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Los ojos le ardían. Tenía sueño, pero no quería dormir.
Había conducido toda la noche, su hogar lo esperaba. Y el esperaba llegar a su hogar.
En el reloj marcaban las 5 de la mañana. En unas horas mas las calles de la ciudad se llenarían de carros con gente dirigiéndose a su trabajo, a la escuela o incluso a sus hogares.
Se encontraba aún en carretera. Paso por justo a lado de un letrero que indicaba las ciudades próximas a llegar.
3 para ser exactos.
Pero sólo el nombre de una le interesaba.

**TAMPICO**

El velocímetro marcaba los 80 kmph.
Bajó la velocidad cuando entró por fin a la ciudad. Un semáforo en rojo lo hizo detenerse.
La luz roja iluminó su cara y parte del tablero de su auto. Aprovecho el momento, en su chaqueta de mezclilla azul había una cajetilla de cigarros. Saco uno. Lo colocó en su boca. Encendió el fuego del zippo. Dió una buena calada e instantáneamente el humo brotó como si fuera una chimenea.
Bajó la ventanilla de su auto para dejar salir el humo que se había encerrado dentro. El aire de la ciudad por la madrugada lo refrescó.
Ya sentía que estaba en casa, aunque aún le faltaban varios kilómetros.
El rojo cambió a verde.
Aceleró, el motor rugía como si fuera nuevo. Más no lo era.
Un clásico desamor sin claxon. Un Cadillac.
El Dorado modelo 1967 negro para ser exactos.
El humo del cigarrillo salía por la ventana. Subió el volumen de la música, que había bajado varios cientos de kilómetros antes para comprar una bebida energética y los cigarros.
La guitarra, bajo y baterías sonaron de inmediato. El rock era su vida.
Una canción, no su favorita, pero si de sus preferidas. Le gustaba la escena musical de su país.
*... eres súbita, violenta. Eres arte de la ausencia.* sonaba en sus bocinas.
Por momentos golpeaba sus dedos contra el volante, tratando de seguir el ritmo de la canción.
5 años habían pasado desde que tuvo que abandonar su hogar. 5 largos y jodidos años.
Pero por fin había regresado.
Al pasar un bache sus cosas sonaron tanto en el asiento trasero como el la cajuela. Sus libros, comics, discos y la ropa que tenía.
Cosas básicas para cualquier artista de 23 años.
Y eso era, un artista. Escritor novato para ser más específicos.
Un año atrás, tras el fallecimiento de su padre, logro lo que siempre había querido, publicar un libro.
Había tenido éxito, el suficiente como para comprar un departamento en su ciudad natal y juntar el dinero suficiente para regresar.
En la cajuela, llevaba varias copias de su libro. Ciencia ficción, lo que le fascinaba desde niño.
Pasó justo alado del aeropuerto, ya estaba en casa.
Pero no se dirigía al centro, o a su nuevo departamento. Nisiquiera a ver a sus amigos. Aún era muy temprano para todo eso.
Había estado fuera de su ciudad durante 5 años, se dirigió al lugar que mas había extrañado en todo ese tiempo.
La playa.
Se miró por un momento por el retrovisor. Tenía una barba de dos semanas. El cabello largo tal como le gustaba.
Sus ojos estaban rojos, pero no por haber llorado, o por haber fumado hierba. No le gustaba esa mierda.
Era por el desvelo de manejar toda la noche.
Ya se había desvelado toda la noche antes en varias ocasiones, escribiendo.
Para él, la inspiración llegaba en cualquier momento del día. Cuando comía, cuando trabajaba, cuando dormía. Incluso teniendo sexo con alguna adolescente ardiente que conocía en tocadas de rock los sábados por la noche en los barrios de la ciudad donde vivía.
Esos eran sus eventos favoritos. Es decir, le gustaba estar en los grandes festivales al aire libre. Pero había algo en las tocadas nocturnas que se hacían en bares o cocheras cerradas que le encantaba.
Para él, era como una posibilidad de presenciar a los próximos Guns'N'Roses o Sex Pistols de su generación.
Shows underground. Así lo veía él.

PULPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora