¿Alucinación?

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Capítulo 28

Es ella...Definitivamente es ella... Pero ¿Cómo? ¿Qué es lo que pasa? No entiendo. ¿Qué hace aquí? ¿Será que durante todos estos meses han estado aquí? Sin decirme absolutamente nada, angustiándome con mil teorías – de que cosas les hubiera podido pasar – matando mi cerebro, buscando algún método para encontrarlos y solo para que bastara acompañar a Luck y encontrarla aquí en esta clínica. Pero no entiendo, nada de esto tiene sentido, en lo absoluto. Pero ¿Por qué? ¿Por qué diablos no me avisaron? Estoy segura de que es ella, no puede haber nadie que coincida tanto con mi madre como aquella mujer en silla de ruedas.

Mis piernas empiezan a flaquear ni bien quiero dar un paso hacia adelante, intento alcanzar a la enfermera que está a muchos pasos de distancia, mi cabeza empieza de nuevo a marearse haciendo borrosa mi vista, pero apenas y solo di un paso ¿Qué me está pasando? Doy el siguiente paso e inmediatamente me arrepiento de hacerlo, con mis piernas cada vez más débiles y a punto de caer al suelo intento seguir, solo doy dos pasos y mi cuerpo me traiciona por completo, es que mi único objetivo es llegar a ella, la extraño, ¡¡Solo quiero llegar!! Y mi cuerpo cada vez lo siento más pesado, mi vista más nublosa, a causa de las lágrimas por impotencia de no poder dar ni un paso más. Es que no entiendo, mis piernas pierden el equilibrio y no puedo más, siento el suelo frio rosar mis piernas y finalmente solo caigo.

*****

Como casi todas las tardes papá, mamá y yo vamos a Barranco, a nuestro lugar favorito – el Puente de los Suspiros – como cada domingo por la tarde. Llevamos una canasta para el picnic, en la que llevábamos algunos panes y pocas frutas, que haríamos con la tía que siempre nos visitaba con mi primo. Casi todos los sábados nos reuníamos, dos pequeñas familias reunidas, mientras mis padres y la tía solo charlaban sobre cosas de adultos, mi primo y yo jugábamos alrededor de ellos, no dejábamos de corretear y pegarnos toscamente entre nosotros. Una relación de primos – amor y odio – pero finalmente familia.

- ¡Mama! ¡Mira! – gruño para que me preste atención – ¡Cómo me tira todo el helado en mi polo! – hago puchero a punto de romper en llanto. Ella se acerca a mi junto con mi tía, ella regaña a su hijo por lo que me hizo y mi madre muy cuidadosamente me limpia el helado que ya incluso está empapando hasta mi pequeño short de la minie. No sabe la cólera que le tengo a ese niño, por más de que sea mi primo no logro pasarlo, siempre tiene que manchar mi ropa preferida.

¡No soporto a ese castaño! ¡Es insoportable!

*****

- Si ella está bien – oigo decir, no sé con exactitud de quien es la voz, solo sé que lo escucho con mucho y eco y mi cabeza no lo soporta – solo tuvo un desmayo, nada grave joven no se preocupe – es una voz femenina la que apenas logro diferenciar, no sé qué pasa. Empiezo a abrir de a poco mis pequeños ojos achinados que impactan directamente a la luz, que se encuentra encima de mí, con rapidez hacia ellos, como acto de reflejo pongo mi brazo derecho sobre ellos para cubrirlos. Veo apenas a Matías y tiene una cara de preocupación extraordinaria y no sé porque quiero reírme al ver la expresión de su rostro, supongo que los nervios causan en mi mucha gracia. A todo esto, ¿Dónde está aquella señora de la silla de ruedas?

Reacciono y me levanto de la cama rápidamente, ahora recuerdo que era lo que quería hacer antes de desmayarme.

- ¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde rayos esta?! – empiezo a gritar. Me levanto de inmediato y empiezo a caminar hacia la puerta muy exaltada, e inmediatamente Matías me detiene.

- Sofía ¿De qué hablas? ¡Cálmate! – dice tomándome de las manos. Mientras las mías están completamente impacientes y mis pies me ganan, solo quiero ir a buscarla, no la veo hace más de ocho meses, no es posible al menos déjenme verla unos minutos, no saben cuánto la necesito.

- ¡Ella estaba ahí Matías! ¡Estaba ahí! – le respondo completamente exaltada – ¡Te lo juro! – siento humedecerse mi mejilla, es inevitable no llorar – ¡Matías solo quiero verla! ¡Por Favor! – el me mira con ternura y un brillo peculiar en sus ojos que me da la seguridad de que nunca me olvidare de ellos, sus ojos podían decirme todo lo que él no expresa con palabras – Por favor... – digo esto apenas un susurro y casi suplicando.

- Está bien Sofía... – me responde resignado a tanta insistencia y supongo que al verme afectada – vamos yo te acompaño – me tomo de la mano y juntos salimos de la habitación – ¿Donde fue que la viste? – me pregunta y de inmediato camino en dirección a donde recuerdo haberla visto y el me sigue.

Lo guio hasta el pasillo donde vi a aquella mujer, estoy segura de que es mi madre. Aunque no estoy muy segura de sí es el pasillo correcto, esta clínica es grande y probablemente puede que sea otro pasillo en el que este. Pero por suerte logro visualizar a la distancia a la enfermera que acompañaba a mi supuesta madre. Jalo a rastras a Matías en dirección hacia ella y el solo va tras de mí.

- Disculpe enfermera – intento llamar su atención al ya estar apenas algunos pasos cerca de ella – usted hace poco tiempo estuvo con una paciente mujer – intento explicar lo mejor posible, sin titubear por el nerviosismo – ella estaba en silla de ruedas y es castaña, blanca, ojos marrones – respiro profundo e intento calmarme – ¿Me podría decir en que habitación puedo encontrarla? – pregunto finalmente a la espera de su respuesta.

- -Discúlpeme, pero yo no tengo ni una paciente en silla de ruedas – me responde la enfermera – y menos con las características que describe – solo la miro un poco atontada, ¿Cómo qué no? Hace poco la vi, estoy segura de que es ella la enfermera, ella tiene a mi madre – posiblemente se ha equivocado – sonríe de lado – disculpe – y se retira, respiro profundo y volteo a ver a Matías.

- Estoy segura de que es ella – sollozo a punto de perder la cordura.

El Hijo de mi NiñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora