Al Fin...

1K 71 10
                                    


|Capítulo 38|

¡Mierda! Odio cuando empiezan estos sentimientos confusos entre odio, rabia, nostalgia y esperanza. Una combinación muy rara que aparece cada vez que hablan del tema de mis padres. Luck traía nuevos hechos al parecer. Él no quería ocultarme las cosas y es un gesto que agradezco mucho de su parte, por lo menos el no hizo lo que Matías hacía.

- Sofía, sé que no es fácil – respiro profundo – pero estoy seguro de que ella es tu madre y no puedo permitir que te sigan ocultando todo lo que le está pasando – pausa y fija sus ojos sobre los míos – no sabría decirte con exactitud lo que tiene – intenta buscar una respuesta en mis ojos – Pero si es grave, está sufriendo mucho – me toma de la mano con suavidad – claramente está muy matada por los tratamientos que le hacen, le pregunte a mi tía sobre ella. Le explique con exactitud lo que había pasado contigo todo este tiempo. Que merecías una explicación, sobre todo, pero aun así ella se negó a darme cualquier tipo de información – pausa, quiere ver si es que estoy recibiendo la noticia como se debe – entonces lo único que se me ocurrió – se encoge de hombros – es decirte lo poco que sé – me mira fijo a los ojos, sé que es sincero. Puedo sentirlo, aunque no sé bien como asimilar o qué hacer con esta información por así decirlo. Ya ni ganas de botar una sola lágrima me dan. Es inútil hacerlo y ya lo he entendido, seguramente Luck pensaría que echaría a llorar por lo que dijo. De la enfermedad que posee mi madre, sinceramente a estas alturas no sé si me importe lo suficiente como para dejar que me afecte una vez más.

Luck se despide de mí, no sin antes preguntarme si es que estaba del todo bien o necesitaría alguna cosa. Me niego ante todas sus preguntas y simplemente le digo que estoy bien y así lo estaría, que no sé preocupe que sé qué hacer con lo que me dijo y obviamente le doy gracias por su sinceridad.

Ya está casi anocheciendo, sigo en el mueble. No sé muy bien en que pensando... Pero sólo estoy aquí. A la espera de alguna reacción de mi cuerpo o mente.

Termino por cubrirme con la manta y caigo sobre el cojín de al lado. Poco después me levanto de impulso y voy a mi habitación, me pongo las zapatillas y una casaca que me cubra del tremendo frío que hace. Tomo mis llaves, las pongo en mis bolsillos de mis pantalones e inconscientemente preparada, salgo.

Mis pies van hacía una dirección ya conocida, menos mal aún hay taxis. Aunque no es tan tarde para no encontrarlos. Subo al primero de la fila, segura de lo que estoy haciendo. El camino es el más eterno, literalmente siento que todo va muy lento que apenas y el conductor logra ponerse el cinturón de seguridad y empieza a manejar la palanca de cambio – todo con un proceso eternamente lento – mientras va por la autopista, los vehículos pasan a una gran velocidad, mientras que nosotros todo lo contrario y a la hora de llegar al semáforo nos toca el rojo. No sabría decir si es cosa de mi perspectiva o en realidad sucedía. Hasta que finalmente llego, bajo del auto y pago.

Llegar a la habitación a la cual me indicaron, se me esta, haciendo difícil, aunque alguna vez ya estuve ahí sin saber que el paciente que estaba en esa habitación era mi madre. Pero estuve ahí. Cómo es que no me acuerdo...

Tras tantas idas y venidas, por cada pasillo del hospital, por fin he encontrado la habitación. Entro sigilosa, no quiero causar alboroto. Al apenas haber logrado abrir la manija con una lentitud para que no se oiga estruendoso, logro ver a mucha gente, no es lo que imaginé. Por un lado, está Elena junto a Matías... Al verlos mi corazón reacciona y empieza a latir a mil por minuto, abro un poco más la puerta y veo a papá – quien está contemplando a mi madre como si nunca volviera a verla. Con la respiración agitada y el corazón a no dar más, retrocedo. Quizá toda mi fuerza y mi valor justo en este preciso momento ya se ha esfumado. A punto de soltar la manija y cerrar la puerta, siento una fuerza al lado contrario de donde estoy. Suelto de inmediato la manija y doy dos pasos hacia atrás involuntariamente. La enfermera me mira con una cara extraña, confusa quizá.

Le hago señas de que estoy a punto de entrar a la habitación y asiente. No puedo vocalizar ninguna palabra debido a los nervios. Finalmente, la enfermera abrió la puerta, haciendo ruido; el ruido que justamente estaba evitando. De repente ni bien empezó a dar pasos hacia toda mi familia, el latido de mi corazón se pone más intenso, empieza a flaquear mis piernas y siento que voy en picada. Pero no – me lo digo a mí misma de manera interna – tomo un respiro profundo y me calmo. Es momento de afrontar las cosas, no puedo escapar de la situación en la que ya me encuentro, además por fin todo va a aclararse – no hay manera de evadir el tema de todo lo sucedido. ¿Cierto? – Pensé.

En este corto tiempo mi mente divaga en diversos puntos de mi corta vida, situaciones especialmente vividas junto a mi madre: Cumpleaños, festividades Nacionales, actividades escolares, etc. Es que en todas siempre estuvo a mi lado, apoyándome hasta cuando salí de árbol en el teatro del día del niño – Sonrío – es que realmente no había situación en el pasado donde ella me faltase, al menos no la recordaba. Justo en este momento que la tengo a pocos metros de mí, no sé con total seguridad lo que diré o es qué es preciso hablar o simplemente todo se notará en mi rostro. O es que mandarían a sacarme. Realmente se venían miles de pensamientos a mi mente empezaba a entrar en un pequeño delirium del que tuve que zafarme para volver a la realidad.

- Señorita – oí llamar a la enfermera, claramente se refería a mí. Giré en dirección hacia donde la voz provenía y di un respiro profundo. Es hora.

El Hijo de mi NiñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora