron tan caliente que se corrió con unos pocos empujes, retorciéndose y gimiendo.

Después, él la ayudó a lavarse, como si eso también fuera su derecho. Se arrodilló para enjabonar sus pies, y luego los tobillos. Mientras corría el jabón por sus piernas, se relajó, su mente deliciosamente en blanco, hasta que sus dedos se detuvieron sobre la parte superior de su pantorrilla izquierda. Sus cicatrices. Ella intentó alejarse, pero él simplemente envolvió una gran mano alrededor de su pierna y la giró hacia la luz para poder verla mejor.

―Él te agarró de lo lindo.

Con la boca cerrada bien apretada, ella no podía manejar nada más que un movimiento de cabeza. ¿Cómo había sido tan estúpida como para estar desnuda con alguien en un cuarto de baño bien iluminado?

Cuando él levantó su pierna y le besó las cicatrices, se quedó sin aliento. Encontró las otras en la parte posterior de su muslo derecho, y ella consiguió otro beso. Levantándose, dijo, ―Parece que sentí algo sobre tu hombro por aquí. ―Sus dedos trazó el bulto de su hombro derecho. Otro beso. Entonces él le dio la vuelta para mirarla.

Ella no podía mirarlo. "Fea, fea, fea". Sus manos eran un puño mientras las burlas de sus compañeros de clase de quinto grado martillaban en su cabeza.

Con una risa enfadada, él aflojó sus manos y las puso sobre sus hombros, luego tiró de su cara hacia arriba.

Ella mantuvo la mirada baja.

―Mírame, dulzura.

El agua caliente golpeaba sobre los hombros, la esencia boscosa de su jabón llenaba el aire, y su paciencia era implacable. Cuando ella no pudo soportar más su silencio levantó la vista.

Sus ojos se entrecerraron. ―Ahí vamos, ―murmuró. ―Ya sabes, si odias tanto las cicatrices, vamos a tener un problema. Yo tengo un montón de ellas.

―Pero... ―Ella resopló con exasperación. ―Tú eres un hombre. Es diferente.

Sus cejas se levantaron. ―¿Eres sexista? ―Por supuesto que no. ―Frunció el ceño cuando su razonamiento dio en el blanco. Era cierto que la gente veía una cicatriz de forma diferente en un hombre que en una mujer, pero ella no debería dejar que el mundo se saliese con la suya. Realmente. ―Tienes un punto. Supongo.

―Buena chica. ―Su profunda voz era tanto una caricia como la mano que acariciaba su espalda. ―Ahora, yo besé tus cicatrices... ―Él inclinó su cabeza con expectativa.

Ante su inesperada respuesta, ella se rió. El último nudo en su estómago se aflojaba mientras comenzó a buscar sobre su cuerpo. Él tenía un montón de cicatrices. ―¿Cómo has conseguido tantas? ―Trazó con su dedo sobre un corte a lo largo de todo su lado. ―Pelea de bar. ―Él le dio una palmadita a su pecho. ―Metralla. ―Hombro izquierdo. ―Bala. ―Sonrió al ver su mirada horrorizada. ―Estuve en Irak, _________ No me importan las cicatrices. Regresé vivo y entero. ―En voz baja, añadió, ―Casi.

La guerra. Ella esperó que dijera más. No lo hizo, y su rostro se había endurecido. Algunas heridas no se veían en el exterior, lo sabía. Tomándose su tiempo, buscó y encontró y besó cada marca y línea blanca.

Master of the MountainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora