Capítulo 46

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Cruzo la puerta y asombrosamente encuentro a mi madre sentada en el mueble individual marrón de la sala. Esperaba sus gritos apenas cruce la entrada, sin embargo, está sentada perfectamente maquillada y peinada, sin mover un solo dedo. Sus manos se encuentran sobre su regazo, pero cuando la puerta cerrándose alarma mi llegada, sus manos se cierran bruscamente y arrugan su perfecta y planchada falda de color negro.

—Estabas con él ¿no?— más que una pregunta, es una afirmación. Me congelo en mi puesto y no estoy segura que responder. Sus ojos verdes, tan distintos a los míos me miran fijamente. Poniéndome aún más nerviosa. —responde— me presiona. Pero esta vez su tono ya no es tan calmado. Ya empieza a destilar furia en su tono de voz.

—No— miento

Carmen empieza a reírse con amargura en fuertes carcajadas, los pelos se me ponen de punta al ver a mi madre tan desquiciada. De un brinco se pone de pie. Su falda tiene arrugas y ya no se encuentra tan impecable como me he acostumbrado tanto a verla. El único sonido que se puedo escuchar en todo el lugar es el repiqueteo de sus tacones negros contra el suelo de hormigón, y mis respiraciones fuertes.

Trago grueso a medida que se acerca a donde me encuentro. Su ceño está completamente fruncido y su cuerpo está más que tenso. Sus labios pintados de un rojo demasiado fuerte le hacen más imponente. Aun así, una sonrisa maniática sigue posicionada en su rostro. Me obligo a mí misma a mantenerme fuerte y no ceder por su impotente y furiosa presencia.

—Es un delincuente Noah. No...

—No es un delincuente— digo entre dientes, cortando su monologo. No soporto escuchar en la forma a la que se dirige a Logan. Ella no lo conoce. No sabe nada de la vida de Logan y no tiene ningún jodido derecho a referirse de esta forma.

—Mira en lo que te estas convirtiendo— me señala acusadoramente con su índice. —Pareces una... una...

—¿Una qué mamá?— la desafío. De pronto todo el miedo que sentía minutos atrás se ha ido. Escuchara decir que Logan es un delincuente es como un detonante para todo mi ira.

—Estas irreconocible— me grita estallando en furia—Estas arruinándote la vida y no eres capaz de verlo. No eres mi Noah con la que me mude hace cinco meses. Pareces una necesitada corriendo tras un hombre de mala calaña.

Fue demasiado lejos. Soy consciente que Logan no es el prototipo de hombro que Carmen quiere para mí, pero no tiene ningún derecho de hablarme así. Las lágrimas se agolpan en mis ojos y sé que estoy roja del cólera y porque estoy a punto de romper en llanto.

—Yo solo quiero protegerte. Aún puedes volver a retomar tu vida— me dice en tono más suave

Recuerdo cuando era niña: mi madre me compraba a escondidas de mi padre regaliz o helado con el dinero que le sobraba de la compra. En ese tiempo era una mujer muy cariñosa. Cada noche cuando mi padre llegaba tambaleándose y destilando alcohol por cada uno de sus poros mi madre me encerraba en mi habitación y se aseguraba que mi padre no entre allí. Nunca llego a tocarme gracias a Carmen.

El día en que mi padre nos abandonó tenía nueve años. Mi madre trato de darme cariño y no dejarme sola por mucho tiempo. Pero a medida que iba creciendo se encargó de controlar todo; la forma en la que me visto, las calorías en la comida que consumo, cuantas horas duermo, mis amistades. Nunca me di cuenta de ello hasta hoy.

—¿Retomar mi vida mamá? ¿una vida que tenías controlada?— le espeto y las lágrimas empiezan a descender por mis mejillas.

—Eso no es cierto— me dice con tranquilidad. En un intento de ignorarme se dirige a la cocina. Yo sigo sus pasos a través de las baldosas. Se sirve un vaso de agua, y lo bebe tranquilamente. Su labial queda marcado, en el.

—Me convertiste en un reflejo tuyo— le respondo con la voz rota recordando todas las veces que no me permitía consumir comida chatarra, o no me permitía ser amiga de ciertas personas de mi antigua ciudad.

—Si fueras un reflejo mío, no serias tan ingenua. No estarías arruinando tu vida como lo estás haciendo. Por Dios Noah, abre los ojos— su voz sigue intacta. No siente culpa por decirme toda la sarta de barbaridades que acaba de pronunciar.

—¿Adivina que mamá? Me alegra no ser un reflejo tuyo

Sé a la perfección que mis palabras le dolieron. Siento culpa por hacerle daño a la mujer que me dio la vida, pero ya ni siquiera queda un atisbo de la mujer cariñosa que era. Antes de mudarnos mi madre ya tenía sus pequeños cambios, pero nunca llegue a pensar que terminaríamos teniendo pelea tan fuerte. Y desde que nos mudamos nos distanciamos aún más y con ello me di cuenta que mi peor enemigo se encontraba dentro de mi casa. Mi madre nunca me dejó vivir. Siempre estaba metiéndome por los ojos un prototipo de hombre; incluso a que profesión tengo que dedicarme.

Un recuerdo llega a mi mente cuando tenía once años y estaba jugando a la doctora; inyectando a mis osos de peluche y colocando puntos mariposa en sus brazos o piernas.

—¿Qué crees que estás haciendo Noah? — me regaña Carmen. Me quita todos los juguetes y piezas de mi juego de doctora—Tu no vas a dedicarte a un trabajo tan mísero de curar gente. Vas a ser una excelente abogada con un sueldo muy bueno; tendrás una casa de tres pisos junto a un hermoso jardín y tal vez una piscina. Tu esposo será el dueño de una gran empresa y tu trabajaras con él haciendo papeleos. Tal vez tengas uno o dos hijos después de tres años de matrimonio. Cuando nazcan dejaras tu empleo y te dedicaras a cuidarlos hasta que crezcan. Claro para ese entonces ya tendrás dinero, y no descuidaras a tus hijos.

Nunca me di cuenta que lo que mi madre me inculcaba eran sus sueños. Lo que ella quiso vivir, no lo que yo en realidad quería. Soy consciente que cuando mi padre nos abandonó a mi madre le tocaron las cosas duras. Trabajaba diecinueve horas al día y el poco tiempo que tenía para dormir, se pasaba viendo las planillas de pagos; estirando los billetes y contando de centavo en centavo para que nos alcance.

Mis abuelos nunca la ayudaron. Ella trabajó sola para sacarme adelante.

No estoy siendo justa con la actitud que estoy tomando contra ella, pero ya no soy una niña. Ya puedo tomar mis decisiones sola, puedo asumir las consecuencias de mis decisiones.

—No quiero terminar como tú, siendo una mujer amargada— admito en un susurro. Carmen levanta su mano derecha y me abofetea. Siento como mi mejilla empieza arder y lágrimas vuelven agolparse en mis parpados.

—Note atrevas hablarme de esa forma— me grita perdiendo completamente los estribos 

Mi círculo vicioso (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora